El verano de Kikujiro

TÍTULO ORIGINAL Kikujiro No Natsu

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Takeshi Kitano. Intérpretes: Beat Takeshi, Yusuke Sekiguchi, Kayoko Kishimoto, Yuko Daike, Kazuko Yoshiyuiki, Great Gidayu, Rakkyo Ide. 106 min. Jóvenes.

Al menos por Sonatine y Flores de fuego (Hana-Bi) es conocido por el gran público este director y actor Takeshi Kitano y Beat Takeshi, respectivamente. Tiene una personalidad tan marcada, que aunque haya pasado con esta película al «cuento con niño», desde la violencia y el crimen anteriores, su mundo es el mismo. Un mundo que va más allá del realismo o neorrealismo; con su mirada poética traspasa la descripción de la percepción inmediata para sugerir la mayor hondura de la realidad, con la sencillez de sus imágenes. Bien es cierto que, en una escena resurge la violencia de manera extremada, como si quisiera recordar quien es, a pesar de todo, Takeshi Kitano.

Kikujiro (Beat Takeshi) parece un matón de barrio, que quizá se gane la vida explotando su propia agresividad. Su mujer le puede sin embargo; y casi le obliga a que se lleve unos días de vacaciones -es verano- al niño Masao, el nieto de una pobre vecina. El pequeño ha descubierto que su padre murió en accidente, y que su madre le abandonó; en casa de la abuela encontró su dirección y su fotografía, y pide a Kikujiro que le ayude a buscarla…

Los dos protagonistas siempre en camino, la historia lleva a una primera desilusión…, y luego a un hermoso juego de amistad paterno-filial, lleno de humor, fantasía… Las anécdotas se suceden. Y la capacidad de inventiva de Kikujiro para divertir al niño es grande; la broma, la risa… Kitano explica una de esas sorpresas: él tiene una escuela de interpretación, y uno de los ejercicios consiste en que el actor -¿para vencer las inhibiciones?- se desnude; y dice haber permitido que uno de ellos lo haga en esta película, bien que tomado desde lejos. El niño Masao se ríe; quizá a otros niños les sorprenda demasiado, no sé.

Una luminosa fotografía, muchas veces en lugares secos y áridos, de modo que cuando Takeshi Kitano señala la belleza de un objeto de cristal, de un insecto sobre una flor, de un boscaje verde…, el primer plano resalta con singularísima voz, como un mar de sugerencias. Pasan como ráfagas de viento, caen como gruesas gotas, el dolor, la soledad, el egoísmo, la dureza del trabajo, y la piedad, la solidaridad, el amor. Y se concluye con una real naturalidad, en la que no cabe la lágrima inútil e ineficaz. A pesar de la música, juguetona y sentimental.

Una hora y tres cuartos permiten a Kitano que su estructura tenga montes y valles, y zonas sin agua: es la manera de hacer un cuento con niño a la vez tierno y recio, que mereció el Premio de la Crítica y al mejor actor (Beat Takeshi) en la Seminci de Valladolid 1999.

Pedro Antonio Urbina

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