Takeshi Kitano es probablemente el director nipón más conocido en la actualidad. Representa el cine negro lleno de violencia tanto por los retratos y ambientes de gangsters que realiza, como por la promoción que han tenido sus películas, que han querido convertirle en el Tarantino japonés. El espectador, aun sabiendo que va a recibir una buena dosis de violencia, no debe caer en el error de reducir a Kitano a un molde tan pobre.
Yamamoto (Beat Takeshi) es un gangster que debe abandonar Japón por una guerra entre bandas rivales. Emigra a Los Ángeles, donde un familiar suyo mantiene una red de narcotraficantes. Nada más llegar a Estados Unidos forma su propia banda y logra una ascensión meteórica (mata sin reparos a sus rivales), que tendrá un final igual de rápido. Como siempre en las películas de este director, el protagonista es impasible y difícil de comprender; también utiliza el recurso del humor sencillo para suavizar las situaciones.
Esta breve historia admite múltiples lecturas y está llena de referencias. Los nombres elegidos para el clan japonés: Yamamoto, Kato… son los de generales de la II Guerra Mundial, que atacan el territorio estadounidense y van a la muerte. O se puede ver la historia del emigrante que lucha por sobrevivir en una cultura diferente a la que se ha dado la vuelta: Yamamoto triunfa desde el principio porque utiliza sus reglas, no intenta entender ni adaptarse a las de sus rivales. Por otra parte, esta primera película norteamericana de Kitano, al igual que su personaje, no hollywoodiense; el estilo es el de Takeshi Kitano: sobrio y esteticista al tiempo, donde el momento más logrado es la soberbia escena final, y una historia tierna oculta en un envoltorio tremendo.
Brother no es la mejor película de Kitano. Es menos poética que sus grandes títulos y repite temas ya utilizados. ¿Qué aporta? Un tremendo horror por la violencia que, al contrario que en películas protagonizadas por Van Damme o Stallone, aquí es utilizada como valor terapeútico. No tiene nada de bonito ni de elegante. No hay honor, ni virtud, ni romance, como suelen hacer en Hollywood; es pura y simple violencia, y canallesca violencia.
Fernando Gil-Delgado