Una empresa que pasa de cinco a cuatro días de trabajo, y que como resultado aumenta su productividad, es un caso digno de estudio. Le está ocurriendo a la firma Perpetual Guardian, de Nueva Zelanda, que tras implantar en noviembre la semana laboral reducida –sin bajar los salarios– ha constatado un alza del 20% de la productividad.
Según un estudio consultado por el diario británico The Guardian, otros logros de la empresa –especializada en servicios financieros– pasan por una reducción del 45% al 38% de los niveles de estrés del personal (tienen una plantilla de 240 trabajadores), y una mejora en la conciliación entre vida personal y laboral, del 54% al 78%.
El experimento ha sido seguido con interés por empresas de otros sitios. Perpetual Guardian ha recibido 350 solicitudes de información desde 28 países, en primer lugar desde el Reino Unido, Australia, EE.UU. y Alemania.
En Gran Bretaña, por ejemplo, el fondo Wellcome Trust, dedicado a proveer financiación a iniciativas científicas, está considerando dejar en cuatro días la semana laboral del personal de sus 800 oficinas. Por su parte, el Partido Laborista ya ha comisionado un estudio sobre las posibilidades de esta variante.
“Esta es una idea a la que le ha llegado su momento –dice Andrew Barnes, director ejecutivo de la compañía neozelandesa–. Necesitamos que más empresas la pongan en práctica. Se sorprenderán de las mejoras en la compañía, en el equipo de trabajo y, a nivel más amplio, en en el entorno”.
Según el estudio efectuado a Perpetual Guardian, los trabajadores aprovechan ese tercer día de descanso para, además de jugar al golf y ver Netflix, “pasar tiempo con sus padres”, “dedicar horas necesarias al estudio” y “limpiar la casa”, de modo que el fin de semana les quede completamente libre.
Cuando regresan a la oficina, los beneficiados por la iniciativa se muestran más creativos. “Se implican en buscar soluciones” y además, “brindan un mejor servicio al cliente”, señalan los ejecutivos de la firma.