Oscar 2019: La Academia no arriesga y se impone la sensatez

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Al final no pudo ser. Las revoluciones llevan su tiempo y una vez más la Academia de Hollywood demostró que, a pesar de su facilidad para adaptar discursos políticamente correctos (léase sus dos últimos Oscar, ¿se acuerdan?; otros muchos tampoco), es una academia profundamente conservadora.

Porque una cosa es premiar un discurso aparentemente rompedor –y que me deja igual la mañana siguiente– y otra muy distinta romper y premiar una película que pone patas arriba mi sistema de producción e incluso cuestiona mi propia existencia. Dicho con otras palabras. Una cosa es premiar Moonlight para dejar mi conciencia progresista tranquila y otra premiar Roma y dar la medalla de oro a una película producida por una plataforma de televisión (Netflix) y rodada en español. Eso sí que hubiera sido una apuesta radical y una muestra de progresismo. El resto es maquillaje. Y el maquillaje, por cierto, como la Academia, siempre ha tenido fama de conservador.

Total: que al final, Roma no consiguió la proeza de ganar el premio gordo. Aunque Alfonso Cuarón se llevó tres preciadas estatuillas: la de mejor director, mejor fotografía –que es suya, y este es otro temazo del que no tenemos espacio para hablar ahora– y mejor película extranjera. Es mucho, pero supo a poco.

Exceso de dramatismo

De todas formas, frente a algunos críticos y comentaristas que han entrado en shock y han sentenciado con exceso de dramatismo –quizás por la falta de sueño– el final de los Oscar, hay que señalar que Roma ha sido derrotada por una película notable que, siendo muy inferior a la mexicana, es muy superior a algunas de las ganadoras de certámenes pasados. Al César lo que es del César.

Viggo Mortensen y Mahershala Ali en “Green Book”

 

Green Book es una de esas películas apuesta-segura que puedes recomendar a todo el mundo sin miedo a equivocarte. Una road movie de factura clásica, bien interpretada, basada en una historia real y con su dosis justa de denuncia social. Una de esas películas además que cumple con la función catártica que puede tener el cine. ¿Demasiado emotiva? La vida lo es, y el cine suele serlo. En definitiva, una digna ganadora aunque muchos hubiéramos preferido ver la revolución mexicana coronando una gala que, con dos palabras lo liquido, fue bastante tediosa, y al faltarle presentador (retirado en el último momento por unos comentarios homófobos del pasado que encontraron en su Twitter), le faltó también hilo y guion.

Del resto, hubo algunos Oscar cantados, como el de Rami Malek al mejor actor por su interpretación de Freddy Mercury en Bohemian Rhapsody y algunas sorpresas, como el premio a la mejor actriz para Olivia Colman ( La favorita ), que dejó compuestísima y sin premio a Glenn Close, que ya se ha convertido en la eterna nominada no premiada.

“Green Book” es una digna ganadora, inferior a su competidora “Roma”, pero superior a otras ganadoras del Oscar en años pasados

“Roma”, Oscar a la mejor película en lengua extranjera

 

También resulta sorprendente que, después de la pedrea, la película más premiada fuera la muy mediocre Bohemian Rhapsody, aunque de alguna manera tenía que reconocer la Academia a una cinta que ha sido tan aplaudida por el público como denostada por la crítica. La industria del cine vive de los espectadores, no de los críticos.

Pixar no gana

¿Más sorpresas o novedades? Que Pixar concurse y no gane. La todopoderosa productora de animación acostumbra a llevarse el Oscar (casi) siempre. Anoche fue una de esas excepciones. Ganó merecidamente la deslumbrante Spider-Man: Un nuevo universo.

Y para no dejarnos ninguna curiosidad, primicia o chascarrillo sin citar, diremos que 7 premios fueron a parar a manos negras –síntoma de indudable madurez de la industria del cine– y que Javier Bardem dio el Oscar a mejor película extranjera hablando en español. Gesto muy alabado por el público y los comentaristas de la Gala.

De todas formas, la intervención de Bardem fue de las pocas alegrías made in Spain. Nos quedamos sin ver a Rodrigo Sorogoyen subir a por el Oscar. Tengo que reconocer que no he visto Skin, el cortometraje ganador, pero no me ciega la pasión patria si digo que Madre, el cortometraje de Sorogoyen, es mejor. Simplemente me resulta imposible pensar que se pueda superar el ejercicio de concisión, contención y dramatismo que realiza el cineasta español. Es lo que tienen los premios. Que no hay para todos los que lo merecen.

Y es lo que le pasa a las revoluciones. Que a veces no llegan a tiempo. Es lo que le ha pasado a Roma, a Netflix y a Sorogoyen. Que esta vez no pudo ser, pero estoy segura que otra vez, quizás no muy tarde, será.

Palmarés

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