Dublín.— El próximo 25 de mayo, los irlandeses votarán en referéndum una propuesta de revocar el artículo 40.3.3 de la Constitución, que garantiza el respeto de la vida del no nacido. Ambos bandos sostienen una campaña muy viva. Esta es una guía para comprender el debate.
¿Qué dice la Constitución actualmente sobre la vida por nacer?
El artículo 40.3.3, conocido como la Octava Enmienda, fue incluido en la Carta Magna por referéndum en 1983, y garantiza la protección constitucional de la vida del niño no nacido. Dice así: “El Estado reconoce el derecho a la vida del no nacido y, con la debida consideración para el igual derecho de la madre a la vida, se compromete por ley a respetarlo y, en cuanto sea factible, a defenderlo y hacerlo valer”.
El artículo otorga igual rango constitucional a la madre y al no nacido, y prohíbe el aborto en la mayoría de los casos. Si es revocado, el gobierno presentará una nueva ley, que incluirá –según algunas propuestas que ya circulan– el aborto libre hasta la semana 12, y por motivos de salud hasta el momento de la viabilidad del feto. Además, no habrá plazo límite en caso de grave malformación.
¿Quién está detrás de esto?
En los 30 años transcurridos desde que perdieron el referéndum de 1983, por mayoría de dos tercios, los promotores del aborto se han implicado en una campaña sostenida para quitar el artículo 40.3.3 de la Constitución irlandesa. Sus esfuerzos culminaron el año pasado, cuando una Comisión Parlamentaria aprobó una recomendación de legalizar el aborto. La Comisión mostró desde el principio un claro prejuicio proaborto, por lo que varios miembros provida se retiraron. Prueba de este sesgo es que votó a favor de revocar la Octava Enmienda dos meses antes de publicar sus recomendaciones, aun sin llegar a escuchar a todos los testigos que había decidido llamar a declarar.
La campaña provida en Irlanda nunca ha sido confesionalmente católica, sino genuinamente pluralista
Al final, los miembros de la Comisión decidieron que el actual precepto constitucional contra el aborto era “inadecuado”, y hacía falta “una reforma constitucional”. Así pues, votaron a favor de celebrar un referéndum sobre el asunto, y el gobierno se apresuró a convocarlo para mayo próximo, quizás para que tuviera lugar antes de la visita del Papa Francisco en agosto.
La campaña a favor del aborto está liderada por la Coalición para Revocar la Octava Enmienda, una plataforma que abarca muchos grupos políticos y militantes. Solo dos partidos de izquierda, el Laborista y el Sinn Fein, han adoptado oficialmente una postura proaborto en sus partidos; pero el primer ministro, Leo Varadkar (Fine Gael), y varios miembros del gobierno han estado haciendo campaña abiertamente contra la Octava Enmienda.
Hay también un fuerte sesgo a favor de revocarla en los principales medios de comunicación, que sistemáticamente evitan cubrir hechos desfavorables al lobby proaborto o que mostrarían al público la realidad completa de la “cultura del aborto” que se ha desarrollado en el Reino Unido y otros países. (1)
¿Quién hace campaña a favor de la Octava Enmienda?
La movilización de los que desean mantener el texto actual de la Constitución, bajo el lema “Save the 8th”, está encabezada por dos grupos, ambos constituidos en los años 90: la Pro Life Campaign (PLC) y el Life Institute. Los dos son organizaciones muy profesionales, con capacidad para sacar a la calle a decenas de miles de personas en marchas y manifestaciones por la vida. Las apoya un tercer grupo, llamado One Day More, formado por padres que recibieron un diagnóstico prenatal equivocado de sus bebés.
¿Cuáles son los argumentos de uno y otro bando?
La campaña en pro de la revocación está firmemente asentada en dos puntos: la crítica feminista al statu quo y la negación implícita de la humanidad del niño no nacido, al que los abortistas suelen referirse como “embrión” o “feto”. Según ellos, “la enmienda iguala la vida de una mujer embarazada con la de un embrión o un feto, y ha creado una distinción inviable entre la vida de la mujer y su salud. La Octava Enmienda de la Constitución irlandesa es fuente de discriminación contra todas las mujeres residentes en Irlanda, y crea un sistema de salud discriminatorio en el que la mujer encinta solo tiene un derecho limitado a la atención sanitaria”. La mayor parte de la retórica antienmienda se centra en las mujeres, algo de lo que se hacen eco eslóganes como “Trust Women” (“Confía en las mujeres”).
La campaña provida insiste en afirmar la humanidad del no nacido, y a la vez reconoce el sufrimiento que a menudo causan los embarazos no deseados
Por su parte, la campaña provida, naturalmente, insiste en afirmar la humanidad del no nacido, a la vez que reconoce el genuino sufrimiento que a menudo causan los embarazos no deseados. De ahí su principal eslogan: “Love Both” (“Ama a los dos”). Su objetivo es superar la dicotomía que plantean los abortistas entre el bienestar del no nacido y la salud de la mujer.
¿Quién ganará?
Los últimos sondeos, de finales de abril, muestran el mismo pronóstico: sin contar a los indecisos, hay en torno a un 62% a favor de revocar la Octava Enmienda, frente a un 38% que aboga por mantenerla. La cuestión es si la campaña provida podrá convencer al menos a un 13% de que se pase a su bando. No es ciertamente imposible, y los provida están implicados en todo el país en una vigorosa campaña, bastante más enérgica que la de sus contrarios. Parece que el punto central de su argumento, la humanidad del no nacido, está haciendo mella, pero hasta ahora eso no se ha traducido en una decisión de votar para salvaguardar la vida del niño por nacer.
Un caso interesante es el de Nell McCafferty, feminista de renombre, fundadora del Irish Women’s Liberation Movement. Hace poco dijo en una conferencia en Kerry que estaba tratando de decidirse sobre el aborto: “¿Es matar a un ser humano? ¿Es poner fin a una vida en potencia?”. Señaló que no podía responder a la pregunta, “pero no porque no sea capaz, sino porque no estoy dispuesta a afrontar algunos de los hechos relacionados con el aborto”. Afirmó que había buscado en Google cómo es un feto de 12 semanas. En esa fase de desarrollo, los no nacidos “se chupan los pulgares; ya tienen las uñas de los pies y de las manos, y brazos y piernas». Además, dijo que en un aborto “se raspa el contenido del útero. Los provida están en lo cierto. Y cuando se sacan fuera esos brazos y piernas, pienso: Dios mío, ¿esto es lo que yo estoy defendiendo?”.
Pues bien, a pesar de eso, ella confirma que votará a favor de rechazar la Octava Enmienda, porque cree que el aborto es necesario.
¿Qué papel ha desempeñado la Iglesia católica en la campaña?
Se ha dicho que la Iglesia ha estado más callada esta vez. En marzo, The Economist publicó un artículo, titulado “Los católicos evitan llamar la atención durante la campaña del referéndum en Irlanda”, donde señalaba que, en contraste con la campaña provida de 1983, “el catolicismo manifiesto casi ha desaparecido de escena”. Y continuaba: “Aunque la afiliación religiosa de muchos activistas es, por supuesto, conocida, los grupos provida contemporáneos, como el Iona Institute, la Pro Life Campaign, el Life Institute y Save the 8th, se presentan como aconfesionales o multiconfesionales, o simplemente dejan ese tema difuso”.
La campaña proaborto se basa en la crítica feminista al statu quo y la negación implícita de la humanidad del niño no nacido, al que suele referirse como “embrión” o “feto”
Es una afirmación muy extraña. Primero, hasta donde alcanza mi memoria, la campaña provida en Irlanda nunca ha sido confesionalmente católica, sino genuinamente pluralista. Segundo, no hubo escasez de “catolicismo manifiesto” en la Marcha por la Vida de marzo pasado en Dublín: rosarios, imágenes, pancartas, monjas, frailes, sacerdotes (incluido este servidor). Además, en los últimos meses, once obispos han publicado cartas pastorales a favor de la vida.
No obstante, la campaña provida afirma con razón que el aborto puede y debe ser rechazado sobre la base de los derechos humanos, con independencia de las creencias religiosas.
Dicho esto, al haberse presentado el aborto como un asunto de salud femenina, las opiniones de los hombres, y aun de las mujeres que han sobrepasado la edad de tener hijos, tienden a ser rechazadas tout court. Es comprensible entonces que las caras visibles de la causa provida sean mujeres jóvenes, como Cora Sherlock, Caroline Simons, Sinead Slattery o Lorraine McMahon, de la PLC, o Niamh Uí Bhriain, de Save the 8th. Ellas presentan la causa de una manera muy atractiva y convincente.
Ahora bien, los sacerdotes no guardan silencio sobre este asunto en sus parroquias, aun a costa de atraerse críticas de sexismo y discriminación por edad. Un caso notable ha sido el de la expresidenta de la Comisión Parlamentaria, la senadora Catherine Noone, que durante la misa de Pascua en el Santuario Nacional de Irlanda, tuiteó: “En la misa de Pascua en la Basílica de Knock, esta tarde con mis padres, un sacerdote octogenario nos predicó al menos tres veces sobre el aborto. No me extraña que la gente se sienta desilusionada con la Iglesia católica”. El tuit provocó mucha indignación en las redes sociales, y fue finalmente retirado.
¿Qué consecuencias tendrá el referéndum?
Una derrota de la Enmienda sería sin duda motivo de desánimo para muchos en Irlanda y fuera de Irlanda. Vendría a ser la confirmación de que Irlanda se aparta de los valores defendidos durante siglos, tras la legalización del matrimonio homosexual en el anterior referéndum de 2015.
Una victoria, aunque dulce, no estaría exenta de riesgos, pues exacerbaría lo que se dio en llamar, tras el referéndum de 1983, “la segunda partición de Irlanda”, entre conservadores y liberales, y reforzaría la actual hostilidad hacia la Iglesia católica, tan extendida en muchos sectores de la vida irlandesa. Esto añadiría además una nueva y problemática dimensión a la planeada visita del Papa en agosto para el Encuentro Mundial de las Familias.
Asimismo, otra muy seria y preocupante consecuencia de la revocación de la Octava Enmienda sería que supondría un paso fatídico en el proceso por el que el Estado irlandés pasa de un modelo de ley natural a un modelo positivista. Ha habido significativos pasos en esa dirección en los últimos años, especialmente con el gradual desmantelamiento de los derechos naturales de la familia, que culminó con la toma del control del matrimonio por parte del Estado a raíz del referéndum de 2015. Desde ese momento, el Estado ya no reconoce el matrimonio como una institución que precede a las leyes, sino que ahora se erige en árbitro del matrimonio.
Análogamente, y de modo más grave, un resultado favorable al aborto en el referéndum del 25 de mayo convertiría al Estado en árbitro de la vida y la muerte. Una vez establecido ese principio, quién, cuándo y por qué ha de morir será solo cuestión de sutilezas legales. La discriminación por edad, mencionada por algunos en su campaña contra la Octava Enmienda, llegará pronto a sus últimas consecuencias en un intento para legalizar la eutanasia en Irlanda.
Gavan Jennings es director de la revista Position Papers
(1) N. de la R. Sobre el aborto y la salud de la mujer, es interesante recordar que la mortalidad materna es menor en Irlanda (8 por 100.000 nacimientos) que en el Reino Unido (9), según datos del Banco Mundial.