El famoso actor que encarna a Vito Corleone en “El Padrino” dejó grabaciones en las cuales confiesa querer retroceder el tiempo y hacer muchas cosas de distinta manera: algo que ni la exorbitante fama ni el excesivo dinero lo podían conseguir.
“Gasté miles y miles de dólares en psicoanalistas y esos tipos no hacen absolutamente nada sino bombardear y desarmarte el cerebro”. La cantidad de dinero de la que se habla no es ninguna exageración. La frase la dice, a sus casi 70 años de edad, Marlon Brando (1924-2004), según muchos el mejor actor de la historia del cine. Y la dice en la soledad de su casa, con un cassette puesto en REC, al repasar probablemente la temporada más difícil de su vida: aquella que inicia cuando su hijo, Christian, de 32 años, mata al novio de su hija; y termina con el suicidio de esta, Cheyenne, de 25 años, en su propia isla paradisíaca en Tahití.
Es especialmente doloroso cuando, al comparar la vida a una improvisación sobre las tablas, Brando dice que espera que le coloquen un micrófono en el ataúd para poder decir: “do it differently”
Lo irónico es que al mirar Listen to Me Marlon (2015), el último documental del inglés Stevan Riley, cada espectador se convierte en el psicoanalista de una polémica leyenda de Hollywood. Tomamos asiento en nuestro consultorio-privado-no-solicitado para escuchar, absortos, al protagonista de El Padrino (1972) recitar poemas nihilistas, coquetear entrevistadoras, teorizar sobre el trabajo actoral y, sobre todo, reflexionar sobre su fracaso. Y es él quien, poco a poco, nos bombardea y nos desarma –no solo– el cerebro.
Riley –director, guionista y editor del filme– realiza un trabajo que cuesta creer que no haya sido más exitoso en los festivales del año pasado: resucita a Marlon Brando de la ultratumba para que, durante una hora y media, sea él mismo quien proclame una especie de fantasmagórica autobiografía. Para lograrlo se sirve de una gran cantidad de grabaciones que dejó el actor, no solo de pensamientos personales, sino de conversaciones con amigos y hasta de listas de cosas por hacer. Además de tener acceso a una completa recolección de audios de entrevistas hechas en distintas épocas, publicadas y no publicadas, noticieros de televisión y fotografías inéditas. Un material que permite que sea la voz de Brando la que lleve el hilo de la narración, interpretando los sucesos de su vida, en un relato que da menos importancia a lo enciclopédico –películas, premios, años, números– que a los balances posteriores sobre ello.
Marlon sin máscaras
¿Por qué Marlon Brando, el terror de las producciones en California, el que lo podía conseguir todo, absolutamente todo, dejó tanta cinta sobre sí mismo? Riley, después de años de investigación, piensa que el actor norteamericano siempre se sintió erróneamente representado. Aunque más bien parecería, después de escuchar su testamento, que necesitaba decir cosas que difícilmente encuentran un formato adecuado. Preguntarse, sin mucha esperanza en obtener respuestas convincentes, sobre todo en momentos de derrota, cosas como: ¿qué sentido tiene todo esto?
Como es lógico, en un primer nivel del discurso se repasa cronológicamente su vida: los maltratos de un padre que siempre lo despreció y la delicada sensibilidad de una madre alcohólica; sus primeros pasos en el teatro de la mano de la importantísima Stella Adler junto a las técnicas utilizadas para llegar a la perfección al interpretar, por ejemplo, el papel de un parapléjico; la avasalladora época del primer premio Oscar por On the Waterfront (1954), convirtiéndolo en el actor más joven en conseguirlo; los altibajos en la calidad de los papeles que seleccionaba –que curiosamente coinciden con los altibajos en su manera de concebir su trabajo y, en el fondo, su vida–; las batallas de Brando como activista a favor de los movimientos afroamericanos e indígenas norteamericanos; varias anécdotas sobre rodajes concretos, como haber reescrito el guion de Apocalipsis Now (1979) y prácticamente haber dirigido algunas escenas a pesar de Coppola, o como la percepción de haber sido traicionado por Bertolucci al impregnar demasiado de su interioridad en el personaje de El último tango en París (1972).
El documental muestra la irrevocable realidad de que cada decisión nos configura paulatinamente en el tiempo –y configura también la vida de otros
Pero, al final, lo más importante está en ese segundo nivel del discurso, ese que aporta la voz de Marlon Brando al reconocer, por ejemplo, que ha fallado como padre. Al reconocer que quisiera regresar en el tiempo y hacer las cosas de una manera distinta. Al tratar de burlar, con unas miserables grabaciones de audio en cassette, la irrevocable realidad de que cada decisión nos configura paulatinamente en el tiempo –y configura también la vida de otros.
Riley no deja pasar la ocasión de subrayarlo, al mostrarnos a un Marlon Brando extasiado con su bellísima hija adolescente cantando canciones infantiles, sacando la lengua y riendo frente al lente de una cámara casera, para después pasar a los noticieros que dan cuenta de su ahorcamiento. “The horror”, diría un Brando subido en kilos, afeitado la cabeza, sombreados los párpados e iluminado media cara, cuando adaptó la novela El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. El horror. ¿Qué pasó en la historia de su hija entre esos dos momentos? ¿Es la misma persona?
“Do it differently”
En muchos momentos de la película se utiliza una proyección digital del contorno de la cara de Marlon Brando para que sea él mismo quien pronuncie sus fragmentos de guion. Como si fuera el padre de Hamlet que se aparece para buscar algún tipo de venganza. Y es especialmente doloroso cuando, al comparar la vida a una improvisación sobre las tablas, Brando dice que espera que le coloquen un micrófono en el ataúd para poder decir: “do it differently”. Para poder, de la misma manera como lo hacía en los estudios de grabación, repetir la escena.
Riley se sirve de una gran cantidad de grabaciones que dejó el actor, no solo de pensamientos personales, sino de conversaciones con amigos y hasta de listas de cosas por hacer
Y, a propósito de Hamlet, son varias veces las que el protagonista del documental hace referencia a la concepción de Shakespeare del teatro –del cine– como un espejo frente a la naturaleza. O a la proyección que hace el espectador de sus propios afectos o tendencias a partir de una película. En fin. Listen to Me Marlon –que, dicho sea de paso, “escúchame, Marlon” es el inicio de unas palabras dichas de un Marlon Brando agonizante a otro Marlon Brando agonizante– es el sincero testimonio de la caída de un semidiós de las pantallas. Es una película que toma cortantes fragmentos de audio que dicen “si nunca fuiste amado, no sabes dónde está, cómo se ve, cómo suena, lo buscas en los lugares más remotos para encontrarlo”, y los pega junto a la esperanza que deposita esa misma voz en el breve momento de creación, de salida de sí, de empatía, que le dio el cine.