Cuando se empezó a generalizar el uso de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en el mundo educativo, muchos analistas pronosticaron que se produciría una nueva brecha entre los alumnos más aventajados y los menos: la llamada “brecha digital”. Entonces se pensaba que esta desigualdad afectaría principalmente al acceso a Internet de unos y otros. Los primeros verían aumentada su ventaja por su mayor facilidad para conectarse, mientras que los más pobres quedarían aún más atrás. Sin embargo, el rápido desarrollo de la conectividad en los hogares ha provocado que la temida brecha haya sido menor de lo previsto, sobre todo en los países más desarrollados.
Un reciente informe de la OCDE ha analizado el acceso a Internet, el tiempo de conexión y el uso que le dan los estudiantes en más de 40 países. Si se dejan de lado unas pocas zonas menos desarrolladas –fundamentalmente en Latinoamérica, Asia y Oriente Medio–, la brecha de acceso entre los alumnos pobres y los ricos es muy reducida: en la mayoría de los casos, el porcentaje de hogares pobres sin Internet no supera el 10%.
Tampoco hay brecha en el tiempo que pasan en la red: de hecho, suelen ser los estudiantes más pobres los que están por delante. Así ocurre en casi toda Europa (salvo Polonia, Eslovaquia, Letonia y Portugal), e incluso en Japón, donde la brecha de acceso que sufren los hogares desaventajados es grande. De media, el estudiante de la OCDE navega durante 135 minutos al día durante el fin de semana.
Sí se percibe una brecha en cómo usan Internet. El porcentaje de estudiantes pobres que dicen jugar a un videojuego online al menos una vez por semana es ligeramente superior al de alumnos ricos. En cambio, es mucho más frecuente la lectura de noticias o la búsqueda de información práctica entre los estudiantes acomodados: el 83% de ellos lo hace semanalmente, frente a solo un 68% de los otros.
Estas cifras sugieren que, al menos en la mayoría de países desarrollados, la brecha digital se debe, más que a una cuestión de recursos o de tiempo, al comportamiento de los estudiantes.
Algo parecido está ocurriendo con los MOOC (cursos masivos online y abiertos). Como cuenta The Atlantic, varios estudios han revelado que se están apuntando sobre todo estudiantes de alto nivel económico. Detrás de esta brecha hay varias explicaciones posibles: puede deberse a que los hogares pobres carecen de información sobre esos cursos o les faltan habilidades digitales para acceder a ellos; o al hecho de que los MOOC no tienen convalidación oficial, lo que desincentiva a los que no pueden permitirse el lujo de dedicar tiempo a algo que no les va a reportar un título; o quizá el mayor interés por aspectos académicos entre los ricos explique otra parte.
Sea como fuere, los estudiantes de menos recursos parecen no estar aprovechando su acceso a Internet para mejorar su educación, en la misma medida que los ricos.