El concilio celebrado en Creta del 19 al 27 de junio no ha logrado el objetivo que se había propuesto: proclamar la unidad de la Iglesia ortodoxa. Pero la aprobación unánime de una encíclica y de varios documentos por parte de las diez Iglesias autocéfalas que han participado, indica que las divisiones no son insalvables. Ahora, estas Iglesias tendrán que pensar cómo reintegrar a las otras cuatro Iglesias que no asistieron.
Las expectativas puestas por los ortodoxos en el “gran y santo concilio” eran enormes. Se venía preparando desde hace décadas, e iba a ser el primero en más de mil años que reuniera a los líderes de las catorce Iglesias autocéfalas. Pero tres semanas antes del encuentro empezaron los problemas: entre el 1 y el 10 de junio, las Iglesias de Bulgaria, Serbia, Antioquía y Georgia pidieron el aplazamiento del concilio. La puntilla final llegó el 13 de junio, cuando el Patriarcado de Moscú –la mayor Iglesia ortodoxa– se unió a la petición.
Sin embargo, el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, decidió seguir adelante con la convocatoria según lo acordado en la última asamblea o “sinaxis” de los catorce primados, celebrada en enero de 2016. Las sesiones preparatorias comenzaron el 16 de junio, y el concilio, el 19. A las nueve Iglesias que había confirmado su presencia se unió finalmente la de Serbia.
El urgente deber de reunirse
En la sesión inaugural del concilio, Bartolomé I, a quien correspondía presidirlo en virtud de su primado honorífico entre los ortodoxos, hizo una larga exposición teológica e histórica en la que explicó por qué la sinodalidad es un rasgo esencial de la Iglesia ortodoxa. De ahí que la suspensión de la actividad sinodal “solo esté justificada por circunstancias históricas insalvables”. Pero en la actualidad, añadió, no se da ninguna circunstancia de este tipo: “Si hubiéramos aplazado la convocatoria de este concilio, seríamos responsables ante Dios y ante la Historia”.
La Iglesia ortodoxa rusa insiste en que, si no están todas las Iglesias, no hay concilio panortodoxo
La “sinaxis” de los primados hizo patente esta urgencia por convocar el concilio, y eligió la fiesta de Pentecostés –que este año caía el 19 de junio, según el calendario ortodoxo– como fecha de inicio. Según Bartolomé I, en esa asamblea “se aprobaron por unanimidad” los documentos que habrían de votarse en el concilio. “No olvidemos que estos documentos fueron redactados por representantes de las catorce Iglesias y que a cada uno se le pidió que estuviera en completo acuerdo con su contenido”.
No obstante, estaba previsto que cada Iglesia pudiera hacer enmiendas a los textos aprobados. Entre otras cosas, porque a la vuelta de la “sinaxis”, varias Iglesias tendrían que lidiar con las objeciones que en sus propias filas se pusieran a los documentos. El concilio serviría para discutir las enmiendas y buscar una posición común a todas las Iglesias ortodoxas. Los textos solo se modificarían si las enmiendas de cada Iglesia eran aceptadas por el resto. En caso contrario, prevalecería la redacción de los documentos tal y como habían sido aprobadas en la “sinaxis”.
No sin mis enmiendas
De acuerdo con esta exposición de los hechos, se comprende la perplejidad de Bartolomé I cuando las Iglesias de Antioquía, Rusia, Bulgaria y Georgia pidieron posponer el concilio bajo amenaza de no asistir. Según el patriarca, estas Iglesias “tuvieron todas las oportunidades para plantear las cuestiones a las que ahora apelan para justificar su ausencia, y de hacerlo antes de convenir con nosotros y de adherir sus firmas a la convocatoria del gran y santo concilio”.
Pero esta versión es la que niega el Patriarcado de Moscú. En un comunicado con fecha del 13 de junio, los rusos explican que el Patriarcado de Antioquía no firmó la convocatoria del concilio ni tampoco uno de los documentos que iban a discutirse, el relativo al sacramento del matrimonio y sus impedimentos. Este texto –continúa el comunicado– tampoco fue firmado por la Iglesia de Georgia. Y critica que no se haya hecho nada por atajar estas diferencias.
Y luego está la cuestión de las enmiendas presentadas por algunas de las Iglesias que no acudieron al concilio (entre otras, la rusa). El Patriarcado de Moscú advirtió en ese comunicado que el concilio habría de “examinarlas con atención con el objetivo de encontrar el consenso panortodoxo necesario” para la validez de sus decisiones. Ahora, a la luz de la intervención de Bartolomé I, se entiende mejor por dónde iba la advertencia: parece que la Iglesia ortodoxa rusa estaba exigiendo que los documentos adoptados en la “sinaxis” incorporasen las enmiendas, como requisito para considerarlos aprobados por “unanimidad”. En la práctica, esto supondría dar a las Iglesias un poder para vetar los documentos que no recogiera sus enmiendas.
Tras el comunicado del día 13, el Patriarcado de Moscú ha publicado otros en los que repite sobre todo un mensaje: dado que algunas Iglesias han decidido no asistir al concilio, es mejor posponerlo pues sin ellas no será panortodoxo y, por tanto, sus decisiones no tendrán validez para las catorce Iglesias.
Unanimidad… entre los asistentes
El mensaje final aprobado por las Iglesias asistentes no menciona el desencuentro de los días previos. Tan solo hay una alusión remota: tras subrayar que “la prioridad principal del concilio era proclamar la unidad de la Iglesia ortodoxa”, reconoce que “la unidad existente necesita ser fortalecida”. Para ello, recoge la propuesta realizada por varias Iglesias de celebrar un concilio panortodoxo cada siete o diez años.
Además de este mensaje, las diez Iglesias han aprobado por unanimidad una encíclica y los seis documentos previstos para este concilio: la misión de la Iglesia ortodoxa en el mundo actual; la diáspora ortodoxa; la autonomía de una Iglesia y su forma de proclamación; el sacramento del matrimonio y sus impedimentos; la importancia del ayuno y su observancia hoy día; y las relaciones de la Iglesia ortodoxa con el resto del mundo cristiano.
El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, considera que no había razones de peso para posponer el concilio
Para Alberto Melloni, profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad de Módena y Reggio Emilia y en la de Bolonia, el consenso alcanzado por estas diez Iglesias supone una victoria del patriarca ecuménico de Constantinopla sobre el intento del Patriarcado de Moscú de ganar –a través del poder de veto– más peso en el concilio. “Bartolomé puede agradecer al patriarca Kiril y al metropolita Hilarión por darles un concilio que ha sido capaz de llegar a un consenso”, declara al National Catholic Register. A juicio de Melloni, la unanimidad “prueba la capacidad de los ortodoxos para reunirse como una comunidad global”.
Pero este optimismo es exagerado. Las tensiones por el concilio evidencian el delicado momento que viven los ortodoxos. ¿Acatarán las cuatro Iglesias ausentes la encíclica y los seis documentos aprobados? A fecha de hoy, la página web del Patriarcado de Moscú no los menciona. En cambio, recoge la carta que el patriarca de Moscú, Kiril, dirigió a los recién llegados a Creta el 17 de junio. Pese al tono cordial, deja claro que no reconoce el carácter panortodoxo del concilio: “Confío en que, si hay buena voluntad, el encuentro en Creta puede ser un paso importante para superar las presentes diferencias. Podrá hacer una contribución propia para la preparación de ese gran y santo concilio que habrá de unir a todas las Iglesias autocéfalas sin excepción…”.