Las reacciones de los gobiernos europeos a la crisis de los refugiados han sacado a la luz el choque entre dos posturas opuestas: la de quienes cierran filas en torno a Bruselas y Berlín para buscar una solución conjunta; y la de quienes, cansados de esperar, han empezado a actuar por su cuenta. La duda es si las discrepancias responden a una crisis política puntual, o si revelan un desgaste más profundo del sueño europeo.
La crisis migratoria no es la única que preocupa a Bruselas. Otras son: el riesgo de que el Reino Unido abandone la Unión Europea (UE) en el referéndum del 23 de junio, la deuda griega, el auge de los populismos, las tensas relaciones entre la Comisión Europea y Polonia… Y todo esto sin haber remontado aún las consecuenci…
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