Las trabas a la libertad de expresión en los campus norteamericanos están llevando a cada vez más universidades a adherirse a la Declaración de Chicago, pensada para promover la libre discusión frente a las posturas políticamente correctas.
Purdue, Princeton, American University, Johns Hopkins, Chapman, Wisconsin y Winston-Salem State son algunas de las universidades que han decidido poner en práctica los principios contenidos en la llamada Declaración de Chicago, publicada en 2015 por el Comité para la Libertad de Expresión de la Universidad de Chicago. La declaración comenzó a ser difundida entre las universidades estadounidenses a partir del pasado septiembre, gracias a una campaña nacional promovida por la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación (FIRE).
Pocos días antes de que FIRE lanzara la campaña, el presidente Obama criticó ante un grupo de jóvenes en Iowa el modo en que se boicotea a muchos ponentes que son invitados a hablar en los campus: “No deberíais silenciarle diciendo: ‘No puedes venir porque soy demasiado susceptible para escuchar lo que tienes que decirme’. Esa no es la forma de aprender”.
A la hora de abordar los límites de la libertad de expresión, el texto apela a la responsabilidad de cada profesor o alumno
La Declaración de Chicago nació precisamente para contrarrestar el clima de censura que hoy se vive en los ambientes universitarios de Estados Unidos. “Geoffrey Stone, de la Facultad de Derecho de Chicago, fue nombrado jefe de un comité que reafirmara los principios de libre expresión de la universidad”, explica The Economist en un reciente artículo.
El comité liderado por Stone redactó un documento breve y directo que, aunque no ha solucionado la polémica, sí ha contribuido a plantearla de otro modo: desde la pregunta por la misión de la institución universitaria. Tal y como afirmaba el propio Stone, “una enérgica libertad de expresión es esencial para la misión de una gran universidad”.
¿Proporcionar seguridades o provocar el pensamiento?
La Declaración de Chicago hace un breve repaso de algunos acontecimientos de la historia de esta universidad que contrastan vivamente con las polémicas más recientes. En 1932, por ejemplo, una organización estudiantil invitó como ponente a William Z. Foster, entonces candidato a la presidencia por el Partido Comunista. Frente a las numerosas quejas que despertó esta invitación, el rector de Chicago insistió en que el “remedio” a las ideas que no nos gustan “está en el debate abierto, no en la inhibición”. También afirmó que “la libertad de investigación es indispensable para una vida lograda, que las universidades existen en aras de esta búsqueda, y que sin ella dejarían de ser universidades”. En 1968, año de revueltas en el mundo universitario, el entonces rector habló en la lección inaugural del compromiso con la libertad de investigación como la “herencia” que habían recibido.
“La educación no debería estar encaminada a proporcionar seguridades a la gente, sino a hacerles pensar. Las universidades deberían favorecer las condiciones para que el pensamiento riguroso –y, por consiguiente, el desacuerdo, el juicio independiente y el cuestionamiento de asunciones obstinadas– pueda prosperar en un ambiente de gran libertad”, sostiene la declaración citando a Hanna Holborn Gray, rectora de Chicago hasta 1993.
La responsabilidad personal como límite
“La educación no debería estar encaminada a proporcionar seguridades a la gente, sino a hacerles pensar” (Hanna Holborn Gray)
“La libertad para debatir y discutir el valor de las ideas opuestas no significa, por supuesto, que las personas puedan decir lo que quieran y donde quieran”, explica la declaración. A la hora de abordar los límites de la libertad de expresión, el texto opta por no entrar en casuísticas, apelando a la responsabilidad de cada profesor o alumno “por mantener un clima de respeto mutuo”.
No le corresponde a la universidad pronunciarse oficialmente, sino a los miembros de la comunidad universitaria: “Promover la habilidad de los miembros (…) para abordar los debates y discusiones de forma efectiva y responsable es, de hecho, una parte esencial de la misión formativa de la universidad”, afirma el texto de Chicago.
En los meses transcurridos desde septiembre, FIRE ha contactado con cientos de profesores, estudiantes y colleges de todo el país, invitándoles a respaldar la declaración. También ha diseñado un documento modelo, similar al de Chicago, para aquellas instituciones que prefieran redactar su propia declaración.
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