Dentro el mensaje del Papa a los EE.UU., su discurso en el Congreso es el más significativo de lo que espera de este país. El Papa tomó como puntos de referencia cuatro ilustres norteamericanos – Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton– como ejemplos de ciudadanos que supieron contribuir a forjar un mundo mejor. Adoptaba así una perspectiva positiva, enraizada en el patrimonio cultural americano, para destacar ejemplos inspiradores de lo que hay que hacer hoy.
Libertad frente a fundamentalismo
El Papa pidió abolir la pena de muerte y acabar con el tráfico de armas
La figura de Abraham Lincoln, defensor de la libertad, le dio pie para hablar de cómo luchar contra los conflictos violentos tan frecuentes en el mundo de hoy.
“Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar”.
Advirtió contra “el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos”, y señaló el riesgo de que “en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior”, copiando su odio y su violencia.
En medio de una polarización muy acusada en la vida política americana, no habrá pasado inadvertida su llamada a “una renovación del espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de la historia de los Estados Unidos”.
A los representantes del pueblo, Francisco les recordó que “si es verdad que la política debe servir a la persona humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que renuncia a intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social”.
Sin exclusiones
La acción de Martin Luther King le sirvió para hablar del “sueño” de construir el futuro respetando los derechos de todos y sin exclusiones. En este punto Francisco les dijo que “les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes”, y en un mundo que está afrontando la mayor crisis de refugiados desde los tiempos de la II Guerra Mundial.
Ante un Congreso que no acaba de resolver la cuestión migratoria, el Papa evocó a “los miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades” Para darles un respuesta adecuada, Francisco invocó la regla de oro: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes» (Mt 7,12).
Ante la cuestión migratoria, el Papa invitó a “tratar a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados”
“Esta regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como queremos ser acompañados”.
Esta misma regla de oro nos recuerda, dijo, “la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo”. Esta sería la única alusión implícita a la cuestión del aborto, pero el Papa centró explícitamente esta doctrina en la abolición de la pena de muerte. “Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito”. En esta tema el Papa se unió al llamamiento de los obispos para la abolición de la pena capital frente a una opinión pública y una clase política aún reticente a dar este paso.
Sacar a la gente de la pobreza
Luego el Papa invocó la figura de Dorothy Day, fundadora del Movimiento del trabajador católico, cuya causa de canonización está iniciada, para referirse a la lucha contra la pobreza. Reconoció que se ha trabajado mucho en estos primeros años del tercer milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza, pero expresó su convicción de que se puede hacer más, y que en estos tiempos de crisis económica no se puede perder ese espíritu de solidaridad internacional.
Quizá como respuesta a los que dicen que Francisco habla mucho de redistribución de la riqueza y poco de crearla, esta vez recalcó: “No es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y sostenible”.
Esta apelación al espíritu emprendedor puede resultar más atractiva para quienes se preguntan si Francisco ve con buenos ojos la libre iniciativa del modelo económico americano.
Diálogo para la paz
Al mismo tiempo, Francisco ha querido enrolar al Congreso en el esfuerzo “para evitar las más graves consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana”. Citando la Laudato si’, ha proclamado que “ahora es el tiempo de acciones valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» y una «aproximación integral para combatir la pobreza””.
Finalmente, invocó al monje cisterciense Thomas Merton, que “fue sobre todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones”.
“Si la política debe servir a la persona humana, no puede ser esclava de la economía y de las finanzas”
Al escoger la figura de un monje que en sus escritos mostró su gran preocupación por la paz en la época de la guerra de Vietnam y de la proliferación nuclear, el Papa Francisco hizo hincapié en la necesidad del diálogo en la escena internacional. “Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos. Esto ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta de responsabilidad”, dijo el Papa. Una doctrina que lo mismo podría servir para el reciente acercamiento entre Cuba y EE.UU., que para el discutido acuerdo con Irán.
En cambio, los conflictos bélicos son alimentados por los que se enriquecen con la venta de armas letales a las partes enfrentadas. Y aquí el Papa fue rotundo: “Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas”.
Preocupación por la familia
Por último, el Papa se refirió a la familia, como elemento fundamental en la construcción del país. Aunque el tema lo tratará más a fondo en el Encuentro Mundial de las Familias, en Filadelfia, el Papa es bien consciente de que muchos de los problemas sociales, también en EE.UU., tienen su raíz en la desestructuración familiar.
“No puedo esconder –dijo– mi preocupación por la familia, que está amenazada, quizás como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia”.
Y dentro de los problemas familiares, mencionó especialmente la situación de los jóvenes: “Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario, tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar una familia”.
Al escoger a estos cuatro americanos, con sus cuatro sueños, el Papa Francisco ha apelado a grandes momentos de la historia del pueblo americano: “Una nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres «soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton”.