Las noticias sobre muertes de inmigrantes que naufragan cuando intentan arribar a Italia también llegan a África, pero no disuaden a los que esperan su turno en la orilla sur del Mediterráneo o, aún en sus países, ahorran para hacer el viaje. Tampoco han impresionado mucho o han hecho reaccionar a los Estados de donde proceden los balseros. La determinación de escapar de la guerra, la represión o la pobreza sin esperanzas de mejora es muy firme, y el flujo de balseros, imparable en la práctica. A Europa no le cabe sino rescatarlos, para que mueran los menos posibles en la travesía.
Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 37/15
Las oleadas de inmigrantes por mar hacia la Unión Europea (UE) no son un fenómeno nuevo. E…
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