El 22 de mayo se celebra en Irlanda un referéndum sobre si hay que cambiar la Constitución para definir el matrimonio como la unión entre dos personas sin distinción por su sexo. Como en cualquier asunto sometido a referéndum, se supone que ambas partes deben poder exponer sus argumentos. Pero en este caso el mero hecho de que alguien defienda el “no” se presenta como ofensivo.
(Actualizado el 22-05-2015)
La opinión pública parece claramente favorable (las encuestas vaticinan un apoyo de entre el 60% y el 70%), pero se muestra más dividida en el tema de la adopción. El pronóstico sería mucho más fácil si hubiera que basarse en la opinión de los medios de comunicación. Prácticamente todos han mostrado su apoyo incondicional al “sí”. La campaña a favor del matrimonio homosexual ha tomado un tinte monopolístico: los partidarios de la enmienda constitucional tienden a describir a sus oponentes como agentes peligrosos para el bien público, guiados por intereses ocultos y enemigos del progreso. Así se justifica que sus opiniones deban ponerse en cuarentena.
Otro elemento distorsionador del fair play en la campaña tiene que ver con la financiación. Como cuenta Mercatornet, Atlantic Philanthropies (una de las mayores fundaciones privadas del mundo, cuyo presidente es un norteamericano de origen irlandés) ha donado bastantes millones de euros a la causa LGTB. Varias organizaciones de las que están pidiendo el “sí” han reconocido la importancia de este apoyo económico, que ha sido criticado por distintos medios del país. Incluso se ha organizado una petición online (que ya cuenta con más de 13.000 signatarios) para protestar por lo que se considera una injerencia y una forma de comprar los votos.
Otra manifestación de este clima enrarecido es la hipersensibilidad ante lo que se percibe como una amenaza a la libertad de expresión (la propia, claro; la de los demás es harina de otro costal). En diciembre del año pasado, la Autoridad Irlandesa para la Difusión (BAI, pos sus siglas en inglés) tuvo que publicar un comunicado aclarando que no había obligado a ningún medio a exponer la visión del “no” para equilibrar los debates sobre el matrimonio homosexual. Según una periodista, la BAI habría exigido que durante la presentación de su libro “En nombre del amor” en un programa de radio, interviniera una persona con una opinión contraria al matrimonio homosexual.
La Autoridad Irlandesa para la Difusión ha tenido que recordar la necesidad de “una cobertura equitativa”
La autora puede tener razón al oponerse a que en cualquier debate polémico en los medios se deba guardar una estricta proporcionalidad respecto al número de defensores de una y otra postura; sin embargo, que la BAI recuerde a propósito del incidente la necesidad de “una cobertura equitativa” da pistas sobre qué está ocurriendo con la campaña por el matrimonio homosexual en Irlanda.
Incluso algunos de sus defensores han levantado la voz contra el monopolio del “sí” en los medios. En un artículo significativamente titulado “No hay debate si una parte no puede hablar”, Eilis O’Hanlon explica que “en algún momento de la polémica se ha asumido que no solo es homófobo admitir dudas sobre el matrimonio del mismo sexo; también lo es señalar que aquellos que las tienen deberían poder expresarlas”.
Al igual que han hecho en otros países, los partidarios del “sí” venden su postura como una cuestión de libertades para una minoría, y no como una redefinición del matrimonio: “no hacemos daño a nadie, solo queremos que nos dejen casarnos”, es el mensaje más repetido. Sin embargo, varias voces dentro de la Iglesia católica han alertado de que si gana el “sí”, podrían comenzar las presiones para que las instituciones eclesiásticas reconozcan la nueva realidad si quieren seguir recibiendo el apoyo, institucional y económico, del Estado. Hace dos semanas, el gobierno anunció que había bloqueado la subvención a una agencia católica de asesoramiento matrimonial. No es la primera vez que ocurre algo parecido: dos años atrás, el ejecutivo amenazó con retirar la financiación a los hospitales católicos por una disputa en torno al aborto.
Salud emocional a cambio de libertad de expresión
Brendan O’Neill, editor de la web de ideología libertaria Spiked, recoge varios ejemplos de cómo algunos partidarios del “sí”; están tratando de silenciar al oponente en este debate.
Una de las razones invocadas para suprimir las opiniones políticamente incorrectas es la salud emocional de la población. La Sociedad Irlandesa de Psicología, por boca de su presidente, advirtió del potencial efecto dañino de ciertas investigaciones que señalan ventajas en los niños criados por matrimonios heterosexuales. Según Paul D’Alton, que según ha contado sufrió durante su juventud el estigma asociado a su condición de homosexual, esas conclusiones “contradicen la posición de los profesionales de la materia en todo el mundo”; para demostrarlo cita una palabras de la Asociación de Psicólogos Americanos (APA) acerca de la falta de evidencia científica en el tema de la crianza por padres del mismo sexo.
Una de las razones invocadas para suprimir las opiniones políticamente incorrectas es la salud emocional de la población
Sin embargo, D’Alton no parece recordar otras investigaciones con conclusiones diferentes sobre el tema; particularmente una (cfr. Aceprensa, 28-06-2012) que desveló el poco rigor científico de los 59 estudios utilizados por la APA para declarar que los hijos en matrimonios homosexuales se crían tan bien como los demás. Quizá, con esta omisión D’Alton ha querido ahorrar a la población esos efectos dañinos que al parecer provoca el conocer opiniones distintas a la propia.
Paradojas de lo políticamente correcto
Otro de los recursos para no entrar en el debate de ideas es asegurar que la postura del “no” podría incitar al odio a través de la violencia verbal. En el Irish Times, Una Mullally, la misma periodista que acusó al BAI, pedía la creación de un organismo de control para vigilar “la retórica inevitablemente destructiva que caracterizará una postura” en la discusión sobre el matrimonio homosexual (es fácil adivinar cuál). Sin embargo, en ese mismo artículo, la autora declaraba sin aparente sensación de poder estar ofendiendo que “la doctrina de la Iglesia católica sobre el tema es homófoba”.
Sin embargo, esta indignación respecto del disidente convive frecuentemente con la superficialidad en los propios argumentos. Una muestra de la poca profundidad de ciertos razonamientos se puede ver en “No hay debate si una parte no puede hablar”. A pesar de que O’Hanlon sí reclama una discusión abierta y respetuosa con los que piden el “no”, despacha su opinión sobre si dos homosexuales pueden casarse con la siguiente comparación: debido a que el matrimonio es solo un contrato particular asumido por el Estado, “reservarlo únicamente para contrayentes de distinto sexo tiene tan poco sentido como conceder préstamos hipotecarios solo a las personas que hablen esperanto”. El sentido social del matrimonio no parece merecerle a O’Hanlon más reflexiones.
Este tipo de argumentos apunta a otro comportamiento paradójico: los defensores del “sí” suelen describirse como librepensadores y luchadores irreductibles en pos de un ideal, pero al mismo tiempo no dudan en abrazar un positivismo legal bastante conservador y muy poco idealista: “si la ley declara que dos gays pueden casarse, no hay más que debatir”.
Cualquier oposición al matrimonio gay es tachada como homofóbica
Enfoques nuevos contra los tópicos
La campaña a favor del matrimonio homosexual insiste en etiquetar los argumentos contrarios como prejuicios derivados de concepciones morales o religiosas irracionales. De ahí que entre los defensores del matrimonio tradicional haya quien esté enfatizando los aspectos políticos, demográficos o sociales del debate.
Bruce Arnold es un periodista y escritor inglés radicado en Irlanda desde hace más de 50 años. Se hizo famoso por haber sido víctima de escuchas telefónicas por parte del gobierno irlandés en los años 80. También se le conoce por ser un látigo de la Iglesia católica en el país. Sus argumentos a favor del “no” en el referéndum no son sospechosos de estar dictados por la jerarquía eclesiástica.
En un informe publicado con otros periodistas y expertos, Arnold explica las consecuencias negativas que tendría para Irlanda aprobar el matrimonio homosexual. No habla de religión en ningún momento, ni tampoco alude a cuestiones morales. Se centra en aspectos legales y sociales: por ejemplo, critica la idea de que la victoria del “sí” solo implicaría extender a todo el mundo un derecho ya existente; en su opinión, se crearía un nuevo derecho, ya que la institución a la que da acceso sería reformulada esencialmente. También señala posibles efectos colaterales, como la extensión de los vientres de alquiler, con la explotación de mujeres y los conflictos familiares que generalmente comporta.