En un artículo publicado en Spiked (2-04-2015), Tim Black argumenta que en una sociedad liberal cada uno debe de ser libre de conducir su vida y sus negocios conforme a sus ideas.
“Es una lamentable ironía que aquellos que se consideran liberales estén destrozando activamente los ideales liberales (…) En su celo por luchar contra la discriminación, a menudo con la ley a su rueda, han transformado el liberalismo que profesan en su contrario: una intolerancia involuntaria, en la que principios liberales básicos, desde la libertad de conciencia a su corolario la libertad de asociación son pisoteados en una precipitada carrera para crear una sociedad que reconozca el derecho al matrimonio gay y luche contra la transfobia. El camino hacia la intolerancia está empedrado de buenas intenciones”.
Esta dinámica intolerante se observa en la reacción frente a las leyes de libertad religiosa como la de Indiana. “Los principios liberales han sido desviados por las políticas de identidad. La libertad religiosa, la libertad de actuar conforme a la propia conciencia, se considera ahora un problema, una omnipresente amenaza para la política del ‘respétame’ crecientemente respaldada por el Estado y que es ahora predominante”.
Los que hacen campaña contra estas leyes de libertad religiosa aducen que “la discriminación debe ser erradicada. Dar una protección legal, como la ley de libertad religiosa promete, significaría que un pastelero cristiano no tendría que hacer una tarta con lemas a favor del matrimonio gay, que las instituciones católicas no tendrían que aceptar anuncios de clínicas abortistas, que, en suma, el creyente no tendría que partir el pan con aquellos a los que desaprueba. Y esto es terrible. La discriminación –el resultado de individuos que ejercen su libertad de conciencia– destruiría el entramado social”.
Pero, comenta Tim Black, “el acto de discriminar, de decidir asociarse con gente que piensa del mismo modo, y de no hacerlo con los que piensan lo contrario, es en realidad un aspecto fundamental de una sociedad liberal. Si se hace campaña contra esta libertad, si se pide más leyes antidiscriminación, y normas más estrictas en favor de la igualdad, la sociedad liberal comienza a deshacerse”. Este tipo de legislación “acaba violando la libertad de la gente para vivir su vida como le parece bien, para pensar, creer y asociarse libremente”.
“La libertad de conciencia, y su principal expresión, la libertad religiosa, y su consecuencia, la libertad de discriminar, deben ser aspectos fundamentales de cualquier sociedad que se considera liberal o, más aún, tolerante. Esto significa que cuando se trata de la libre asociación de hombres y de mujeres en la sociedad, el poder civil, el Estado u otro, no tiene poder. La gente debe de ser libre de asociarse con los que comparten sus ideas y de excluir a los que son de ideas contrarias”.