Del Papa Francisco: del “me gusta” al “le sigo”

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Que hay un fenómeno “Papa Francisco” en gran parte mundo (con la excepción importante de los países islámicos) es una realidad comprobable. En todo el siglo XX y en lo que va del XXI no ha habido un Papa que haya merecido tantos elogios y tanta aceptación por parte de cristianos no practicantes y por parte de no cristianos. Hasta Pablo Iglesias lo aplaudió con calor cuando Francisco fue al Parlamento Europeo el 25 de noviembre de 2014, a pesar de que, si Podemos llegase a gobernar, las cosas no irían nada bien para la Iglesia católica en España.

El próximo 13 de marzo se cumplirán dos años de su pontificado y en tan poco tiempo ha tomado medidas que han resultado muy populares: acercamiento a la gente más necesitada, reorganización de las finanzas del Vaticano, continuación de la lucha decidida contra los casos de pederastia, anuncio de una profunda reforma de la Curia, ampliación de la internacionalidad del colegio de cardenales… Y, sobre todo, un estilo de vida sencillo y austero que es alabado generalmente, sin que cunda mucho el ejemplo en otras personalidades del mundo.

Está claro que hoy por hoy la máxima referencia moral en el mundo es el Papa Francisco.

Muchos de los que lo elogian suelen ser muy selectivos a la hora de citar lo que el Papa dice

Información selectiva

Pero muchos de los que lo elogian suelen ser muy selectivos a la hora de citar y valorar lo que el Papa dice. Un último ejemplo, de hace unos días. En una charla informal con periodistas, mientras viajaba de Sri Lanka a Filipinas, el Papa contestó a una pregunta sobre el atentado islamista a la revista Charlie Hebdo. Dejando claro que no se puede utilizar el nombre de Dios para matar, dijo también que no es lícito insultar las creencias de la gente, es decir, que la libertad de expresión tiene límites, si no legales, sí morales. Y esto, claro, ha gustado ya menos en determinados círculos.

Los ejemplos podrían multiplicarse. En la primera parte del Sínodo de la Familia, el Papa, haciendo un resumen de los trabajos, dijo: “Ninguna intervención puso en duda las verdades fundamentales del sacramento del Matrimonio, es decir: indisolubilidad, unidad, fidelidad y apertura a la vida (cfr. Vaticano II, Gaudium et spes, 48; Código de derecho canónico, 1055-1056). Esto no se tocó”. Pero la mayoría de los comentarios de prensa no se hicieron eco de esas palabras.

Algo semejante ocurrió cuando el 28 de diciembre recibió a una asociación italiana de familias numerosas: “Queridos padres, estoy agradecido por el ejemplo de amor a la vida… a pesar de todas las dificultades y cargas de la vida, y que, lamentablemente, las instituciones públicas no siempre ayudan a aliviar”.

El Papa Francisco ha entendido muy bien que en esta cultura posmoderna es preciso hacer gestos que compongan una imagen aceptable por muchos

Queda ya bien en la sociedad española, como en otras, decir que Francisco es un papa distinto, que es un ejemplo, que es muy cercano… Pero seguirle en lo que enseña, que es la doctrina de la Iglesia católica, es otra cosa. En una sociedad en la que parecen predominar el gesto y la imagen, los contenidos últimos de esos gestos y de esas imágenes importan menos.

Del gesto al hecho

Sería bueno conocer estadísticas fiables sobre, por ejemplo, la asistencia a misa los domingos en España desde que el 13 de marzo de 2013 saliera elegido el Papa Francisco. En el barómetro del CIS, 2011, el 15,7% de los se declaraban católicos decían que iban a misa casi todos los domingos o varios días a la semana. En el de julio de 2014 la cifra aumentaba ligeramente, hasta el 16%. Es de esperar que gran parte del casi 60% de católicos que en los dos barómetros responden que no van a misa “casi nunca” (lo que suele ser nunca) tengan una excelente opinión del Papa Francisco, pero eso no les lleva a dar culto a Dios a través del misterio eucarístico, querido por Cristo.

Estamos en la época de las redes sociales y también allí está presente el papa, con unos ocho millones de seguidores en Twitter, cifra que se amplía a veces hasta diez. Pero es que Justin Bieber tiene más de treinta y ocho millones y Lady Gaga más de treinta y siete… Tener millones de seguidores en Twitter indica que se es popular, es decir, que a uno le siguen con ese genérico “me gusta” que no quiere decir mucho más. Se está en la superficie de la popularidad, no en su profundidad.

El Papa Francisco parece haber entendido muy bien que en esta cultura posmoderna es preciso hacer gestos que compongan una imagen aceptable por muchos. Él sabe que los gestos no valen mucho si no son la exteriorización de un trato asiduo con Dios, porque ha leído como tantos millones de cristianos aquello de “este pueblo me honra con los labios [o con el gesto], pero su corazón está lejos de mí”;. Por eso, cuando el Papa llega a la raíz de lo que es la vida cristiana, los “me gusta” disminuyen. Y es que esta es una civilización de la superficie en la que se rehúye todo lo que suena a coherencia y a autenticidad.

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