“No es posible callar, ni la comunidad internacional puede quedarse inerte ante esta masacre de personas motivada solo por su pertenencia religiosa o étnica, ante las personas crucificadas en las plazas públicas, ante el éxodo de miles de personas y la destrucción de los lugares de culto”.
Así enfatiza el comunicado final del encuentro sobre Oriente Medio, que ha tenido lugar entre el 2 y el 4 de octubre en el Vaticano con la presencia de los nuncios papales en Egipto, Israel-Palestina, Jordania, Irak, Irán, Líbano, Siria, Turquía, así como los representantes vaticanos ante la ONU y la UE, y el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, entre otros altos cargos de la Santa Sede.
En el texto de conclusiones, los participantes invitaron a no acostumbrarse a la violencia en la región, y apuntaron la necesidad de hacer todo lo posible para ayudar a las personas que están sufriendo, principalmente a las mujeres y niños de las zonas a donde ha llegado el terrorismo demencial del Estado Islámico, que se ha traducido en múltiples violaciones de las normas básicas del derecho humanitario internacional; en abusos que “no pueden dejar a nadie indiferente”.
La alternativa pasa necesariamente por “detener al agresor injusto, en el respeto del derecho internacional”, si bien los participantes estimaron que “no se puede encomendar la resolución del problema solo a la respuesta militar, sino que debe ser afrontado más profundamente a partir de las causas que lo originan y que son aprovechadas por la ideología fundamentalista. Los líderes religiosos cristianos y musulmanes deberían desempeñar un papel importante, colaborando para favorecer el diálogo y la educación en la recíproca comprensión, y denunciando claramente la instrumentalización de la religión para justificar la violencia”.
El comunicado indica además que no es posible resignarse a un Oriente Medio sin los cristianos, que están allí desde hace 2.000 años, y recuerda que ellos contribuyen al bien de las sociedades de la región en las que se encuentran insertados plenamente, y donde ejercen un rol fundamental como operadores de paz, de reconciliación y de desarrollo.
Neutralidad imposible
Frente a los intentos criminales de impedir esa convivencia constructiva, “la Iglesia no puede permanecer en silencio ante la persecución que sufren sus hijos, y la comunidad internacional no puede permanecer neutral entre los agredidos y el agresor”, refirió el secretario de Estado, Mons. Parolin, durante la misa celebrada en la última jornada con los representantes en Oriente Medio.
El purpurado exhortó a la comunidad cristiana a orar de modo constante y confiado, y a poner en marcha iniciativas que sirvan para sensibilizar a los gobiernos y a la opinión pública.
“Los cristianos perseguidos y todos los que injustamente sufren, deben poder reconocer en la Iglesia la institución que los defiende, que reza y actúa por ellos, que no teme afirmar la verdad, convirtiéndose en palabra para quienes no tienen voz, en defensa y apoyo para quienes han sido abandonados, para los prófugos y para los discriminados”.
Solucionar el conflicto en Tierra Santa
La paz en Tierra Santa es otra asignatura pendiente. El tema fue abordado durante el encuentro por el nuncio apostólico en Israel y delegado apostólico para Jerusalén y Palestina, Giuseppe Lazzarotto.
“Es central, para la estabilidad de Oriente Medio y para la paz de la región, la solución del conflicto israelo-palestino”, señaló. “Se habían abierto esperanzas de paz con la peregrinación del Santo Padre a Tierra Santa y el sucesivo encuentro de oración en el Vaticano”, añadió, y lamentó que el reciente conflicto en Gaza haya agravado la situación, “pero es necesario renovar los esfuerzos diplomáticos para una solución justa y duradera que respete los derechos de ambas partes en conflicto”.