En su visita de apenas 12 horas al pequeño país balcánico, el Papa Francisco alabó el ejemplo de los mártires, llamó a los jóvenes a responder con generosidad a Cristo y lanzó un mensaje categórico contra quienes usan la religión como pretexto de la violencia.
“Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por todo el ejemplo de tu fidelidad al Evangelio”, expresó el Papa Francisco durante la eucaristía celebrada el 21 de septiembre en Tirana, la capital de Albania, adonde efectuó una breve visita con dos objetivos fundamentales: confirmar en la fe a los católicos de esa tierra, sometida durante 40 años a una dictadura fieramente antirreligiosa, y constatar la buena salud de las relaciones existentes allí entre los fieles de la Iglesia de Roma, los ortodoxos y la mayoría musulmana, un modelo ejemplar de convivencia pacífica.
El Pontífice, quien fue recibido personalmente en el aeropuerto capitalino por el presidente Bujar Nishani, apuntó, en su visita de cortesía al mandatario, que ha pasado casi un cuarto de siglo desde que el país encontró el camino “arduo pero apasionante” de la libertad, gracias a lo cual ha podido iniciar su reconstrucción material y espiritual, y se ha abierto a la colaboración y al intercambio con los países de su entorno, pero también de toda Europa y el resto del mundo, por lo que mira al futuro “con confianza y esperanza”.
“Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio”
“Me alegro de modo especial —añadió— por una feliz característica de Albania, que debe ser preservada con todo cuidado e interés: me refiero a la convivencia pacífica y a la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones. El clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien precioso para el país y que adquiere un relieve especial en este tiempo en que, de parte de grupos extremistas, se desnaturaliza el auténtico sentido religioso, y en que las diferencias entre las diversas confesiones se distorsionan e instrumentalizan, haciendo de ellas un factor peligroso de conflicto y violencia”.
Un pueblo con muchos jóvenes
En su discurso en la sede presidencial, el Papa subrayó igualmente, que una vez pasado el invierno del aislamiento y las persecuciones, la Iglesia católica había podido retomar una existencia normal, restableciendo su jerarquía y reconstruyendo o edificando lugares de culto, así como centros educativos y asistenciales. “La presencia de la Iglesia y su acción es percibida justamente como un servicio, no solo para la comunidad católica, sino para toda la nación”, dijo.
Además, no olvidó hacer mención de la figura de la beata Madre Teresa, así como de los mártires que dieron testimonio heroico de su fe. La memoria de esos testigos de Cristo se hizo presente en la eucaristía oficiada a las 11 de la mañana en la plaza que lleva el nombre de la religiosa de origen albanés y alcance universal.
Tras la proclamación del Evangelio, el Papa recordó que el anuncio de paz de los mensajeros de Jesús no siempre ha sido bien acogido. “Hasta hace poco, también las puertas de vuestro país estaban cerradas, cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo de la verdad y de la libertad, hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su país, si bien había sido uno de los primeros en recibir la luz del Evangelio. En la segunda lectura que hemos escuchado se mencionaba a Iliria, que, en tiempos del apóstol Pablo, incluía el territorio de la actual Albania”.
El Pontífice recordó los decenios “de atroces sufrimientos y de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes”, por lo que no dudó en calificar a Albania de verdadera “tierra de mártires”: “¡Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron ante la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido! Me acerco espiritualmente a aquel muro del cementerio de Escútari, lugar-símbolo del martirio de los católicos, donde fueron fusilados, y con emoción ofrezco las flores de la oración y del recuerdo agradecido e imperecedero”.
“El clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien precioso para el país y que adquiere un relieve especial en este tiempo en que, de parte de grupos extremistas, se desnaturaliza el auténtico sentido religioso”
Con estos ecos de una historia rica en testimonios de valor, el Papa animó a los fieles a seguir buscando nuevas formas de presencia de la Iglesia en la sociedad, y llamó a las nuevas generaciones a responder con generosidad a Cristo. “En la vocación sacerdotal o religiosa encontrarán la riqueza y el gozo de darse a sí mismos para servir a Dios y a sus hermanos (…) Este es un pueblo con muchos jóvenes, y donde hay juventud hay esperanza”, les dijo.
Como “equipos de fútbol”
Al filo de las 16 horas, el papa Francisco se dirigió a la Universidad Católica Nuestra Señora del Buen Consejo, para un encuentro con los líderes de otras religiones y denominaciones cristianas.
Con los representantes de la comunidad musulmana, bektaski, ortodoxa, evangélica y judía a un lado, y con los obispos al otro, el Pontífice bromeó diciendo que eran como equipos de fútbol rivales, pero que estaban juntos “por el futuro de la patria y la humanidad”.
“Como creyentes, hemos de estar atentos a que la religión y la ética que vivimos con convicción y de la que damos testimonio con pasión se expresen siempre en actitudes dignas del misterio que pretenden venerar, rechazando decididamente como no verdaderas, por no ser dignas ni de Dios ni de los hombres, todas aquellas formas que representan un uso distorsionado de la religión. La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar en nombre de Dios es inhumano”.
Asimismo, alertó contra el fantasma del relativismo, pues no se puede dialogar como no sea a partir de la propia identidad, sin la cual “no puede existir diálogo”. “Sería un diálogo fantasma, que no sirve. Cada uno pertenece a la propia identidad religiosa y el Señor sabe cómo conduce la historia. Vamos al diálogo con la propia identidad, no fingiendo como si uno tuviera otra. Eso no sirve, es relativismo”.
Donde es fácil creer
En la catedral de Tirana, a donde acudió a rezar las vísperas, el Papa, conmovido por los testimonios directos de dos cristianos que padecieron la persecución comunista —el P. Ernesto Simoni, sacerdote diocesano, de 84 años, y Maria Caleta, una religiosa estigmatina— dejó a un lado el texto que tenía preparado e improvisó su intervención.
Refiriéndose a ellos, dijo: “Nosotros podemos preguntarles: ¿cómo hicieron para sobrevivir a tanta tribulación? Y nos dirán lo que hemos escuchado en esta frase del libro de los Corintos: ‘Dios es Padre misericordioso y Dios de toda consolación. Ha sido él que nos ha consolado’, con esta simplicidad”.
“Ay de nosotros si buscamos otra consolación. Ay de los sacerdotes, religiosos, religiosas, novicias, consagrados cuando buscan consolaciones lejos del Señor (…); sepan que si buscan consolaciones en otra parte no serán felices. Más aún, no podrán consolar a nadie, porque su corazón no estuvo abierto a la consolación del Señor”.
Terminado el oficio en la catedral de Tirana, el Santo Padre se dirigió al Centro de Asistencia Betania, que acoge a niños sin amparo paterno, en la localidad de Bubq Fushe-Kruje, a unos treinta kilómetros de la capital. En el templo de la instalación, dedicado a San Antonio de Padua, Francisco sostuvo un encuentro con los niños, el personal y los voluntarios que prestan su apoyo allí.
Al donarles una imagen del santo patrono de la casa, el Papa señaló que el centro es del tipo de sitios en el que la fe se vuelve “fácil”: “En lugares como este, todos confirmamos nuestra fe; se nos hace más fácil creer, porque vemos la fe hecha caridad concreta. La vemos dar luz y esperanza a situaciones de gran dificultad; vemos que se enciende de nuevo en el corazón de personas tocadas por el Espíritu de Jesús”.
Al impartir su bendición, Francisco extendió su enhorabuena a todos los centros que han surgido como fruto de la caridad, así como a todos los que desarrollan en ellos su voluntariado y a quienes los patrocinan con sus recursos. “Continúen con confianza sirviendo al Señor Jesús en los pobres y en los abandonados”, les exhortó.