“Una fosa común en un pozo negro ‘con los esqueletos de 800 niños’ en el lugar de un asilo irlandés para madres solteras”. El artículo así titulado del Daily Mail de Londres fue el desencadenante de una rápida serie de comentarios indignados contra la Iglesia católica, pues el asilo fue dirigido por monjas. El Daily Mail rebaja luego el tono, precisando que solo “se cree” que los restos son de los niños. También cita una fuente anónima que dice: “Nadie sabe el número total de niños que hay en la fosa”.
Si eso fuera lo único que se ignora… En realidad, mientras no se haga un análisis de los restos, no hay casi nada seguro en esta historia. Pero algunos no han querido esperar a cerciorarse antes de tronar contra la Iglesia y añadir el caso a la galería de los horrores católicos en Irlanda.
Un asilo propiedad del condado
Fuentes públicas y no anónimas permiten distinguir lo que se sabe a ciencia cierta de las meras suposiciones. Entre otras, un blog de Caroline Farrow y un artículo de Michael Cook en MercatorNet suministran muchos datos.
En Tuam (condado de Galway) funcionó de 1925 a 1961 un asilo para madres solteras y sus hijos regido por las Hermanas del Buen Socorro. Antes, el edificio había sido un asilo para pobres (workhouse se llamaba en Irlanda) y tenía un tanque de hormigón que servía de fosa séptica. Las monjas ya no lo utilizaron porque para entonces había alcantarillado.
El asilo era propiedad del condado, que costeaba el mantenimiento y daba una asignación a las religiosas para los gastos, incluidos los honorarios de los médicos. Ya en los años cincuenta, las instalaciones estaban deterioradas y se pidió al condado que pagase la rehabilitación del edificio, pero el costo pareció excesivo, y el asilo se cerró en 1961. El edificio fue demolido en la década siguiente.
Cuando hoy se clama contra la Iglesia por la reclusión de las madres solteras en los asilos, se olvida que la sociedad la aprobaba, y el Estado creaba y supervisaba aquellas instituciones
Una hipótesis sin confirmar
En 1975, unos niños que jugaban en el lugar hallaron el tanque y dijeron –según la expresión que se ha publicado ahora– que estaba “lleno hasta los bordes de huesos”. Entonces no se consideró necesario investigar, y el tanque fue sellado, después de que un sacerdote dirigiera una oración fúnebre. Esto se explica porque en Irlanda hay muchas fosas comunes con víctimas de las hambrunas de los siglos XVIII y XIX, y en otros tiempos también recibían el mismo destino los niños muertos sin bautizar, suicidas, criminales o personas sin recursos para pagarse un entierro. Y no era raro que, si se encontraba alguna al excavar para construir edificios o carreteras, se trasladasen los restos a cualquier parte, sin más trámites.
Años más tarde, Catherine Corless, residente en Tuam, que realizaba una investigación histórica sobre el asilo, oyó de vecinos instalados en las nuevas viviendas construidas en la zona que cerca de donde estuvo el edificio había enterramientos sin identificar. Entonces, como ella misma cuenta en Facebook, pidió en el registro civil la relación de defunciones ocurridas en el asilo, y le dieron una lista de 796 niños, desde recién nacidos a muchachos de pocos años. Cada inscripción incluía el nombre, la edad y –no en todos los casos– la causa de muerte. En los cementerios de los contornos no están sus tumbas, y por eso cree que fueron puestos en el tanque.
De momento, sin embargo, no se sabe el tamaño exacto del tanque, ni el número y menos la identidad de los restos que contiene. Mientras no se averigüe todo eso, la hipótesis de que las monjas depositaran allí a los niños muertos dista de estar probada. Y no casa bien con otros datos conocidos. Consta que en 1932 el asilo pidió ofertas para adquirir ataúdes. En 1937 solicitó al condado que quitara el antiguo pozo negro, porque daba mal olor.
Las Hermanas del Buen Socorro se han declarado dispuestas a colaborar en la investigación que se haga. Pero de momento no pueden aportar nada porque no vive ninguna religiosa que trabajara en el asilo, y cuando se cerró, todo el archivo fue entregado a las autoridades del condado.
El caso, dice un periodista, “revela cómo las tradiciones y una historia de un lugar pequeño pueden ser distorsionadas por los grandes medios de comunicación”
Rectificaciones
Ahora, además, resulta que algunos puntos de la historia no son como se ha publicado. Barry Sweeney, uno de los que descubrieron el tanque hace casi cuarenta años y la fuente de Corless al respecto, aclara que no lo describió como “lleno hasta los bordes de huesos”. “Están dando a entender que vimos un enterramiento masivo. Pero solo podemos decir lo que vimos: quizá de quince a veinte pequeños esqueletos”, según recoge el New York Times.
La propia Corless dice ahora que tal vez los cadáveres no se encuentren en el tanque, pero sí en la zona adyacente: si no, ¿dónde podrían estar? Y también ella precisa que se retorcieron sus palabras: nunca dijo que los cuerpos fueran “arrojados”.
Pero tales matices se perdieron en el hervor mediático. La hipótesis de Corless, escribe el enviado del New York Times, “era bastante sensacional para propagarse por el mundo entero, convertida en la noticia de un antiguo tanque séptico rebosante de huesos”. El caso, añade, “revela cómo las tradiciones e historias de un lugar pequeño pueden ser distorsionadas por los grandes medios de comunicación”.
Es lo que lamentan muchos habitantes de Tuam, explica el mismo periodista. Anne Collins, miembro del comité promovido por Corless para colocar en el lugar una placa en memoria de los niños, dice que la prensa y “los que se dedican a denigrar a la Iglesia” se han apropiado del caso.
Collins añade que en Tuam la gente sabía que se había enterrado a niños allí, pero pensaban que estaban en tumbas. “Sin embargo, la gente no se extrañó mucho al enterarse de que no era así, ni siquiera al saber que había tantos. Sabían que había pobreza (…) En Irlanda nos criamos con hambre, y no nos sorprenden estas cosas”.
La hipótesis de que los niños fueron enterrados sin lápidas junto al asilo se basa en que sus tumbas no están registradas
Estigmatizadas por la sociedad
En efecto, las causas de muerte consignadas en el registro civil –tifus, sarampión y otras enfermedades– eran comunes en aquel tiempo de elevada mortalidad infantil en un país pobre. Pero en los asilos, entre los hijos de madres solteras, era aún mayor. Lo que lleva al trato que recibían las mujeres y sus pequeños.
No debía de ser tan malo, a juzgar por los elogios que el asilo de Tuam recibió de los inspectores civiles por el buen funcionamiento, la higiene, la atención a los niños… Farrow cita informes de 1935 y 1949.
En realidad, la sociedad era cruel con las madres solteras. Lo recuerda una mujer que vivió muchos años en el asilo, en un testimonio recogido por Corless. “¿Qué podían hacer aquellas jóvenes? A muchas no las querían en casa, la sociedad las condenaba al ostracismo. En aquella época, una joven no podía quedar embarazada y seguir en casa: era tan simple como eso”. Los asilos públicos, confiados a instituciones religiosas, eran su único refugio. Algunas se quedaban en ellos largos años, trabajando a cambio, porque no tenían adónde ir.
En el de Tuam debían ser acogidas las madres con sus hijos después del alumbramiento. Pero las otras familias no querían a aquellas mujeres al lado de sus hijas en el hospital público, cuenta Farrow. Así que en 1929 se instaló en el asilo una maternidad, donde las mujeres daban a luz en peores condiciones, lo que quizá contribuyera a la elevada mortalidad.
Después, a las madres no se les permitía quedarse con los hijos. Se procuraba encontrar a los pequeños familias de adopción o de acogida, que a cambio recibían del condado una asignación. Los que permanecían en el asilo, cuando alcanzaban la edad de ir a la escuela, eran llevados aparte, y salían unos minutos antes que los demás, pues se quería que se mezclaran lo menos posible con los otros niños.
Cuando hoy se clama contra la Iglesia por la reclusión de las madres solteras en los asilos, se suele olvidar que en su día la sociedad la aprobaba, y el Estado creaba y supervisaba aquellas instituciones. Las monjas compartían esa mentalidad, con la diferencia de que ellas eran las que se ocupaban de aquellas mujeres estigmatizadas.