El 1 de enero pasado terminaron las restricciones provisionales a la entrada de rumanos y búlgaros a los otros países de la Unión Europea. Cuando se aproximaba la fecha, en Gran Bretaña creció el temor a una oleada de inmigrantes de esos países, y el gobierno endureció las condiciones para que los recién llegados accedieran a los servicios sanitarios y a los subsidios sociales (ver artículo relacionado).
Pero no ha habido “marea” de masas depauperadas llegadas de los Balcanes. Al contrario: según estimaciones provisionales, entre diciembre y marzo pasados, el número de inmigrantes rumanos y búlgaros en Gran Bretaña bajó de 144.000 a 140.000, informa The Migration Observatory de la Universidad de Oxford. La tendencia aún puede cambiar, pero de momento no se observa oleada alguna. Hubo un aumento, pero fue antes de que se levantaran las restricciones: 32.000 inmigrantes más de principio a fin de 2013.
El reciente descenso no tiene por qué deberse al efecto disuasorio de las medidas adoptadas por el gobierno. La emigración de rumanos y búlgaros a Gran Bretaña, en aumento desde antes del ingreso de sus países en la Unión Europea (2007), siempre ha tenido altibajos. El descenso en el primer trimestre de este año puede ser solo uno más.
Probablemente, no había que esperar oleada, simplemente porque la mayor parte de los rumanos y búlgaros deseosos de emigrar ya lo habían hecho. Desde 2007, el número de trabajadores de esas nacionalidades en Gran Bretaña ha aumentado en unos 110.000.
Eso muestra que las restricciones en vigor hasta el año pasado no eran un grave impedimento. La principal era que los trabajadores no cualificados no podían obtener contrato de trabajo, pero sí ser autónomos. A esa posibilidad se acogió la mayoría. El 59% de los rumanos y búlgaros son autónomos, frente al 14% de los británicos nativos.