“En Cuba, Internet podría convertirse en un caballo de Troya”, afirmó recientemente un joven cantautor cubano, justo el día que, paradójicamente, presentaba su nuevo sitio web, y se ganó una ráfaga de desaprobaciones de distinto signo: muy molestos, cubanos de la Isla y residentes en el exterior coincidieron en que el muchacho, cuando menos, desvariaba.
“Pues esto es como prohibir la venta de cuchillos porque con ellos uno se puede cortar un dedo, sacarse un ojo, cortarse las venas o suicidarse. El día que se prohíban, no podremos cortar un tomate o pelar las papas”, protestaba un iracundo internauta, que anunciaba que esa noche acudiría al concierto únicamente a gritar: “¡Internet, Internet!”.
Sucede que el tema del acceso —o mejor: del aún escaso acceso— a la red en Cuba es urticante. Cuando se anunció el tendido de un cable submarino de fibra óptica desde Venezuela que conectaría al país con la red mundial de modo más expedito —la conexión por satélite es más lenta y costosa—, la expectativa de una red fácilmente accesible para todos se disparó. A fin de cuentas, el obstáculo que supone la negativa de EE.UU. a permitir que el país caribeño se enlace a los cables que bordean la geografía cubana sin tocarla, quedaría superado con la conexión desde Venezuela.
La población está ávida de una información que permita contrastar la suministrada por los diarios y la televisión estatales
Pero no ha sido del todo así. Si bien a día de hoy los cubanos tienen a su disposición 135 telepuntos establecidos por la empresa estatal ETECSA para conectarse a la web —realmente muy pocos para 11 millones de habitantes—, los casi cuatro euros que cuesta una hora de conexión no provocan demasiadas sonrisas en un país donde abundan los salarios que no sobrepasan los 18 euros mensuales.
De hecho, no pocos ven en esos precios un medio disuasorio para que el internauta ingrese a la red solo para lo más urgente, que usualmente es revisar el correo personal, no consultar medios de prensa de EE.UU. o Europa, o blogs de opositores políticos cubanos.
Hay, sin embargo, fórmulas para todo, y más de un usuario, o el que dispone de Internet en su puesto de trabajo, inserta en el ordenador un pendrive para colectar la mayor cantidad de información posible, que luego compartirá con familiares y amigos.
¡Todos en Facebook!
Ciertamente, la calidad del servicio ha mejorado. Isabel, periodista de la TV cubana, nos explica que en algunos centros de trabajo la velocidad de conexión se ha incrementado desde la instalación del cable. “Los comentarios de la gente sobre la conectividad son buenos, en cuanto a estabilidad y velocidad, pero los precios (en los telepuntos) son privativos para muchos”, afirma.
La “maldita circunstancia del agua por todas partes” que mencionaba un dramaturgo cubano, dicta que la necesidad de relación, de sentirse parte del mundo, se muestre en la obsesiva preferencia de los internautas cubanos por las redes sociales.
Hay una obsesiva preferencia de los internautas por las redes sociales, y en los centros de trabajo se pierde mucho tiempo en Facebook
“La gente busca establecer relaciones de algún tipo, estar en Facebook o enviar correos —añade Isabel—. En los centros de trabajo, por ejemplo, ¡se la pasan en Facebook todo el día!, tanto que en algunos sitios lo prohíben a algunas horas o todo el tiempo, como manera de exigir control sobre el flujo de Internet y sobre la propia labor de los trabajadores. Es increíble que aquí, con tantas limitaciones de Internet, todo el mundo tenga su página en Facebook”.
Pero si en el puesto laboral el acceso es gratis, el usuario que no tiene más opción que pagar y conectarse en el telepunto —tras hacer cola por varias horas— tiene las prioridades claras: “La gente en general va a revisar los correos; no puede darse el lujo de navegar mucho tiempo, por el precio y la falta de conocimiento y agilidad para utilizar Internet”, afirma Mario, trabajador del sector eléctrico. “Con esa tarifa no pueden ponerse a aprender y adquirir agilidad”, y explica que, en su caso, él suele descargar rápidamente la información de su interés, así como música y vídeos —algo impensable antes de entrar en funcionamiento el cable— y guardarlos en un pendrive para “digerirlos” en casa.
Y presumiblemente será eso lo que harán muchos por todavía mucho tiempo, pues la compañía estatal ETECSA ha desmentido rumores de un casi inminente acceso desde los hogares. Muy vagamente, la empresa ha dicho que está en ejecución “un proceso inversionista para ampliar las opciones de conectividad en el país”. Pero nada de plazos.
Con solo 135 puntos de conexión y a un precio prohibitivo de 4 euros por hora, la conexión a Internet sigue siendo un lujo
“A esta accedes; a esta no”
La población cubana está ávida de información, de una información más amplia que la suministrada por los diarios y la televisión estatales, y la necesidad de contrastar diferentes ópticas de análisis es posible en la web. Además, como Cuba no es China —que dicta a Google las pautas de lo que puede mostrar o no en su país—, los buscadores están a la mano para obtener los contenidos más diversos, incluso los que pueden resultar “incómodos” para las autoridades.
Aunque desde luego, La Habana no se corta de colocar algunas vallas de contención. Si los internautas pueden consultar sin problema el sitio web de El Nuevo Herald —el diario del sur de la Florida donde tienen voz y mando los cubanos opuestos al gobierno de la Isla—, o el blog Generación Y, de una conocida ciberdisidente —al que no se podía acceder desde Cuba hasta hace poco—, el gobierno sí mantiene restricciones a las páginas de radio y televisión Martí, emisoras que Washington sostiene financieramente con el objeto de incitar a la población cubana a remover el sistema político del país, pero que la Unión Internacional de Telecomunicaciones ha declarado ilegales.
Es precisamente en esta batalla, en la de la información, en la que algunos ven el “caballo de Troya” que podría minar los cimientos del sistema. Y es también aquí donde se aprecian las mayores contradicciones. El gobierno cubano, por ejemplo, se precia de contar con el pueblo “más culto y políticamente preparado del mundo”, sin embargo, bloquea determinadas páginas que considera subversivas.
En cuanto a EE.UU., también ha bloqueado el acceso desde Cuba a sitios de interés científico, sin contar la prohibición de que La Habana se conecte a las redes de fibra óptica que circundan al país, o los obstáculos que coloca el propio embargo a las compañías norteamericanas de telecomunicaciones para que se planten en la Isla y potencien un mayor flujo de información, o las multas millonarias a empresas como Ericsson, por vender equipos de redes móviles al país caribeño.
Precisamente, a raíz de la reciente revelación de la existencia de ZunZuneo, un programa patrocinado por la USAID para enviar información a usuarios cubanos de móviles, y que empleó casi 1 600 millones de dólares para llegar a apenas 40 000 clientes, el senador Patrick Leahy se quejó de la escasa eficacia de la política estadounidense en la materia.
“Sin nuestro embargo a Cuba —señaló Leahy—, podríamos tener más compañías norteamericanas esperando la oportunidad de hacer lo mismo, y de una manera abierta hacer más que lo que hizo este programa, y probablemente poner a muchos menos cubanos en riesgo”.
Parafraseando la conocida sentencia evangélica, podría decirse que “la información os hará libres”, y es ese el objetivo que algunos, en ambas orillas, dicen perseguir. Aunque ponen muy pocos medios para lograrlo.
SMS al rescate
Mientras Internet sigue siendo costosa, los SMS se han convertido en una útil herramienta de información para los cubanos, que desde 2008 pueden comprar móviles legalmente. Restaurantes y pastelerías envían sus mensajes de publicidad por esa vía, mientras que sitios web como www.entumovil.cu hacen llegar, a los suscriptores de boletines, información sobre espectáculos artísticos, eventos deportivos —incluidos los resultados del fútbol europeo—, el parte meteorológico, y aun los horóscopos, algo curioso esto último por tratarse de un servicio brindado por una empresa estatal de un país “laico”.
La cifra de usuarios de móviles es, no obstante, aún pequeña, con 1,2 millones de suscriptores (el 11 por ciento de la población). El costo de una llamada nacional (30 céntimos de euro por minuto) o de un SMS al exterior (un euro aproximadamente) puede estar convenciendo a muchos de guardar el dinero para necesidades más perentorias.