Convivir juntos antes de casarse se ve como un paso previo para conocerse mejor y así evitar las uniones desafortunadas. Pero la cohabitación no está exenta de sorpresas: a menudo sucede que, cuando ellas deciden formalizar la unión después de haber cohabitado, ellos no tienen particular interés en comprometerse de por vida. Así lo revela un estudio realizado por dos sociólogos del think tank RAND Corporation (1).
A partir de una muestra de 2.068 hombres y mujeres de 18 a 26 años, Michael Pollard y Kathleen M. Harris muestran que el nivel de compromiso de las parejas que cohabitan es menor que el de las casadas. Además, es más probable que tras meses o años de convivencia muchos varones sigan descartando un proyecto de vida en común permanente.
El 41% de los hombres que cohabitan afirman que no están “completamente comprometidos” con sus parejas, frente al 26% de las mujeres que declaran lo mismo. Entre los casados, estos porcentajes son mucho más bajos: el 18% entre los hombres y el 12% entre las mujeres.
Las parejas de hecho son las que más negro ven el futuro: el 52% de los varones y el 39% de las mujeres que cohabitan tienen dudas de que su relación sea estable. Estos porcentajes bajan al 19%, tanto para hombres como para mujeres, entre los casados.
La cohabitación antes de la sorpresa
Al comentar el estudio en The Atlantic (8-07-2013), el sociólogo estadounidense Bradford Wilcox hace tres advertencias a las parejas que se están planteando vivir juntas antes de casarse:
Hablar sobre el futuro. Este consejo interesa especialmente a las mujeres, pues son ellas las que tienen más probabilidad de descubrir que su pareja puede no estar interesada en un futuro común. Además, deben saber que para muchos jóvenes una relación larga de cohabitación puede ser un obstáculo antes que un paso previo al matrimonio o a la decisión de formar una familia.
Objetivos comunes. Como la cohabitación sirve para fines muy variados (un paso previo al matrimonio, una alternativa a casarse, una forma de ahorrar en el alquiler, una fórmula cómoda para tener relaciones sexuales…), uno puede encontrarse con la sorpresa de que el otro no busque lo mismo en la relación.
No “deslizarse” hacia el matrimonio. Hay algo peor, dice Wilcox, que convivir con alguien que no sabe hacia dónde va, y es casarse con él. Una investigación realizada por tres psicólogos (2) muestra que un problema frecuente entre las parejas que cohabitan es el de “deslizarse” hacia el matrimonio, por la presión de la familia y los amigos o simplemente por inercia, en lugar de decidirlo conscientemente. Sin valores comunes y sin un sentido compartido del compromiso, estas parejas son más propensas a divorciarse.
Según esta investigación, el riesgo de divorcio es un 40% mayor entre las parejas que cohabitan que entre las que se casan sin cohabitar. El riesgo disminuye si se empieza a convivir con la meta clara del matrimonio, aunque es mayor que el de quienes fueron directamente al altar.
Pensando en las parejas que ven la cohabitación como un período de prueba, Wilcox concluye diciendo que prescindir del sentido del compromiso no es una buena manera de empezar a construir un matrimonio estable.
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Notas
(1) Michael Pollard, Kathleen M. Harris, Cohabitation and Marriage Intensity. Consolidation, Intimacy, and Commitment, Working Papers WR-1001 (Rand Corporation, 2013).
(2) Scott M. Stanley, Galena Kline Rhoades, Howard J. Markman, “Sliding Versus Deciding: Inertia and the Premarital Cohabitation Effect”, Family Relations 55 (2006): 499-509.