En Brasil los evangélicos –en su mayoría, pentecostales– han pasado del 15% de la población en 2000 al 22% en 2010. Este crecimiento empieza a notarse en la vida pública. Aunque votan a partidos distintos, suelen unirse para proteger la vida y la concepción del matrimonio.
La mayoría de los 44 millones de evangélicos de Brasil son pentecostales, caracterizados por una religiosidad emotiva y comunidades vibrantes (cfr. Aceprensa, 3-01-2013 y 16-05-2007). Los católicos siguen siendo mayoría (123 millones), pero han bajado del 74% de la población al 65% en el mismo período.
Aunque la moral que propugnan los pentecostales suele ser bastante exigente, algunas congregaciones discrepan de los católicos sobre el uso de los anticonceptivos, la fecundación in vitro y el divorcio. En lo que sí coinciden con los católicos es en el rechazo al aborto y al matrimonio gay, entre otras cuestiones.
La semana pasada, el pastor evangélico Silas Malafaia logró convocar a más de 40.000 seguidores alrededor del Congreso de Brasil (70.000 según los organizadores). Los manifestantes tenían por finalidad mostrar su apoyo a los diputados que se oponen al aborto y defienden que el matrimonio solo puede ser la unión entre un hombre y una mujer. También protestaron contra la reciente decisión del Consejo Nacional de Justicia brasileño de aprobar el matrimonio gay por vía administrativa (cfr. Aceprensa, 24-05-2013).
Los partidos de distinto signo tratan de ganarse a los evangélicos. Según Reuters, el auge de los evangélicos como fuerza social y política ha puesto en guardia al Partido de los Trabajadores, ahora en el gobierno. Forzada a algunas alianzas para poder gobernar, la presidenta Dilma Rousseff decidió designar al pastor Marco Feliciano –miembro del minoritario Partido Social Cristiano– como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso.
En las elecciones de 2010, los evangélicos lograron aumentar un 50% su presencia en el Congreso. Ahora hay 68 evangélicos en la Cámara de Diputados y 3 en el Senado. Aunque están repartidos entre 12 partidos, han empezado a actuar como un grupo en determinadas cuestiones.
Además, las congregaciones evangélicas –que reciben generosos donativos de sus fieles– poseen radios y cadenas de televisión, financian campañas e incluso a sus propias formaciones políticas como el Partido Social Cristiano.