El 29 de noviembre, con la publicación del informe Leveson, sobre abusos de la prensa británica, se inició una carrera en que todos compiten por demostrar que van a hacer algo, y deprisa. Antes de una semana, se habían reunido los principales directores de diarios para prometer que esta vez la prensa va a autorregularse en serio, y no hace falta someterla a un órgano con poderes legales, como recomienda el informe. Cuatro días más tarde, la oposición laborista ya tenía un proyecto de ley que opta por la mano dura –lo más popular en estos momentos– y propone lo que temen los periódicos. Al gobierno no le convence la solución, pero el primer ministro David Cameron no sabe cómo no hacer caso al informe Leveson después de haberlo encargado, y p…
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