“Es más fácil ser santo secuestrado que santo arquitecto”

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“En un momento determinado tuve que optar: o no creo en Dios o creo en él con todas las consecuencias”

Su historia ha llenado de asombro a auditorios de todo el mundo y se extiende viralmente a través de Youtube. Ahora también pasará a la historia de la literatura épica gracias a 257 días. Bosco: la historia real de un hombre que no se dejó vencer por el miedo (José Pedro Manglano, Planeta, 2012). Durante el simbólico tiempo que dura un embarazo, su alma de arquitecto se enfrentó al reto más grande de su vida: edificar un espacio interior lo suficientemente sólido como para convertir un zulo físico y mental en el palacio de la felicidad.

El secuestro que padeció, gracias al final feliz, es novelesco como poco. ¿Por qué ha cedido su voz a otro para que construya el relato?

– Soy arquitecto y no escritor. No tengo la estructura mental ni la pluma de quien ha firmado este relato. También era necesario que alguien con otra perspectiva pudiese ensamblar en un hilo narrativo la multitud de recuerdos y material archivado que conservo.

Durante cuatro meses de cautiverio vivió la desnudez radical. Y desde que decidió contar su historia, también vive una desnudez biográfica. Con este libro, ¿queda alguna morada secreta para usted y su familia?

– En mi familia hay quienes no traspasaron el muro del sufrimiento y no quieren volver a oír hablar de mi secuestro. Este libro, además, aporta fotografías que hasta ahora eran inéditas. Eso puede doler, pero yo no quiero guardarme nada. Siento que he podido construir una metodología de supervivencia que debo comunicar: tengo un compromiso de deudor.

“Todos los mediodías, yo asistía con mi imaginación a la Misa celebrada en algún lugar del mundo”

Re-construir la existencia

– Su secuestro se resolvió sin el pago de un rescate. Más aún, con sus propias manos abrió una puerta trasera en los planes de los secuestradores: se escapó. ¿Con quién contrajo la deuda?

– Con todos los que rezaron por mí y me sostuvieron. Cada vez que cuento lo que sucedió es como si fuera ante un comité de accionistas y les dijera: “Vengo a rendir cuentas de la inversión”.

Con sólo 34 años, Dios le arranca los planos de su vida y le sugiere que en vez de arquitecto ocupe la silla del delineante. ¿Por qué no se rebela?

– ¡Claro que me rebelé! Pero en un momento determinado tuve que optar: o no creo en Dios o creo en él con todas las consecuencias. Si Dios es mi padre, no puede querer nada malo para mí. La oscuridad y el sinsentido se convirtieron en una oportunidad única.

Leyendo su historia, da la sensación de que logró encontrar una especie de pátina resbaladiza por la que su fortaleza psicológica y espiritual era impenetrable.

– Cuatro días antes de ser apresado, corrí una maratón. Después, en el zulo, corrí cuarenta y dos maratones estáticas, en el mismo pedazo de suelo. Mientras corría, rezaba por quienes amaba, sabiendo que ellos también oraban por mí. Me hice un atleta de la oración y, sí, Dios me regaló ser impermeable.

Las ventanas convierten el paisaje real en un cuadro. En el zulo en el que fue confinado no había ventanas pero usted se dibujó paisajes panorámicos. ¿En qué medida no era un autoengaño?

– Todos los mediodías, yo asistía con mi imaginación a la Misa celebrada en algún lugar del mundo. Iba uniéndome a cada gesto, a cada palabra. En el momento de comulgar, viajaba al corazón de mi esposa, para recibir a Dios con ella. Al final, me sentía como si me hubieran inyectado un ánimo sobrehumano. ¿Era una fantochada? Más bien una cuestión de practicidad: palpaba, hasta físicamente, una fuerza espiritual innegable.

El tiempo pasa y… ¿salen goteras en el alma?

– Procuro vivir la intensidad espiritual de aquellos días. Pero ser santo secuestrado es más fácil que ser santo arquitecto. Yo saboreé la meta. Ahora, trato de llegar al menos a un término medio: ni vivir de rentas ni tener que padecer otra situación tan dura para mantener en forma el músculo de la oración.

Los andamios de la libertad

– Usted no teme decir que estamos hechos del mismo adobe que nuestros secuestradores. Logró, de hecho, tener con ellos una relación de respeto y hasta de preocupación por su error moral. ¿Dónde trazar la linde entre la caridad extrema y el síndrome de Estocolmo?

– Yo nunca compartí con ellos ni sus objetivos ni sus métodos: desde universitario peleé duramente contra la teología de la liberación. Tampoco tuve un trato personal con ellos: más bien participaron de mi monólogo interior. Yo jamás escuché su voz. Pero mi responsabilidad era compartir con ellos la aventura espiritual que estaba viviendo.

¿Cómo ha influido la enorme riqueza espiritual que atesoró esos meses en su diseño de interiores?

– La Biblia de mi arquitectura es la Alhambra de Granada, que guarda la riqueza para dentro y hacia fuera muestra sobriedad. También me inspiro mucho en la tradición mexicana, que es como una mujer: más atractiva cuanto más acierta a coquetear, a dejarse descubrir poco a poco.

Contrafuertes para un mundo en crisis

Su amor patrio ha hecho que no emigrara a un lugar más seguro. ¿Se puede dar el permiso de habitabilidad a la sociedad mexicana actual?

– Seguimos teniendo problemas urgentes que resolver. Hace poco secuestraron al hijo de un amigo mío y lo mataron. Los secuestros sólo terminarán cuando se impida pagar rescates: basta mirar las estadísticas de otros países latinoamericanos.

La seguridad y la lucha contra el narcotráfico son las promesas estrella de la campaña electoral en México. ¿Cumplirán los políticos con sus planes de urbanismo social?

– He hablado repetidas veces con el presidente Calderón, con diputados, para que se prohíba por ley el pago de rescates. Pero no me gusta dar lecciones políticas. Yo estoy al servicio de personas que puedan encontrar en mí esperanza y ayuda ante el secuestro de un familiar.

La familia brilla en tu historia como si fuese un hormigón indestructible, contra el que rebota la irracionalidad y el odio. ¿Cómo “exportar” este material de eficacia probada para la construcción de nuestra sociedad?

– En mi secuestro descubrí la eficacia del paso a paso. Y de no dejar de correr. Hay la oleada de contravalores que intentan destruir los pilares de la ética humana. Además, una sociedad sin Dios avanza hacia el desastre. Urge que los padres recuperemos la autoridad moral y que no nos rindamos ante la educación de nuestros hijos. Por otro lado, nunca vamos a estar lo suficientemente preparados para una acción social perfecta.

¿Cómo restaurar los cimientos?

– Hay un libro de filosofía tolteca, de los indios mexicanos, que brinda Los cuatro acuerdos: “Sé escrupuloso con tu palabra; no te tomes nada personal, ni las alabanzas ni las ofensas; no hagas suposiciones: vive intensamente el día a día; pon lo mejor de ti cada día”. Qué sabiduría más útil, ¿verdad?

Poco antes de ser secuestrado, el arquitecto Bosco pronunciaba una conferencia en Los Ángeles, en la que sentenció: “La arquitectura es más que un espacio donde vivir. La buena arquitectura es la que surge de un profundo pensamiento, de un silencio, del estudio de la luz y de la sombra, del conocimiento ante cómo reacciona cada materia, de la preocupación del arte de la creación”. Durante su segundo alumbramiento, el arquitecto Bosco, entendió cada letra del título de aquella conferencia: “La riqueza del espacio interior”.

@teresagcabiedes


Crónica de un happy-end

Bosco Gutiérrez Cortina, arquitecto mexicano, fue secuestrado en 1990 por una banda terrorista internacional. Permaneció 9 meses confinado en un zulo de un metro de ancho por tres de largo, bajo la supervisión constante a través de cámara de vídeo. Durante cuatro meses permaneció desnudo y las 24 horas aturdido por una cinta de música. A lo largo del cautiverio apenas tuvo un colchón, una palangana de agua, una Biblia, un libro en préstamo y algún papel.

En aquel entonces era padre de cinco hijos (hoy nueve). Su familia hacía gestiones para el pago del rescate, mientras Bosco esperaba absolutamente aislado. Durante los primeros días el reo se derrumbó y permaneció tumbado sin comer ni beber. Pero, en un momento dado, sufrió una conversión interior que le marcó profundamente y le llevó a desarrollar una metodología de supervivencia. Dios intervino de un modo fascinante. Los secuestradores nunca se comunicaron verbalmente con él (sólo por escrito). Sin embargo, Bosco protagonizó una asombrosa experiencia espiritual y de auto-superación. Finalmente, tras 257 días encerrado, en un descuido de sus guardianes, logró escaparse.

Ya en libertad, Bosco Gutiérrez siguió ejerciendo de arquitecto. Diez años después de recuperar la libertad comenzó a dar conferencias por el mundo relatando su secuestro.

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