El ministro de Educación de Gales, Leighton Andrews, ha escrito a todos los colegios católicos del país para decirles que podrían haber vulnerado la Education Act. Entre otras cosas, esta ley de 1996 prohíbe a las escuelas involucrarse en actividades políticas; algo que, a su juicio, hicieron al difundir entre las familias una carta de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, y al promover una campaña a favor de mantener la definición legal del matrimonio como unión de un hombre y una mujer.
La carta de la discordia está firmada por el presidente y el vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, el arzobispo de Westminster Vincent Nichols y el arzobispo de Southpark Peter Smith. Está dirigida a los fieles de Inglaterra y Gales, con motivo de la apertura del plazo de la consulta vía web sobre la propuesta del gobierno británico de legalizar el matrimonio gay.
El objetivo de la carta es “exponer a los fieles la visión católica del matrimonio” –si bien, como luego se explica, la institución matrimonial hunde sus raíces en la naturaleza humana– y “arrojar luz sobre la importancia del matrimonio para la sociedad”.
A explicar lo anterior, los arzobispos dedican casi todo la carta. Sólo al final, en dos párrafos de catorce, extraen la consecuencia lógica: si la institución del matrimonio tiene unos rasgos básicos que ni la Iglesia ni el Estado le han dado, el gobierno no puede cambiar la definición legal del matrimonio. Tal decisión supondría una transformación radical y arbitraria de los fines del matrimonio.
Una “perspectiva equilibrada”
Es de suponer que el ministro de Educación de Gales, Leighton Andrews, no tendría nada que decir sobre un pronunciamiento de los obispos. El problema comenzó cuando el Catholic Education Service (CES), la patronal de los colegios católicos británicos, envió a 385 colegios católicos de secundaria de Inglaterra y Gales y a sus familias: a) la carta pastoral de los dos arzobispos; y b) la sugerencia de firmar, si así lo desean, una petición en contra del matrimonio gay. Entonces fue cuando el ministro Andrews pensó que el CES podría estar vulnerando la Education Act.
En un comunicado hecho público el 8 de mayo, Andrews explica que escribió a los directores de todos los colegios católicos para advertirles que la firma a favor de mantener la definición legal del matrimonio como unión de un hombre y una mujer sólo era válida para los alumnos de 16 o más años, pues los organizadores de la campaña Coalition for Marriage así lo establecen en su web.
Pero sobre todo les da un toque de atención. Dice Andrews que oponerse a la propuesta de un cambio en una ley podría ser considerado un acto político, algo que iría contra la Education Act de 1996 que prohíbe a las escuelas involucrarse en actividades políticas a favor o en contra de algún partido. En cualquier caso, si se trata ante los alumnos un tema político, el ministro recuerda a los directores que tienen el deber legal de exponer de forma “equilibrada” las posturas contrarias a las que defienden.
En realidad, lo que prohíbe la ley es que en las escuelas se hagan actividades o pronunciamientos políticos partidistas. Por eso el CES niega que haya actuado ilegalmente y mantiene que explicar la visión católica del matrimonio es algo estrictamente religioso, no político.
El adoctrinamiento laico, ¿nos hace más neutrales?
La polémica sobre los colegios católicos y el matrimonio llegó a la prensa británica dos semanas antes de que el ministro Andrews escribiera a los directores de los colegios católicos de Gales. El motivo es que algunos medios –como, por el ejemplo, The Guardian– denunciaron el envío de la carta pastoral por parte de el CES y la petición de apoyo a la iniciativa Coalition for Marriage.
Es evidente que si los obispos hubieran dicho que nada es más acorde a la caridad cristiana que abrir el matrimonio a las parejas del mismo sexo, y que merece la pena apoyar esta causa tan noble, estos medios nunca hubieran denunciado el partidismo de los obispos.
Pero como no era así, varios medios británicos difundieron las declaraciones de la British Humanist Association –asociación atea, que es un clásico en estas polémicas– y de otros grupos que acusaron a los colegios católicos de “sectarios” por no apoyar el matrimonio gay; y de imponer el “adoctrinamiento político” a sus alumnos por defender la doctrina católica sobre el matrimonio.
En defensa de los colegios católicos salió el editor de Spiked Brendan O’Neill. Escribe en un blog del Telegraph: “Esto de escandalizarse porque los colegios católicos promueven las bondades del matrimonio de siempre es como si sorprendiera que en un campamento organizado por los Amigos de la Tierra se enseñara a los niños sobre el Armagedón ecológico o porque un colegio judío enseñe que la Torah es una buena lectura. Lo colegios católicos tienen libertad de acción para enseñar la doctrina católica sobre la vida, la sexualidad y el amor. Si no lo hicieran, entonces no serían ‘colegios católicos’; serían simplemente ‘colegios’ (…)”.
“Lo gracioso del asunto es que mientras los laicistas acusan a los colegios católicos de ‘adoctrinar políticamente’ a sus alumnos, el verdadero adoctrinamiento político que está teniendo lugar aquí es el empeño incesante de impedir a los colegios católicos que expongan sus valores a sus alumnos. Este deseo intolerante de forzar a los colegios católicos a que doblen sus rodillas frente al pensamiento dominante –ya sea el ‘sexo seguro’, ya sea el ‘matrimonio entre personas del mismo sexo’– es el martillo con que golpea el adoctrinamiento, intentando borrar del mapa a instituciones que van por ‘mal’ camino y hacerles repetir una y otra vez sus cansinas clases de catecismo [laico]”.