“Cuando se trata de la vida personal y comunitaria, en su dimensión más profunda, no bastarán las estrategias humanas para salvarnos”
La visita del Papa a México ha estado acompañada de un gran entusiasmo popular. El 24 de marzo viajó en automóvil cerrado desde León, donde se alojó durante su visita, hasta Guanajuato, a 52 kilómetros. Al llegar recorrió en “papamóvil” la ciudad, abarrotada de gente, sobre todo jóvenes, que llenaron las estrechas calles con canciones, música y vítores. La población estuvo volcada como pocas veces se había visto con cualquier otro huésped.
Su único encuentro público de ese día fue con cuatro mil niños que le esperaban en la plaza de la Paz, a los que dirigió unas palabras muy afectuosas, pero también con un mensaje destinado a los adultos.
Que los niños puedan vivir en paz
El Papa les dijo que los niños ocupaban un lugar muy importante en su corazón “y quisiera que lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia y el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones”. “Cada uno de ustedes –les aseguró– es un regalo de Dios para México y para el mundo”.
Pidió a los fieles que “resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente”
En un país que está sufriendo la violencia de los narcotraficantes, el Papa dijo: “Deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza”.
Benedicto XVI invitó a los niños a hacerse amigos de Jesucristo. “Ténganlo, pues, como el mejor de sus amigos. Él no se cansará de decirles que amen siempre a todos y hagan el bien. Esto lo escucharán, si procuran en todo momento un trato frecuente con él, que les ayudará aun en las situaciones más difíciles”.
Como medios para conseguirlo, les sugirió: “Participen en la misa del domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad”.
En su visita a Cuba Benedicto XVI se ha centrado sobre todo en reavivar la fe de cada cubano
Un cambio del corazón
El domingo 25, Benedicto XVI celebró la santa misa en el Parque Expo Bicentenario de León, ante una multitud estimada entre 300.000 y 500.000 personas.
Mons. José Martín Rabajo, arzobispo de León, había detallado antes los sufrimientos de un país donde la guerra contra el narcotráfico ha dejado más de cincuenta mil muertos: “Hemos vivido periodos de violencia y de muerte que han creado una sensación penosa de temor, de impotencia y de pesadumbre”.
El Papa, frente a “los momentos de dolor y de esperanza a la vez”, como los que atraviesan México y otros países latinoamericanos, se centró en uno de los salmos utilizados en la liturgia: “Crea en mío, Señor, un corazón puro”. Tomó pie en él para señalar que un cambio del corazón es indispensable para solventar los problemas personales y sociales. Se trata de poner la esperanza en Dios, “que puede recrear un corazón nuevo, no insensible y engreído”.
“Esto nos puede recordar hoy a cada uno de nosotros y a nuestros pueblos que, cuando se trata de la vida personal y comunitaria, en su dimensión más profunda, no bastarán las estrategias humanas para salvarnos”.
Recordó que la Virgen de Guadalupe, en su aparición a san Juan Diego, mostró a su hijo Jesús “no como a un héroe portentoso de leyenda, sino como al verdadero Dios, por quien se vive, al Creador de las personas, de la cercanía y de la inmediación, del cielo y de la tierra”.
Para explicar el reinado peculiar de Cristo, evocó el monumento a Cristo Rey, en el cerro del Cubilete, un lugar emblemático de la fe del pueblo mexicano. “En este monumento se representa a Cristo Rey. Pero las coronas que le acompañan, una de soberano y otra de espinas, indican que su realeza no es como muchos la entendieron y la entienden. Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”.
Finalmente hizo una referencia a la Misión Continental que se está llevando a cabo diócesis por diócesis en todo el continente, en aplicación del programa aprobado por los obispos latinoamericanos en Aparecida. Una misión que tiene como objetivo que los fieles “resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente”. También aquí “se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia”.
El mal no tiene la última palabra
El mensaje de Benedicto XVI a los obispos de México y Latinoamérica, durante las vísperas celebradas en la catedral de León, estuvo centrado en la esperanza frente a las dificultades, “con la convicción de que el mal no tiene la última palabra de la historia, y que Dios es capaz de abrir nuevos espacios a una esperanza que no defrauda”.
El Papa recordó cómo “la fe católica ha marcado significativamente la vida, costumbres e historia de este continente, en el que muchas de sus naciones están conmemorando el bicentenario de su independencia. Es un momento histórico en el que siguió brillando el nombre de Cristo, llegado aquí por obra de insignes y abnegados misioneros, que lo proclamaron con audacia y sabiduría”.
Aquel ideal de “no anteponer nada al Señor” sigue siendo una valiosa orientación para los Pastores de hoy. “Las iniciativas que se realicen con motivo del Año de la fe –aclaró– deben estar encaminadas a conducir a los hombres hacia Cristo, cuya gracia les permitirá dejar las cadenas del pecado que los esclaviza y avanzar hacia la libertad auténtica y responsable”. En particular, mencionó la necesidad de “el estudio, la difusión y la meditación de la Sagrada Escritura”.
También les pidió que “estén del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo. La Iglesia no puede separar la alabanza de Dios del servicio a los hombres. El único Dios Padre y Creador es el que nos ha constituido hermanos: ser hombre es ser hermano y guardián del prójimo”.