La tendencia de lo políticamente correcto a crear sus propias interpretaciones dogmáticas de los fenómenos sociales, y a imponer el empleo de las palabras “canónicas”, se ha manifestado una vez más a propósito del último caso de asesinato de una mujer a manos de su pareja en España. El hecho de que en un comunicado del Ministerio de Sanidad para condenar el asesinato se hablara de “violencia en el entorno familiar”, ha despertado críticas indignadas de algunos colectivos por no utilizar la expresión “violencia de género”.
Se ha dicho que la expresión “violencia de género” es el término acuñado por la ONU en la Conferencia de Pekín sobre la Mujer (1995), y que por lo tanto es el que debe emplearse en vez de eufemismos como “violencia doméstica” u otros similares. Es curioso que dentro de las varias posibilidades para referirse a este fenómeno solo deba emplearse una, como si las demás estuvieran proscritas.
Pero aún más extraño es que cuando se acude a la fuente –la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing– en su versión española, y se hace una búsqueda en el documento, resulta que al hablar de la violencia que sufre la mujer se utilizan las siguientes expresiones:
- “violencia contra la mujer” o “contra las mujeres”: 80 veces
- “violencia en el hogar”: 5
- “violencia doméstica”: 3
- “violencia de género”: ninguna
- “violencia sexista”: ninguna
- “violencia machista”: ninguna
O sea, para consagrar la exclusiva de “violencia de género” hay que hacer violencia al documento de Pekín, que ignora la expresión. La palabra “género”, tan discutida en la Conferencia y que motivó aclaraciones y reservas por parte de algunos países, sale 203 veces, pero no en el contexto de la violencia.
El empeño de algunos sectores por utilizar en exclusiva la expresión “violencia de género” refleja que el término “género” es deudor de una determinada ideología.
Así lo explica en un agudo artículo publicado en ABC, el catedrático de Lengua Española Manuel Casado, que recuerda que la Real Academia Española se pronunció, por razones estrictamente idiomáticas, en contra de la expresión “violencia de género”, cuando se iba a aprobar la ley, proponiendo sustituirla por “violencia doméstica” o “por razón de sexo”. Pero ¡qué sabrán ellos!, dijeron entonces los adalides del pensamiento PC, y el gobierno de Zapatero les ignoró.
La resistencia a referirse al entorno familiar en este contexto impide ver que muchas veces la violencia contra la mujer encubre patologías en la estructuración de la familia que el pensamiento PC prefiere no plantearse (cfr. Aceprensa, 23-12-2011).
Con tal de que se luche contra la violencia sufrida por una parte de las mujeres, cada uno es muy libre de emplear la expresión que considere más apropiada. El lenguaje, efectivamente, es importante. Y precisamente por eso hay que evitar la imposición monolítica de un lenguaje ideológico.