“No hay ningún choque entre lo que puede oír un alumno en clase de religión, si se sigue lo que dice la Iglesia, y lo que oye en clase de ciencias”
–¿Qué le parece que científicos británicos pidan expresamente a su gobierno que prohíba la enseñanza del creacionismo y el diseño inteligente como teorías científicas?
– Pienso que la ciencia tiene sus propios mecanismos para establecer lo que es científico y lo que no lo es. Yo tengo confianza en la ciencia y en la comunidad científica, quizás más que aquellos que tratan de que se prohíba o se obligue a enseñar doctrinas, teorías o hipótesis desde instancias ajenas a la misma ciencia. Algunos parecen tener miedo a que se pongan en cuestión las tesis que ellos defienden. Recurrir a estos medios para impedir que se enseñen unas ideas científicas determinadas sería avanzar hacia una dictadura política o ideológica en las aulas y, en definitiva, en la ciencia. La verdad, y también por tanto la verdad científica, debe imponerse por sí misma. Es lo que quizás está detrás de la defensa que siempre se ha hecho de la libertad de cátedra en las aulas.
El creacionismo y el diseño inteligente
–¿Cree que, como dicen éstos, son teorías pseudocientíficas?
– Hay que distinguir, según mi opinión, entre el creacionismo y el diseño inteligente. En el primer caso se sostiene una cosmovisión que está supeditada a una lectura particular de la Biblia. Por este motivo no hay un único creacionismo. No obstante su diversidad, tienen en común el defender tesis, diversas según el tipo de creacionismo, que son abiertamente contrarias a lo que hoy sabemos por las ciencias naturales: por ejemplo la errónea estimación de la edad del universo y la oposición a las teorías evolutivas. Si por pseudocientífico entendemos una doctrina que, desde una instancia que no es científica, hace afirmaciones que caen dentro del ámbito metódico de alguna ciencia, entonces el creacionismo es efectivamente pseudocientífico.
El caso del diseño inteligente es distinto. Las tesis que proponen sus defensores más representativos no están sustentadas en ninguna supuesta instancia revelada. De hecho hay promotores de este movimiento procedentes de distintas religiones e incluso algunos agnósticos. Ellos parten de hechos que tienen carácter científico y sus argumentos señalan, me parece que rectamente, algunos límites actuales (no sabemos si futuros) de algunas teorías científicas. Ponen de manifiesto en concreto algunos desafíos con los que se enfrenta hoy la biología. Pero las soluciones que ofrecen los defensores del diseño inteligente a dichos problemas sí escapan propiamente al método científico tal como es ejercido por la comunidad científica. Es en este punto donde se puede decir también que el diseño inteligente es una pseudociencia, aunque de naturaleza distinta al creacionismo.
Se puede perfectamente defender racionalmente la noción de creación sin ser creacionista en el sentido propio de la palabra
Todas las cartas sobre la mesa
–En cuanto al diseño inteligente, ¿introducir a un ser ‘superior’ en la ecuación de la evolución no es algo que pertenece únicamente al campo de las creencias?
– Me parece que introducir un ser superior como explicación de la evolución, tal como lo hace el diseño inteligente, es un error de método. El DI defiende que las evidencias científicas demuestran con certeza la necesidad de la existencia de ese ser superior. Pienso que se puede llegar racionalmente a la existencia de ese ser superior, pero dicho acceso no se consigue directamente desde la ciencia como ellos pretenden, sino que es necesario dar un salto metódico a la filosofía. Es claro que en filosofía no se alcanzan certezas de carácter científico. Para llegar a dichas certezas las ciencias siempre reducen o simplifican el ámbito de la realidad que estudian. La filosofía es también, como la ciencia, una construcción racional. Pero el filósofo renuncia a alcanzar ese tipo de certezas para poder llegar a verdades de carácter más global. Esto no significa que la filosofía esté recluida al campo de las creencias, sino que no goza de la posibilidad de concluir con el mismo tipo de certeza que las ciencias.
–¿Cree posible que el creacionismo y, sobre todo, el diseño inteligente, lleguen a impartirse en las clases de ciencias en España?
– No creo que el diseño inteligente y, mucho menos, el creacionismo formen parte algún día de los currícula de las asignaturas de ciencias en España. Esto no significa que no se pueda, e incluso que se deba, explicar en qué consisten y qué defienden estos movimientos. Poner todas las cartas sobre la mesa evita muchos problemas y confusiones. Dónde se deba dar esta información es otra cuestión.
El creacionismo no es la enseñanza de la Biblia
–Grupos como la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico opinan que la enseñanza del creacionismo (de la Biblia, en definitiva) en las clases de religión en nuestros colegios e institutos supone un choque para el alumno, al que en su clase de ciencias le han enseñado la teoría evolutiva. Y que dicha enseñanza religiosa debe quedar fuera de las aulas. ¿Qué opinión tiene?
– En primer lugar, habría que decir que la enseñanza del creacionismo no es la enseñanza de la Biblia. Por otra parte, es frecuente confundir el creacionismo con la simple pero densa afirmación de que el mundo es creado, que es una criatura. Se puede perfectamente defender racionalmente la noción de creación sin ser creacionista en el sentido propio de la palabra.
Si se trata de enseñar religión, lo que hay que enseñar, en el caso de que sea religión católica, es lo que la Iglesia enseña sobre Dios, el hombre y el mundo, tomando como punto de partida la fe de la Iglesia enseñada a través de su Magisterio. Enseñar la opinión o interpretación subjetiva que una persona concreta tiene de los textos bíblicos no es enseñar, al menos, religión católica. Lo que a un católico interesa realmente, como católico, no es saber lo que piensa una persona concreta, que puede ser muy docto en el ámbito de la filología, de la historia, etc. Lo verdaderamente le interesa es conocer lo que la Iglesia enseña. La Sagrada Escritura forma parte de la fe de la Iglesia, pero su lectura, hecha desde el Magisterio de la Iglesia, no se opone en ningún caso a las verdades que la ciencia ha conquistado con tanto esfuerzo.
No hay por tanto ningún choque entre lo que puede oír un alumno en clase de religión, si se dice lo que dice la Iglesia, y lo que oye en clase de ciencias, si se enseña lo que dice la ciencia y no se rebasan sus límites enseñando, por ejemplo, doctrinas de carácter materialista o ateo que, curiosamente, aún siendo alimentadas desde diversas ideologías que no son científicas, nadie se ha planteado en nuestro país pedir al gobierno que las prohíba.
Científicos creyentes
–Atendiendo al nombre de su grupo, ¿qué opina de aquellos científicos que creen incompatible ciencia y religión?
– Pienso que quien trate de defender esto o no sabe lo que es la ciencia, o no sabe qué es la religión, en particular la católica, o se mueve por intereses que son externos a ambas. La historia, por ejemplo, pone de manifiesto que dicha incompatibilidad no existe. Historiadores de la ciencia como Jacki y Duhem defienden la tesis, por supuesto discutible, de que la ciencia empírica ha nacido en Europa, y no en otras culturas- quizás más antiguas, gracias a su matriz cultural cristiana. La idea de incompatibilidad se introduce en el siglo XIX en un contexto muy especial en el que se ofrecieron versiones sesgadas de un caso paradigmático del denominado conflicto entre la ciencia y religión: el caso Galileo. Draper y White son los impulsores más importantes de la tesis del conflicto en ese momento. También el darwinismo ha servido para alimentar estas tesis con posterioridad. Recientes estudios históricos ponen de manifiesto la parcialidad e insuficiencia de estos argumentos. Una inmensa mayoría de los hombres que han contribuido al nacimiento y desarrollo de las diversas ciencias, como por ejemplo la Física, empezando por el mismo Galileo, eran creyentes.
Aunque los científicos tienen su peculiar modo de abordar y percibir estos temas, el aumento entre ellos de ateísmo, por ejemplo, es paralelo al aumento del ateísmo y la secularización de la sociedad en general. No hay pruebas claras ni estudios que puedan llevar a concluir que esta tendencia es una consecuencia de las peculiaridades del trabajo científico. Antes bien, estudios recientes como los realizados por Elaine Howard y Elizabeth Long, muestran que en la actualidad hay un alto porcentaje de científicos que se consideran personas espirituales, y que esa sensibilidad hacia lo espiritual tiene que ver con el tipo de trabajo que realizan, con el tipo de contacto que tienen con la riqueza y la grandeza de la naturaleza. Algunos incluso han encontrado en este trabajo motivos suficientes para su conversión.