A punto de cumplirse los seis años del lanzamiento del programa “One Laptop Per Child” (OLPC, un portátil por niño), su inventor –el investigador informático Nicholas Negroponte– ha hecho un honrado balance de resultados. Sus objetivos eran muy audaces y, según reconoce ahora, no se han cumplido ni de lejos. Pero, como escribe Alice Rawsthorn en The New York Times, el programa funciona.
Negroponte salió al ruedo pisando fuerte. Cuando presentó el plan OLPC, prometió que sus modernos y baratos portátiles XO contribuirían a mejorar millones de vidas de los niños más pobres del mundo al ofrecerles acceso a las tecnologías de la información e incrementar así sus posibilidades educativas.
En enero de 2006, la idea de Negroponte era distribuir por todo el mundo al menos 7 millones de portátiles en varios años y a un precio que no superara los 100 dólares (aunque se vende a los gobiernos, el precio era tan bajo porque está concebido como un proyecto educativo).
Pero la realidad ha sido mucho más modesta. La organización responsable del programa OLPC, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Delaware y creada por investigadores del MIT, ha fabricado y distribuido 2,3 millones de portátiles en 45 países. Y eso a un precio que oscila entre los 209 y 229 dólares.
Hay que decir que, desde el primer momento, al pionero Negroponte no se lo pusieron nada fácil. Así, no faltaron las suspicacias de quienes veían en el programa un montaje para hacer negocio o simplemente auguraban un fracaso más en la lucha contra la pobreza.
Ahí estaban los analistas de mercados financieros que le acusaban de subestimar la complejidad de los países en vías de desarrollo; o los trabajadores sociales que temían que el plan OLPC acaparase la atención mediática en perjuicio de otros programas más modestos; o los docentes que pedían invertir ese dinero (el de Negroponte) en más libros de texto o en mejorar el sueldo del profesorado…
En buena parte, las expectativas y los resultados no cuadraron porque algunos gobiernos que se comprometieron inicialmente a comprar los portátiles no lo hicieron. Además, el coste de los XO se duplicó debido a la debilidad del dólar y a la sustitución que hubo que hacer de algunos materiales, lo que elevó de nuevo los precios.
No obstante, como explica Alice Rawsthorn en su artículo, este cambio en los componentes de los portátiles ha servido para sacar lecciones. Así, la organización de Negroponte ha creado la tableta XO-3, un nuevo modelo de portátil más cómodo de usar y que –ahora sí– costará 100 dólares.
Por otra parte, Rawsthorn también recuerda los buenos resultados obtenidos en algunas de las regiones más pobres de países como Uruguay y Perú, donde sus gobiernos compraron 600.000 y 900.000 portátiles, respectivamente.