Los católicos fueron un obstáculo para Hitler

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Es conocido que la Iglesia católica fue considerada por el régimen de Hitler como uno de sus principales enemigos y también que muchos cristianos resistieron admirable y heroicamente al totalitarismo nazi. Los sacerdotes Johannes Prassek, Hermann Lange y Eduard Müller fueron algunos de quienes se opusieron y por ello el Tribunal del Pueblo Alemán los condenó a muerte el 10 de noviembre de 1943. A finales del pasado mes de junio, han sido beatificados en la ciudad donde ejercieron su ministerio, Lübeck, en una ceremonia celebrada por el cardenal Angelo Amato en representación de Benedicto XVI.

Los tres nuevos beatos eran sacerdotes católicos, y junto con el pastor evangélico Karl Fridrich Stellbrink, conforman el grupo conocido como “los mártires de Lübeck”, un foco de resistencia en esta ciudad costera de Alemania. Estos cuatro hombres denunciaron en sus sermones parroquiales la ideología anticristiana del régimen e incluso se opusieron públicamente a los programas de eutanasia propuestos por el gobierno. Según A. Ambrosi, postulador de la causa, su actividad pastoral les comprometía y fueron espiados por agentes de la Gestapo.

Entre ellos nacieron también lazos de amistad. Los tres mártires católicos apoyaron Stellbrink cuando éste quedó totalmente marginado dentro de su Iglesia, cuya jerarquía simpatizaba con el nazismo. Él fue el primer detenido y a los pocos días la policía arrestó a los tres sacerdotes católicos y a casi veinte laicos.

Además de la valentía para criticar los desvaríos totalitarios de Hitler, los tres nuevos mártires se desvivían por sus comunidades parroquiales, ayudando también a los perseguidos y a los necesitados en el tiempo de la guerra mundial.

También supieron ofrecer testimonio cristiano durante su estancia de más de un año en la cárcel, en situación de prisión preventiva. La sentencia por la que les condenaron a muerte los consideraba culpables de alta traición, debilitamiento del poder militar y apoyo al enemigo. Fueron asesinados en intervalos de tres minutos.

Otros testimonios

Además de la resistencia en Lübeck, otros muchos cristianos en otras zonas del país también se opusieron a las leyes nazis y a un gobierno que vulneraba la dignidad de la persona. En este sentido, como indica José M. García Pelegrín en su libro Cristianos contra Hitler (LibrosLibres), recientemente publicado, se calcula que durante el III Reich fueron perseguidos 10.300 sacerdotes, lo que equivale a más de un tercio del clero de entonces; a unos 2.000 les impusieron multas, pero 417 fueron deportados a campos de concentración.

García Pelegrín recoge en su libro la semblanza de seis cristianos a los que el compromiso con su fe les llevó a oponerse activamente al gobierno alemán. Entre ellos destaca el Cardenal von Galen, cuyos sermones pastorales fueron famosos en la denuncia directa de los crímenes nazis y que fue muy admirado precisamente por los beatos de Lübeck.

Junto al “león de Münster”, como se conoce al cardenal, beatificado en 2005, García Pelegrín recuerda a Wilm Hosenfeld, que ayudó a huir a muchos judíos y que más tarde fue hecho prisionero por las tropas soviéticas; a Franz Jägerstätter, un humilde campesino, a quien los tribunales nazis condenaron a muerte por negarse a cumplir el servicio militar por razones religiosas; a Kart Leisner, seminarista recluido en Dachau, donde recibió clandestinamente su ordenación sacerdotal y pudo celebrar su primera misa, antes de morir; a H. von Moltke, protestante, acusado de haber colaborado con el atentado contra Hitler, y por último, a Irena Sendler, enfermera polaca que salvó a más de 2.500 niños judíos del gueto de Varsovia.

García Pelegrín recuerda que, en las elecciones de 1932 que llevaron al poder a Hitler, en los Länder con mayor población católica fue donde el partido nacional-socialista obtuvo menos apoyo electoral.

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