En la película de Roland Joffé Encontrarás dragones, el cine se acerca por primera vez a la vida de san Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei. Aunque no se trata de un biopic sobre su figura, el espectador se plantea hasta qué punto el personaje de la película refleja bien al personaje real. Se lo preguntamos a Constantino Ánchel, investigador del Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer, de la Universidad de Navarra.
— Josemaría Escrivá es el único personaje real entre los protagonistas de Encontrarás dragones. Aunque se trate de una ficción cinematográfica, ¿le parece que el guión de Roland Joffé refleja bien su carácter y su actuación durante los años que abarca la película?
— Hay más personajes que cuentan con cierta apoyatura histórica en esta ficción cinematográfica; por ejemplo, los padres de Josemaría o algunos de los primeros miembros del Opus Dei, como Isidoro Zorzano, Juan Jiménez Vargas o Pedro Casciaro.
Ante estos hechos su consejo fue el mismo que repitió muchas veces a lo largo de su vida: “rezar, perdonar, comprender, disculpar”. En este sentido, Encontrarás dragones refleja muy bien su insistencia en la necesidad de la compresión y el perdón.
Mantuvo esa misma postura durante la guerra civil: ninguno de los que convivieron con él durante aquellos años turbulentos recuerda haberle oído ningún comentario sobre este particular, ni siquiera una valoración sobre el papel militar y político de Franco. Por ejemplo, José Luis Rodríguez-Candela, que compartió refugio con el fundador en la Legación de Honduras durante varios meses, dejó escrito: “Era asombrosa su ecuanimidad para enjuiciar unos hechos que por su gravedad afectaban enormemente a todos”. Y añadía: “Nunca se pronunció con odios ni con rencor enjuiciando a nadie (…). Le dolía lo que estaba sucediendo (…). Y cuando los demás celebrábamos victorias, don Josemaría permanecía callado”.
Recuerdan todos que deseaba con todas sus fuerzas el fin de la guerra y el cese de las muertes y de los odios, y que propugnó siempre el perdón y la reconciliación. Cuenta uno de sus biógrafos, Vázquez de Prada, que en una ocasión fue a verle una persona a la que los comunistas habían asesinado a varios parientes en el campo, en el cruce de una carretera. Le explicó que deseaba alzar una gran cruz en aquel lugar, en memoria de los caídos de su familia. “No debes hacerlo -le dijo-, porque lo que te mueve es el odio: no será la Cruz de Cristo sino la cruz del diablo” (2).
Otro testigo privilegiado de aquella época fue Pedro Casciaro, miembro del Opus Dei, que era hijo de un presidente provincial del Frente Popular. Recordaba Casciaro en su libro de memorias que Escrivá “nunca hablaba de política: quería y rezaba por la paz y por la libertad de las conciencias; deseaba, con su corazón grande y abierto a todos, que todos volvieran y se acercaran a Dios” (3).
— En la película se ve que hay una persecución contra la Iglesia católica, con asesinatos de sacerdotes y laicos. ¿Cuál fue la actitud de san Josemaría ante estos hechos?
— De un profundo dolor, siempre lleno de perdón. Cuando se encontraba refugiado en un domicilio de la calle Sagasta le dieron la noticia -como anotó en su diario Manuel Saínz de los Terreros- del asesinato de un íntimo amigo suyo, don Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, que le causó gran dolor. Su reacción fue siempre profundamente sobrenatural.
Perdón y reconciliación
— La película es una historia de perdón y reconciliación. ¿Tuvo san Josemaría que vivir de modo especial esas virtudes con motivo de acontecimientos de su vida?
— Sí, porque, como tantos fundadores y personas que han abierto nuevos caminos en la vida de la Iglesia, tuvo que sufrir numerosas incomprensiones, en los primeros años del Opus Dei y especialmente a comienzos de los años cuarenta, en el ambiente enrarecido de la sociedad española de postguerra. Su respuesta a esas incomprensiones fue siempre el perdón.
El cardenal Julián Herranz, que convivió con él durante muchos años, relata en su libro de recuerdos Dios y audacia que un día, al salir de una recepción en un lugar de Roma, se encontró con una persona que le había calumniado durante años. Estaba lloviendo y san Josemaría se acercó para preguntarle si tenía algún medio para ir a su casa. Esta persona le dijo que no, y el fundador se ofreció a llevarla en el coche, junto con otro conocido. Cuando la dejaron en su casa, este conocido le dijo extrañado: — No le entiendo, Padre: este señor es una de las personas que más calumnias ha contado y cuenta de usted… ¡Y usted lo lleva a su casa, tan contento! — Sí, estoy contento -le respondió-, porque el Señor me ha dado la oportunidad de vivir la caridad de Jesucristo (3).
— Hay momentos en la película en que Josemaría Escrivá aparece sumido en la duda. ¿Fue así? ¿Por qué motivos?
— Supongo que se refiere a los momentos de duda en la ermita de Pallerols, en la huida por los Pirineos. En aquellos momentos a san Josemaría le asaltó de nuevo la duda que había experimentado en Madrid, antes de comenzar aquella travesía. ¿Qué debía hacer? ¿Quedarse en Madrid, donde residían su madre, sus hermanos y algunos miembros del Opus Dei, o intentar pasar al otro lado, donde podría ejercer libremente su ministerio sacerdotal, y donde había también otros miembros del Opus Dei a los que atender espiritualmente? Más que la incertidumbre que le suponía esa salida clandestina, lo que le preocupaba era saber si estaba cumpliendo la voluntad de Dios o no. En esos momentos hizo algo que nunca hacía: le pidió una señal a Dios. Y reconoció esa “señal” en una rosa estofada, procedente seguramente de un retablo de la Virgen, que encontró entre los escombros de aquella ermita (4). A mi parecer, Joffé ha reflejado ese suceso con gran vivacidad, en una de las secuencias más hermosas y logradas de la película.
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Notas
(1 ) Apuntes íntimos, n. 202, 20-V-1931, citado en Vázquez de Prada, A., El Fundador del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, vol. I, Rialp, Madrid (1997), p. 359.
(2) Vázquez de Prada, A., El Fundador del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, vol. II, Rialp, Madrid (2002), p. 383.
(3) Herranz, J., Dios y audacia, Rialp, Madrid (2011).
(4) Vázquez de Prada, A., cit., vol. II, cap. X.