Kinshasa. “Congo, país de las sorpresas”, declaraba Thomas Kanza en 1960. “La acertada fórmula era tan apropiada a los cambios de situaciones de este periodo ya de por sí agitado, que se ha convertido en una especie de adagio… Cuando se la evoca es con toda seguridad para desarrollar la larga letanía de esperanzas traicionadas, de expectativas frustradas, de decepciones renovadas: todos los síntomas de ese pesimismo inveterado, tan característico de la opinión pública congoleña desde hace decenios (…)” (1). ¿Cómo lograr que desaparezca cuando cada día que pasa parece susurrarnos al oído: ayer estábamos mejor?
Entonces, ¿qué hemos hecho en 50 años de independencia? “En el país de Lumumba nada de lo que se programa llega a realizarse y, por el contrario, lo que se realiza es casi siempre imprevisible. Además, todo lo que ocurre suele suceder en su máxima dimensión, como si lo relativo estuviera proscrito en beneficio de lo superlativo” (2). Puede decirse esto de los comicios de 2006 a pesar de los desórdenes entre las dos vueltas de la elección presidencial y del discurso separatista étnico Este-Oeste; por no hablar de la zairización, de las rebeliones, de la personalización del poder y del caos financiero… en una palabra, de la mala gestión.
Herencia colonial y primera república
“Cuando la República Democrática del Congo accede a la independencia el 30 de junio de 1960, está dispuesto el decorado para su prosperidad a partir de la herencia colonial. Esto se justificaba por la existencia de una red de carreteras relativamente densa… así como por el funcionamiento de múltiples empresas mineras que habían permitido a la colonización belga realizar lo que se convino en llamar el ‘milagro económico’ del Congo belga. En el plano social, el país disponía de una importante red de escuelas dirigidas principalmente por misioneros, así como excelentes servicios sanitarios. Sus ciudades y sus centros urbanos ofrecían la imagen de comunidades integradas en las cuales los diferentes grupos convivían armoniosamente” (3).
Habría que relativizar este punto de vista sobre la integración en los centros urbanos. Sabemos que existía una separación entre blancos y negros, entre los evolucionados y las otras categorías sociales. En la administración, el suelo del belga era el techo del congoleño.
A pesar de estas discriminaciones raciales y sociales, cabría pensar que gracias a estas bazas, principalmente económicas, el país evolucionaría hacia un porvenir mejor. No se tenía en cuenta la sed del poder por el poder, sin contrapartida para el pueblo
Pero también estaban los demonios de la Primera República: el amotinamiento de la fuerza pública, las secesiones de Kasai del Sur y de Katanga, los asesinatos políticos, las rebeliones… Este cuadro sombrío no debe ocultar la experiencia democrática de la Primera República, que fue un éxito con la adopción de una nueva Constitución llamada de Luluaburg y las elecciones de 1965 antes del golpe de Estado de teniente coronel Mobutu. Habiendo accedido a la independencia sin cuadros universitarios, la Primera República nos dio algunos dirigentes como Thomas Kanza, Lihau, Tshisekedi, Mabika Kalanda…
El Estado presidencial de Mobutu
Una calma de fachada siguió a la toma del poder por Mobutu el 24 de noviembre de 1965. Se caracterizaba por “una cierta mejora en el aspecto económico… Por desgracia, este relanzamiento económico no fue acompañado por una mejora de las condiciones sociales de la población, a causa de una gestión caótica caracterizada por el desorden financiero. La población europea colonial había sido simplemente reemplazada por una casta compuesta esencialmente por miembros de la familia y de ‘amigos fieles’ del nuevo presidente” (4).
De una gestión ortodoxa guiada por la rentabilidad en tiempos de la colonia belga se había pasado a una gestión patrimonial, una personificación del poder como en tiempos de Leopoldo II, una transformación del ejército nacional en un ejército de una sola etnia y región encargado de reprimir a los opositores en vez de proteger a los ciudadanos y de guardar las fronteras, una zairización mediante la creación de una burguesía local que de hecho suponía una redistribución de las empresas extranjeras a los familiares y amigos del presidente… Esta destrucción de la economía nacional por decisiones políticas ilusorias y sin reflexión ha minado la superestructura congolesa hasta hoy.
Sin embargo, durante este periodo hubo una recuperación del déficit educativo a todos los niveles. Si durante la colonización menos de 100 alumnos terminaban la enseñanza secundaria anualmente, cuando Mobutu abandonó el poder eran 200.000. Si en 1960 no había universitarios, ahora cada año salían millares… al circuito del paro. La nación congoleña estaba en construcción a pesar de los avatares del proceso, aunque el Estado estaba en quiebra y la participación política en punto muerto.
El renacimiento del Congo
Después de una transición de 16 años (1990-2006) con tres jefes de Estado, la más larga de África (¡otro superlativo!), la RD del Congo organizó elecciones democráticas para resolver la cuestión de la legitimidad y de la legalidad de los gobernantes. Es verdad que los derechos humanos están lejos de ser una preocupación del régimen, si tenemos en cuenta los últimos asesinatos y lo que ocurre en el este del país. Sin olvidar que las elecciones locales, que permitirían expresarse al Congo profundo, se han remitido ad kalendas graecas.
Cincuenta años después se ha pensado en rehacer la red viaria de la capital, Kinshasa, y unir entre sí algunas provincias, pero muchos territorios siguen siendo enclaves. Las telecomunicaciones han dado un salto adelante. Kinshasa es un vasta obra en construcción y los bancos se desarrollan a un ritmo desenfrenado (de menos de 10.000 cuentas corrientes en 2000 se ha pasado a 400.000 en 2009), aunque ningún banco mundial de primera fila se ha instalado en el país.
Según decía el economista francés Jacques Attali en la televisión el pasado noviembre, la RD del Congo es uno de los futuros países emergentes. Pero para que así sea, hace falta una verdadera planificación del desarrollo. La glasnost y la perestroika deben inscribirse en el centro de la gestión del poder estatal. Crear un ejército republicano y fuerte es una necesidad de primer orden. La redistribución de los recursos nacionales es una exigencia y la aplicación de la ley una garantía para el porvenir.
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Notas
(1) Bajo la dirección de Elikia M’Bokolo, Elections démocratiques en RDC: dynamiques et perspectives, OIF et PNUD, Kinshasa, AGB, 2010, pp. 9-10.
(2) Isidore Ndaywel è Nziem, “Regard sur l’histoire politique des Congolais à l’épreuve des elections (1957-2007)”, in Elections démocratiques en RDC: dynamiques et perspectives, cit., p. 31.
(3) Samba Kaputo, Phénomène d’ethnicité et conflits ethno-politiques en Afrique noire post-coloniale, P.U.Z., Kinshasa, 1982, p. 9.
(4) Kabanda Kana K., L’interminable crise du Congo-Kinshasa, l’Harmattan, París, 2005, p. 120.