Desde el siglo XIX, época de grandes cambios que pusieron en crisis el orden tradicional, el discurso sobre la identidad -quién soy yo, quiénes somos nosotros- se presenta como un intento de ganar control reflexivo sobre el propio ser, a fin de no verse arrastrado por el curso de los acontecimientos. Esto vale también para la Universidad, donde la búsqueda del conocimiento corre el riesgo hoy de verse mediatizada por las demandas del mercado.
Sin duda, el alcance de un discurso de este tipo es siempre limitado. Por una parte, los discursos con los que intentamos describir lo que somos, inevitablemente nos remiten a lo que todavía no somos, pero queremos ser; y, por otra, tales discursos siempre se quedan cortos a la hora de reflejar lo que…
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