En Estados Unidos, la designación de los jueces no está exenta de preferencias políticas. En la mayoría de los estados, los jueces de las distintos Tribunales Supremos son elegidos por el pueblo. En el boletín del voto en las elecciones, estos candidatos a jueces aparecen sin adscripción a un determinado partido, aunque todo mundo sabe qué partido les apoya.
Los jueces federales no son elegidos, sino nombrados por el ejecutivo y confirmados por el Senado. Pero en los corredores del poder todo mundo sabe quién y cómo son nombrados. Estos perfiles se vislumbran cuando, como abogados recién registrados, comienzan a militar en un partido u otro o en un grupo ideológico u otro, aun sin adscripción partidista, como: los grupos de presión en pro o en contra del aborto, el matrimonio gay, la banca, las compañías de seguros, los sindicatos…
Incluso el origen étnico entra en juego. Así, cuando los descendientes de irlandeses son candidatos a jueces o al Congreso federal, hacen campaña en la fiesta de San Patricio y prefieren usar el color verde y el trébol como símbolos en sus pancartas y anuncios.
En las jurisdicciones menores de los estados y municipalidades, en muchos casos los jueces son elegidos. Por ejemplo, los llamados jueces de «circuito» son elegidos, así como los jueces en el ámbito municipal. Asimismo, los sheriffs son oficiales del juzgado (no del ejecutivo como en el caso de la policía municipal) y son elegidos en comicios.
Los jueces de asuntos menores son los más sensibles a presiones políticas y a veces cuentan con escasa preparación. Por ejemplo, en el estado de Mississippi hay algunos tribunales donde ni siquiera es obligatorio un título universitario o jurídico.
El “activismo judicial” en clave ideológica está empezando a ser contrarrestado por un activismo popular contra jueces que echan abajo leyes aprobadas por los legisladores. Ha llamado mucho la atención que en las recientes elecciones los votantes de Iowa hayan revocado a tres jueces del Tribunal Supremo del estado que se presentaban a la reelección. Se les reprochaba haber anulado la ley que definía el matrimonio como unión de un hombre y una mujer. Con esta decisión, adoptada por unanimidad por los siete miembros del Tribunal, Iowa se convirtió en el primer estado del Medio Oeste que aprobaba el matrimonio gay.
Los líderes de la campaña contra estos jueces piensan que esta revocación sin precedentes envía el mensaje de que el poder reside en el pueblo, no en los tribunales, y que los jueces no deben ser “legisladores con toga”. Campañas de este tipo se han planteado en 16 estados que utilizan este sistema de selección de jueces, pero donde ha tenido éxito ha sido en Iowa.