George Weigel: “El Papa no es un monarca absoluto”

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A la revista Time (7-06-2010) le disgusta profundamente la forma en que Benedicto XVI está afrontando el escándalo de los abusos sexuales: en un reportaje exige menos teología y más golpes de pecho. A esta crítica responde George Weigel, con su habitual tono mordaz, en un artículo publicado en National Review (4-06-2010).

El reportaje de Time se titula “Por qué ser Papa significa no tener que decir nunca ‘lo siento’”. Retoma la polémica sobre la época en que Joseph Ratzinger era arzobispo de Múnich (cfr. Aceprensa, 16-03-2010), trae a colación algunos testimonios y termina sentando al Papa en el banquillo.

No obstante, dice Weigel, al reportaje de Time todavía se le puede sacar algún provecho. “En tan sólo diez páginas, logra sintetizar la visión distorsionada que los medios siguen teniendo sobre la Iglesia católica”.

Weigel aclara este punto para que nadie piense que el Papa debe responder por los desmanes cometidos en la diócesis más perdida del mundo. “En las últimas décadas, la irresponsabilidad de algunos obispos locales ha hecho mucho más daño a la Iglesia que la supuesta autocracia del Papa”.

Además, la capacidad de gobernar que tiene el Papa se encuentra limitada en la práctica por sus colaboradores. Weigel pone como ejemplo el caso de la nunciatura apostólica de Washington, que informó con tres meses de retraso a Juan Pablo II sobre algunos aspectos de la crisis de los abusos en Estados Unidos.

Dos Papas, dos blancos

El reportaje de Time recoge otros muchos tópicos que circulan hoy en la opinión pública. Los más destacables son los ataques personales que ambos periodistas dirigen a Juan Pablo II y a Benedicto XVI. Al primero le critican su escasa capacidad de gestión para hacer frente al escándalo de los abusos; y al segundo, su participación en la supuesta operación de encubrimiento llevada a cabo por la Curia.

La crítica contra Juan Pablo II proviene de “fuentes que trabajan en el Vaticano”. Estas innombrables fuentes se quejan de la excesiva centralización de la Iglesia en tiempos del Papa polaco; algo que desmiente Weigel, uno de sus biógrafos más autorizados: “Juan Pablo II confiaba plenamente en la capacidad de las Conferencias Episcopales de cada país para resolver sus propios problemas”.

Por otra parte, Weigel explica que “Juan Pablo II sabía que sus puntos fuertes para ejercer su pontificado eran las funciones de enseñar y santificar. Como ya hizo cuando era arzobispo de Cracovia, se rodeó de personas competentes que le ayudaron a llevar los asuntos cotidianos del gobierno de la Iglesia”.

¿Significa esto que el anterior pontífice era un mal gestor? “Si por gestión entendemos -dice Weigel- fijarse unos objetivos ambiciosos y cumplirlos, entonces hay que concluir que Juan Pablo II fue un gran gestor”.

Una respuesta seria

La crítica de Time contra Benedicto XVI se puede resumir así: el cardenal Joseph Ratzinger formó parte de la estrategia de encubrimiento que llevó a la Curia romana a preocuparse más por evitar escándalos que por hacer justicia a las víctimas.

Aunque Weigel no niega los fallos cometidos por algunos obispos, considera poco serio culpar de ellos precisamente “al hombre que ha hecho más en la Curia por reconstruir las piezas que no encajaban”.

La tesis de Weigel es que la Santa Sede comenzó a hacerse cargo de la dimensión del problema de los abusos cuando, entre 1999 y 2001, la Congregación de la Doctrina de la Fe -dirigida entonces por Ratzinger- asumió las competencias sobre este asunto por decisión de Juan Pablo II.

Respecto a la crítica sobre el modo que Benedicto XVI está afrontando ahora la crisis, Weigel replica: “No, el Papa no ha seguido el discurso mediático habitual de ponerse ante las cámaras y humillarse, como si fuera un congresista americano al que acaban de destapar un affaire con su secretaria. La respuesta de Benedicto XVI ha sido mucho más seria”.

“Se ha reunido, ha rezado y ha llorado junto a las víctimas de los abusos cometidos en Estados Unidos, Australia y Malta. Ha llamado la atención a los obispos de Irlanda en los términos más firmes en que podía hacerlo (…). Ha reconocido honestamente que los sufrimientos de la Iglesia proceden ‘del pecado que hay en la Iglesia’, pero sin absolver a los medios por sus errores de desinformación. Y ha recordado que la Iglesia “tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, de una parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la justicia”.

Weigel termina su artículo con un dardo final al más puro estilo George Weigel: “Esta clase de liderazgo, que hunde sus raíces en una admirable profundidad teológica y espiritual, merecía algo más que una portada tramposa y una frase tomada de una de las peores novelas de la historia” (1).

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NOTAS

(1) La novela a la que se refiere Weigel es Love Story, de Erich Segal, que se hizo famosa por la frase: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento”.

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