La orientación familiar, una demanda en auge

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La perplejidad ante los nuevos problemas que afectan hoy a niñas y niños está provocando que muchos padres jóvenes recurran a los consejos de los expertos. José Miguel Cubillo, psicólogo, arquitecto y presidente de Aula Familiar, ofrece algunas claves para entender esta tendencia.

El que unos padres acudan a un especialista en matrimonio y familia es algo muy recomendable, siempre y cuando eso no les paralice ni les meta el miedo a educar de acuerdo con sus propias experiencias y su sentido común.

La función del orientador familiar, explica Cubillo, es despertar la iniciativa de los padres para que sean ellos quienes definan su propio estilo de vida familiar. Además, el orientador ofrece conocimientos, criterios de orientación y técnicas educativas. Pero, al final, son los padres los que han de decidir lo que conviene a sus hijos en cada caso.

Este es uno de los principios que guía a Aula Familiar (www.aulafamiliar.org), un centro de orientación familiar fundado en 1973 con el asesoramiento del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra.

Aula Familiar, con sede en Madrid, es miembro fundador del Instituto de Iniciativas de Orientación Familiar (IIOF), el cual está integrado en la International Federation for Family Development (IFFD), con estatus consultivo ante Naciones Unidas.

Padres inseguros

Hoy cada vez es más frecuente que se recurra a la ayuda de expertos para educar a los hijos. ¿A qué atribuye esta tendencia?

En parte se explica por la influencia que están teniendo una serie de ideas en la cultura actual. Quizá la más extendida es que los padres no están suficientemente capacitados para educar a sus hijos; razón por la cual tendrían que acudir a pedagogos, psicólogos, profesores o trabajadores sociales.

En este ambiente, uno puede llegar a creerse -sobre todo, si se deja llevar por la comodidad- que la educación de los hijos corresponde a los expertos. De esta manera, se va generando en los padres una especie de falta de autoestima; los padres se sienten cada vez más inseguros. Y, como consecuencia de ello, el papel de la familia como agente educativo se va difuminando.

Para contrarrestar este modo de pensar, nosotros procuramos que las familias sean conscientes de la misión insustituible que les corresponde. Damos a los padres conocimientos y técnicas para que sean ellos quienes se decidan a buscar y aplicar soluciones. Cada familia es soberana.

En los últimos años, varias cadenas de televisión han lanzado programas para ayudar a los padres en su tarea educativa: “Supernanny”, “SOS Adolescentes”, “Padres, hijos y escuela” o “Generación Ni-Ni”. A juzgar por el éxito de estos programas, da la impresión de que estamos ante una auténtica demanda social.

Efectivamente, la demanda va en aumento, al igual que algunos problemas sociales serios: agresiones de hijos a padres, agresiones de alumnos a profesores… Si unos padres renuncian a ejercer su autoridad para educar a sus hijos, es probable que surjan problemas de convivencia familiar. Y entonces, cuando se ven superados, acuden a los expertos como si ellos tuvieran soluciones mágicas.

Algunos programas de los que has citado pueden fomentar implícitamente la pasividad de los padres. Dado que el experto del programa tiene éxito al resolver los problemas planteados en la televisión, puede parecer que basta con aplicar un puñado de técnicas para que todo salga bien. Existe el riesgo de que los padres pasen por alto que cada problema es único.

Es muy positivo conocer los avances de la psicología, la pedagogía y de otras disciplinas. Pero debemos evitar el error de pensar que la ciencia produce por sí misma la virtud. En realidad, nos hacemos buenos y enseñamos a nuestros hijos a hacerse buenos obrando el bien.

A diferencia de la mediación familiar, centrada en la resolución de conflictos que ya se han producido, la orientación familiar trata de prevenirlos. Pero, ¿no le parece que las personas reaccionamos de manera distinta en tiempo de crisis que en tiempos de calma?

Es cierto que ponerse a resolver problemas en medio de una tempestad es mucho más costoso y difícil que hacerlo con buen tiempo. Por eso es tan importante tener iniciativa y saber adelantarse. En general, los problemas familiares son muy parecidos. La diferencia básica entre una familia y otra está en la forma en que cada una vive las temporadas de calma y en el modo en que afrontan los problemas cuando llegan.

El primer aspecto es decisivo. Muchas familias dejan pasar oportunidades de mejora cuando no hay problemas acuciantes; se vive de un modo pasivo, sin fijarse metas concretas y sin actuar para alcanzarlas. Otras familias, en cambio, se caracterizan por almacenar recursos para las temporadas de escasez. Tienen metas definidas y las persiguen de forma activa. Cuando llegan los problemas, similares a los de las demás familias, se encuentran en muy buenas condiciones para resolverlos.

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