El pasado 8 de marzo, el periódico El País abrió su crónica sobre la Marcha por la Vida celebrada en Madrid el día anterior con un titular desdeñoso: “El movimiento antiaborto languidece”.
Ya se sabe que el recuento de asistentes a una manifestación es una tarea polémica. En esta ocasión, los organizadores dieron la cifra de 600.000 personas. El País se encargó de rebajarla a “unas 10.000 personas”. Su fuente de datos era la empresa de recuento de asistentes Lynce, contratada por la agencia Efe, que puso la cifra en 9.726, ni una más ni una menos.
Un dato sobre el que no cabe discutir es que ese mismo día se celebraron actos por la vida en 76 ciudades españolas: unas 3.000 personas -según El País– en Bilbao; unas 7.000 -según la organización- en Barcelona; “miles de personas” -según El País– en Andalucía… De nuevo, baile de cifras.
Llegados a este punto, es lógico que uno desista de hacerse una idea sobre el número de asistentes a la manifa pro vida. En lo que sí hay coincidencia es que en Madrid se manifestaron, por lo menos, “unas 10.000 personas” y en el resto del país “otros miles” de ciudadanos.
Pero a El País le parecen muy bajas estas cifras: “A pesar del carácter festivo de una marcha plagada de música y globos rojos en forma de corazón, el movimiento antiabortista languidece”.
Otro feminismo es posible
Al día siguiente, 9 de marzo, El País dedica un artículo a la manifestación convocada en Madrid para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Lo curioso del asunto es el entusiasmo que despierta en el cronista la pequeña cifra de asistentes al acto. Dice la entradilla: “Más de mil personas participan en una manifestación para recordar el Día Internacional de la Mujer y exigir una cambio en el modelo familiar”.
Y por si hubiera alguna duda sobre el número de asistentes, la primera frase del artículo reitera: “Más de 1.000 mujeres de todas las edades (y algún que otro hombre) se concentraron en la Plaza de Jacinto Benavente con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer”. Esta vez no se recurrió al Lynce que cuenta con decimales.
Allí se congregaron -nos cuenta el artículo- desde “una sexagenaria veterana del movimiento feminista” hasta una joven de 20 años que “decía ser consciente de la responsabilidad que ahora le corresponde”.
Ciertamente, la cifra de asistentes a la Plaza de Jacinto Benavente no es como para tirar cohetes. De hecho, el titular dedicado a los pro vida parece que les viene mejor a las feministas. Piénsenlo: “El movimiento feminista radical languidece”.
Quizá el problema de la escasa asistencia al acto es que aquello fue un popurrí de reivindicaciones. De la denuncia a la injusta desigualdad salarial entre mujeres y hombres se pasó, como el que no quiere la cosa, a la exigencia de “un Estado laico” o a “un cambio en el modelo familiar”.
“Yo como gay estoy aquí para acabar con el machismo, con la sociedad patriarcal que nos oprime. Hay otra masculinidad posible”, explicó a El País uno de los participantes. Aunque, a juzgar por los escasos hombres allí presentes, esa otra masculinidad parece muy reducida.
Si, para El País, reunir a mil personas en nombre del feminismo radical es todo un triunfo, es señal de que lo considera una verdadera minoría; y si cuando el movimiento pro vida reúne a decenas de miles de personas en manifestaciones en diversas ciudades es un signo de que “languidece”, da la impresión de que El País lo considera un movimiento mucho más importante.
A la vista de la escasa asistencia al acto celebrado en Madrid el Día Internacional de la Mujer, esperemos que también sea posible un feminismo menos radical. Puestos a hacer números, lo que uno descubre es que la manifestación donde hubo más mujeres fue en la Marcha por la Vida.