Bernard-Henry Lévy escribe un interesante artículo en Le Point (también publicado por Corriere della Sera) en el que afirma sin tintas que Benedicto XVI y Pío XII son víctimas del prejuicio. Es más, afirma que son chivos expiatorios. El filósofo francés dice que ha llegado el momento de “dejar de lado la mala fe, el partidismo y, para decirlo de una vez, la desinformación cada vez que se habla de Benedicto XVI”. Añade que desde su elección se ha tratado al Papa como “ultraconservador”, con insinuaciones de mal gusto sobre el “Papa alemán”, e incluso sobre el “post nazi” en sotana…
Lèvy dice que en algunas ocasiones se ha llegado incluso a falsificar los textos de Benedicto XVI para hacerle decir lo que no ha dicho o recriminarle que no dijera lo que efectivamente había dicho. Los ejemplos que cita, como el resto del artículo, se refieren a las polémicas con los judíos, como ha vuelto a ocurrir con motivo de la reciente visita del Papa a la sinagoga de Roma. “El mismo coro de desinformadores ni tan siquiera ha esperado a que el Papa cruzara de nuevo el Tíber para anunciar, urbi et orbi, que Benedicto XVI no había sabido encontrar las palabras que hacía falta decir, ni cumplir los gestos que se necesitaba cumplir y que, por tanto, había fracasado en su intento…”
El autor repasa críticamente algunos episodios que han ayudado a crear un clima de opinión en torno a los “silencios de Pío XII” sobre el holocausto (acción denigratoria del dramaturgo Rolf Hotchhuth, que -ironías de la vida- se ha convertido ahora en defensor del negacionista David Irving) y recuerda otros -en sentido contrario- que se suelen olvidar (colaboración del cardenal Pacelli, futuro Pío XII en la escritura de la encíclica antinazi; alocuciones radiofónicas de la navidad de 1941 y 42, que le valieron el reconocimiento de Golda Meir). Se intenta hacer caer -concluye- el peso del “ensordecedor silencio del mundo entero sobre la Shoah” sobre el único soberano del momento que no tenía cañones ni aviones, que no ahorró esfuerzos para compartir con quien sí tenía aviones y cañones las informaciones de que disponía, y que salvó a un gran número de personas.
Pobreza informativa en la prensa israelí
Los prejuicios se alimentan con la falta de falta de información. Por eso, aunque se supone que la visita del Papa a la sinagoga de Roma era un tema que podía interesar a los israelíes, llama la atención que la información que algunos medios significativos de Israel han ofrecido haya sido más bien pobre. Por no decir que incluso decepcionante, desde el punto de vista profesional (al menos, en la versión en inglés). En un artículo que publica Avvenire se comprueba que, en efecto, en su mayor parte se trata de refritos de agencia (Reuters y AP), los cuales pretenden ofrecer café para todos centrándose en elementos conflictivos que no fueron, ciertamente, lo destacado del encuentro. Se echa en falta un ojo que supiera ver más allá del guión ya cocinado, que ha sido -en buena medida- lo que han publicado.
Llama la atención las pocas frases que se destacan del discurso del Papa. Es como si todo se centrara en la polémica sobre Pío XII, que fue mencionada pero muy brevemente y en un contexto más amplio y rico. El diario Haaretz, por ejemplo, elige como título “El Papa defiende en la sinagoga de Roma al Vaticano de la era nazi”. Solo menciona, transformándola, la única referencia de Benedicto XVI al tema, que fue esta frase: “la Sede Apostólica desarrolló una acción de socorro, con frecuencia escondida y discreta”.
El título del diario más difundido, Yediot Ahronot, es todavía más directo y ofrece una visión objetivamente desenfocada de lo que fue el encuentro: “El líder de los hebreos romanos presiona al Papa sobre el ‘silencio’ de Pío XII”. Y la agencia Arutz Scheva añade que “El Papa se enfrenta a palabras ásperas en su histórica visita a la sinagoga [de Roma]”. A veces da la impresión de que las noticias deben confirmar lo que uno espera oír. Es una pena, porque el Papa dijo cosas que interesan a los hebreos.
Embajador israelí pide no temer al diálogo con la Iglesia
También hay voces dentro del judaísmo que animan a superar recelos y responder con más interés a la mano tendida de la Iglesia católica. Una de ellas es la del embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Lewy que, en dos artículos publicados en la revista mensual judía italiana Pagine Ebraiche, pide a sus connacionales una mayor apertura al diálogo con la Iglesia católica.
En ambas intervenciones, de las que se hace eco L’Osservatore Romano, el diplomático israelí lamenta que “sean pocos los representantes del judaísmo realmente comprometidos en el diálogo con los católicos”, y reconoce que existe una “asimetría” en este diálogo.
Advierte que, a pesar de que su Gobierno es favorable “al continuo diálogo a los máximos niveles oficiales, entre el Rabinato Central de Israel y la Santa Sede, sigue habiendo escepticismo por parte de la corriente principal de los ortodoxos”.
Actualmente, explica, “el judaísmo reformado y el conservador son más abiertos al diálogo con los cristianos. Lo hacen desde el punto de vista de su experiencia americana, donde la convivencia entre grupos étnicos y religiosos es intrínseca a la sociedad». Y aunque no se discuta sobre cuestiones de fe, se mantiene un diálogo en temas de interés social, la bioética, la ecología, la violencia…
Según Lewy, la dificultad que experimentan muchos judíos a la hora de dialogar con los cristianos responde a un mecanismo de autodefensa que han desarrollado a lo largo de su historia, al tener que vivir en ambientes hostiles, aunque no siempre ha sido así su relación con los cristianos. “La mayor parte de los judíos perciben su historia durante la Diáspora como una batalla traumática por la supervivencia contra los constantes esfuerzos, por parte de los católicos, de convertirles amablemente o, en la mayoría de los casos, por la fuerza”.
Pero el embajador israelí invita a los judíos a superar esta herida y a “conocer mejor a la otra parte para comprenderla”. “Cuarenta años de diálogo judeo-católico tras la Nostra aetate han sido un periodo de ensayo y error por ambas partes en los que se ha desarrollado un dinamismo propio”, añade.
«Tras la Shoah, la Iglesia católica ha puesto en marcha en los años sesenta un cambio radical respecto a los judíos”, reconoce el diplomático. “Los católicos nos tienden la mano. Sería insensato no tomarla, a menos que queramos hipotecar nuestro futuro con una animosidad constante con el mundo católico”, advierte.