La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 20 de noviembre de 1959 la Declaración de los Derechos del Niño. Treinta años después, justo el mismo día, se ratificó por el mismo organismo la Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia. Javier Urra, doctor en psicología, psicólogo forense de los Juzgados de Menores de Madrid y escritor (una docena de libros en su haber) se congratula de que en estos 50 años “la infancia esté más protegida, querida y respetada”.
Sin embargo, insiste en otras lacras que quedan por erradicar: la prostitución infantil, los niños soldados, la malnutrición. Del mundo desarrollado, la pornografía, el maltrato, el alcohol, los divorcios mal llevados y la excesiva sobreprotección de los padres hacia sus hijos.
Ser hijo único le estimuló a relacionarse con más ahínco con otros niños. Los campamentos juveniles le ayudaron a conocer a todo tipo de muchachos. Capítulos de su historia que le imprimieron una preocupación particular por la infancia. Esto le llevó a ser el primer Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid (1996-2001) y presidente de la Red Europea de Defensores del Menor. Es director de Urrainfancia, una entidad que intenta tender puentes entre padres e hijos (www.javierurra.com)
— ¿Qué queda por hacer en el siglo XXI, tras 50 años de la Declaración de los Derechos del Niño?
— El mundo ha avanzado mucho, la infancia es más querida y más protegida. La mortalidad infantil desciende en aquellos países donde se incrementa la cultura. Es urgente apoyar con más eficacia a las madres en los países subdesarrollados, pues son las que educan a sus hijos. Cuando un país se democratiza e invierte en educación, los niños en lugar de ir a la guerra, acuden a la escuela, en lugar de prostituirse por las calles, se instruyen en el colegio. Algunos continentes todavía carecen de lo más elemental. La FAO lo ha advertido: en África, todavía muchos niños se mueren de hambre.
El necesario sentimiento de culpa
— En el mundo desarrollado, ¿se da la paradoja de que los niños exigen sus derechos pero no cumplen sus obligaciones?
— La responsabilidad es de los padres. Cierto es que la presión social en ocasiones juega contra ellos, educa más la televisión que los progenitores. No saben educar con autoridad, diferente del autoritarismo. Por otro lado, justifican a sus hijos lo injustificable. Si un menor ha cometido un abuso sexual o un acto de violencia contra una comisaría, los padres no pueden disculparle con un “no era para tanto”. Si un hijo ha cometido un delito, un acto inhumano, tiene que reparar. Se trata de enseñar a nuestros hijos a hacer ejercicios de contrición de conciencia.
— Usted habla de otra patología de nuestra década: niños con dureza emocional. ¿Un niño tirano nace o se hace?
— Se hace, sin duda. Muchos padres maleducan bajo el pretexto de no exigir, castigar o sancionar por el falso miedo de evitarles un trauma. Otros les sobreprotegen para descargar su conciencia, ya que pasan muy poco tiempo con sus hijos. Son niños que crecen sin sentimiento de culpabilidad, en su universo egocéntrico y narcisista. No se les ha enseñado a ponerse en el lugar del otro. No saben qué es la compasión. Su lema es, “yo y después yo”. El ser humano debe aprender a ser humilde. Nuestros hijos necesitan interiorizar lo que es compadecerse del otro, de su desgracia.
— Las denuncias de padres contra hijos maltratadores aumentan. ¿Qué está pasando?
— En España existen más de 8.000 denuncias interpuestas por padres contra sus hijos por maltratos. La incidencia de las niñas va creciendo, asciende al 40%. Es un mal síntoma. La víctima sigue siendo la madre, porque está más en casa, porque es la que se preocupa más por la educación. El perfil del padre en estos casos suele ser de un progenitor ausente o débil, o bien, entre divorciados, un padre que arremete continuamente contra la madre. En estos casos, la familia necesita ayuda de las instituciones. No se trata de internar al niño, a no ser que las agresiones pongan en riesgo la vida de sus padres, pero sí de realizar una terapia conjunta familiar para evitar que la relación se enquiste y que el maltrato vaya a más.
Para ayudar mejor a la familia
— La convención de 1989 señala que la familia debe recibir la protección y asistencia necesaria para asumir plenamente sus responsabilidades. ¿Recibe la institución familiar suficiente protección?
— La familia española goza de buena salud. No soy pesimista, la gran mayoría de los jóvenes son leales, solidarios, amantes de su familia. Existe amor en el seno familiar. Sin duda, hay que mejorar todavía la protección debida y el apoyo legal. Me refiero a esas familias con niños o padres discapacitados, con patologías, familias conflictivas. Son las que más ayudan necesitan. No hay que olvidar que la familia en España es la instancia más valorada y por tanto, en justicia debería recibir todo el apoyo legal y económico necesario. Otro hecho preocupante es la crisis económica. Actualmente, existe un 13% de niños españoles que viven bajo el umbral de la pobreza, inmigrantes la mayoría, o que son programados desde pequeños para delinquir, como por ejemplo la población rumana gitana.
— A pesar de la Convención, la prostitución infantil sigue siendo una fuente de explotación en algunos países.
— Es un problema tremendo, de difícil solución. Se debería castigar con penas más duras este tipo turismo. En España, por ejemplo, gracias a la modificación del Código Penal -la extraterritorialidad- hoy se puede juzgar a una persona que practique sexo con niños menores de 13 años en otros países, dentro del denominado turismo sexual.
— ¿Qué clase de persona es aquella que somete a los niños a relaciones sexuales?
— Son personas narcisistas, inseguras, con trastornos psicológicos, habituadas al fetichismo, dominadores. Saben lo que quieren. No buscan una relación de igual a igual sino de dominación. Incluso hay muchos de ellos que tienen pareja estable. Es aberrante, además de un delito.
— Este tipo de experiencia en la infancia, así como otra clase de abusos ¿se puede superar en la edad adulta?
— La experiencia clínica señala que los maltratos y abusos sexuales se pueden superar con una buena terapia. Pero una cosa es superar, es decir, convertirse en un adulto equilibrado, y otra, que no le marque de por vida. El niño, vejado de pequeño, guardará en su conciencia y en su ser esa experiencia aberrante. Sin embargo, como decía, una terapia adecuada, el ejercicio del perdón, de la reconciliación consigo mismo y con el mundo que le llevó a vivir estas aberraciones y convenciéndose de todas las posibilidades de desarrollo que tiene como ser humano, pueden ayudar a este niño a llevar una vida plena cuando sea adulto. Desgraciadamente, no se brinda este tipo de ayuda en países donde se explota la prostitución infantil.
Proteger a los niños en los divorcios
— Además de esta lacra, ¿cuáles son los principales problemas que afecta a la infancia de nuestro siglo?
— En España, en particular, el consumo de alcohol, los divorcios mal llevados, y como mencionaba anteriormente, la excesiva protección, educar sin compasión. También me preocupa que la sociedad empuje antes de tiempo a los niños a adelantar su adolescencia, acortándoles su infancia, sobre todo en aquellos aspectos que se refieren a la sexualidad. Es un error que perjudica a su correcta madurez.
— Niños y niñas de 12 y 13 años, consumiendo alcohol. ¿Cuáles son los motivos?
— Para algunos adolescentes, la única forma de divertirse es bebiendo alcohol. No les hemos enseñado a entretenerse de otra forma. Además, los padres les consienten salir hasta las tantas. ¿Qué hace un niño de 14 años saliendo hasta las 2 de la madrugada? Consumir más alcohol y como consecuencia, realizar actos descontrolados. Instituciones, padres y educadores tenemos que poner todas lo que esté en nuestras manos (normas, medidas, otras alternativas) para evitar este tipo de hábitos en nuestros niños.
— Se ha referido también a los divorcios mal llevados como otro problema que afecta enormemente a la infancia.
— En este ámbito, España es todavía un país ignorante. No asume los riesgos del divorcio. Algunos juzgados de familia están mal planteados, muchos abogados no tienden puentes hacia la mediación, muchas mujeres sufren verdadero abandono y, en otras ocasiones, el padre está injustamente maltratado por la Justicia. Todos estos procesos generan un daño en ocasiones irreparables en los niños. En este ámbito, es urgente que las instituciones protejan más a los niños de unos padres, muchas veces egoístas, que no velan por sus hijos, sino que se guían por su venganza, dolor o abandono.