Se han cumplido diez años de la entrada en vigor de un nuevo contrato en el ordenamiento jurídico francés: el pacto civil de solidaridad (PACS). La efemérides se presta a hacer balance. Ante todo, justifica las reticencias que en su día tuvieron quienes se oponían a ese proyecto en nombre del derecho de familia. Los partidarios insistían en que se trataba sólo de dar amparo jurídico a situaciones injustas sufridas por parejas homosexuales. La realidad es que, en 2008, el 94% de los “pacsados” -el verbo ha entrado plenamente en el lenguaje coloquial- fueron parejas heterosexuales: el PACS es una especie de matrimonio débil, con todos los derechos, pero sin apenas compromisos, como corresponde a la mentalidad postmoderna.
Creado por ley de 15 de noviembre de 1999, el PACS es un contrato que puede ser concluido por dos personas mayores, de sexo diferente o del mismo sexo, en la oficina judicial de los tribunales de primera instancia. Para establecerlo no hacen falta ceremonias, ni testigos, ni regalos. Todo se puede hacer con la máxima discreción y el mínimo tiempo. Basta aportar al oficial del juzgado las partidas de nacimiento, los documentos de identidad y la declaración de vida común.
Su objetivo es regularizar los derechos y deberes de la vida en común de esa pareja y, en su caso, de los hijos presentes o futuros (se exige reconocimiento, no basta la mera inscripción, como en el caso del matrimonio; tampoco se concede el derecho a adoptar conjuntamente). No se deben fidelidad, pero sí ayuda material y asistencia recíproca, por ejemplo, en caso de enfermedad o desempleo, y asumen solidariamente las deudas contraídas para las necesidades del sostenimiento familiar. Pueden hacer declaraciones fiscales conjuntas, están exentos del impuesto de sucesiones y pueden seguir utilizando el domicilio común en caso de fallecimiento, así como beneficiarse de las prestaciones sociales del compañero. Para disolver el PACS, basta dirigir una declaración de voluntad, individual o conjunta, al tribunal de instancia.
El PACS se suele contraer por personas que llevan tiempo conviviendo. No lleva consigo ninguna solemnidad. No da lugar a celebraciones, ni pone en compromiso a posibles invitados. Simplemente, aporta garantías jurídicas a los convivientes y a los hijos, frente a la incertidumbre del mero concubinato o unión libre. No hay peleas por olvidar el aniversario del PACS, porque no suele recordarse.
Se comprende que en una sociedad afecta a la ética indolora del consenso, en la línea del crepúsculo del deber de Gilles Lipovetsky, el PACS haya tenido mucho éxito. Al principio atrajo a unas 20.000 parejas al año. Esa cifra llegó a 50.000 en 2005, a 100.000 en 2007, y a casi 150.000 en 2008 frente a 267.000 matrimonios. Y, a pesar de la debilidad del vínculo, las rupturas de PACS heterosexuales son semejantes a las de los matrimonios franceses (18,9% frente a 18,2%, respectivamente).