Roma. “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia, de la paz”: con un tema general tan “político” y de tanta actualidad, cabía el riesgo de que el sínodo de los obispos dedicado a África acabara centrado en cuestiones demasiado contingentes; o, para evitar esa tentación, demasiado “espirituales”. Ambos peligros -mencionados por Benedicto XVI en su saludo de clausura- se superaron.
Esa es la sensación que se respiraba después de las tres semanas de reuniones generales y en grupos de los 239 padres sinodales, que se concluyeron con la aprobación de 57 propuestas (que se entregaron al Papa, quien autorizó su divulgación) y del tradicional mensaje al pueblo de Dios. En los próximos meses, como ocurre después de cada sínodo, el Papa publicará un documento (Exhortación apostólica), donde se recogerán las líneas principales que guiarán la labor de la Iglesia en el continente africano.
Una de las ideas fundamentales presentes en las conclusiones del sínodo es el compromiso por la unidad de la Iglesia, el empeño por realizar un renovado esfuerzo para superar las posibles divisiones debidas a diferencias lingüísticas, étnicas, culturales o sociales. “La Iglesia reconciliada es levadura potente de reconciliación en cada país y en el continente africano”, dijo el Papa durante la homilía de la misa final, el domingo 25 de octubre.
La corrupción interna
Una muestra del realismo y equilibro de los análisis presentados durante estos días fue que, ante la inevitable referencia a las lacras del continente: pobreza, guerras, etc., no se habló solo de las culpas concretas de determinadas empresas multinacionales, a las que favorece el desorden, sino también, y sobre todo, de la corrupción interna. Hubo autocrítica, a veces particularmente severa.
“Cualquiera sea el grado de responsabilidad imputable a los intereses extranjeros -se lee en el mensaje final-, no es menos vergonzosa y trágica la connivencia con los gobernantes locales: políticos que venden a sus naciones, hombres de negocios que se unen a voraces multinacionales, africanos que venden y trafican armas, sobre todo ligeras, que provocan la destrucción de vidas humanas, agencias locales de organizaciones internacionales que son pagadas para difundir ideologías nocivas en las que ni ellos mismos creen”.
Por lo que se refiere ese último punto, los obispos africanos valoran positivamente la labor que las diversas agencias de la ONU realizan en el continente, pero critican la ideologización de algunos programas. Piden, concretamente, acabar con los “intentos de destruir y minar los valores africanos de la familia y de la vida humana”. La referencia es al llamado Protocolo de Maputo, que en su artículo 14 proclama el pretendido derecho de las mujeres al aborto.
Uno de los mensajes inequívocos del sínodo es que “África necesita santos en cargos políticos relevantes: políticos santos que despejen la corrupción del continente, trabajen para el bien de la gente y sepan entusiasmar a otros hombres y mujeres de buena voluntad, también fuera de la Iglesia, para unirse contra los males comunes que atenazan a nuestras naciones”. Los obispos añaden que “deplorablemente muchos católicos en cargos de prestigio no han respondido adecuadamente al ejercicio de sus cargos. El Sínodo les invita a arrepentirse y dejar el espacio público, cesando así de ser la ruina del pueblo y de dar mala fama a la Iglesia católica”.
Experiencias positivas
No faltan en África lugares que atraviesan una situación que “sigue siendo vergonzosa”, como Somalia, la región de los Grandes Lagos, Uganda septentrional, Sudán meridional, Darfur, Guinea Conakry. Al mismo tiempo, también es muestra de realismo el reconocimiento de las recientes experiencias positivas. “El buen gobierno está teniendo un notable impacto positivo en algunos países africanos, estimulando así a otros a reconsiderar las malas costumbres del pasado y del presente. Existen abundantes señales de muchas iniciativas que tratan de ofrecer una solución eficaz a nuestros problemas”.
Sobre el sida, uno de los temas a los que se asocia África en la información internacional, el sínodo recuerda que “la Iglesia está en primera línea en la lucha contra el VIH/SIDA y en la atención a las personas infectadas y contagiadas” Y advierte, “con el Santo Padre Benedicto XVI”, que se trata de un problema que “no puede superarse con la distribución de profilácticos. Pedimos a todos los que se interesan de verdad en parar la transmisión sexual del VIH/SIDA que reconozcan el éxito que han obtenido los programas que aconsejan la abstinencia entre los no casados y la fidelidad entre los casados”.
Otros muchos han sido los temas abordados durante el sínodo, en los que emerge una visión alejada tanto del victimismo como del paternalismo. Es una propuesta llena de esperanza en el futuro. No en vano, la juventud es una nota característica del continente, donde el 60 por ciento de la población tiene menos de 25 años.
Como nota final, cabe destacar el nombramiento del cardenal Peter Turkson, que fue el relator general del sínodo, como nuevo presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. El cardenal Turkson, de 61 años, era hasta ahora arzobispo de Cape Coast (Ghana). Se trata de una nueva muestra del creciente peso de las dinámicas comunidades católicas africanas en la Iglesia universal.