Un chequeo a los problemas y esperanzas del continente donde la Iglesia católica se ha triplicado en los últimos treinta años.
Roma. La segunda asamblea especial para África del sínodo de los obispos, que se inauguró en Roma el pasado 4 de octubre y concluirá el 25, está siendo una ocasión para reflexionar sobre los problemas y esperanzas de este continente, donde los católicos casi se han triplicado en los últimos treinta años, pasando de los 55 millones de 1978 a los 164 millones de hoy. Actualmente suponen el 17% de la población total.
Muestra de esa vitalidad es también el hecho de que desde que celebró la primera asamblea africana, en abril de 1994, el episcopado del continente (528 obispos) se ha renovado casi por completo, y en la inmensa mayoría de los casos con obispos procedentes del clero local. El dato dramático es que en ese mismo periodo de tiempo han sido asesinados más de 520 misioneros, lo que indica que la tarea evangelizadora no se desarrolla siempre en medio de un clima favorable.
La labor educativa de la Iglesia católica en África se manifiesta también en sus centros de enseñanza. Según datos suministrados por la Congregación para la educación católica, actualmente la Iglesia dirige 12.500 escuelas maternas con 1.260.000 niños, 33.250 escuelas primarias con 14 millones de alumnos y 10 mil colegios de secundaria con 4 millones de alumnos. Hay también 23 universidades católicas con 5 facultades de teología.
“La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia, de la paz” es el tema de fondo sobre el que están tratando los 239 padres sinodales presentes en Roma. En la primera semana de sínodo han intervenido en el aula unos ciento veinte, siguiendo las líneas del documento preliminar, cuya presentación a los obispos africanos fue el motivo formal del viaje que Benedicto XVI realizó en primavera a Camerún y Angola.
En la homilía de la misa de apertura, el Papa puso de relieve tres de los puntos de fuerza que la cultura africana aporta al mundo contemporáneo, a modo de “pulmón espiritual” para una humanidad que padece una crisis de fe y esperanza. Los puntos señalados por Benedicto XVI son: el sentido del señorío de Dios sobre las personas y las cosas, el valor del matrimonio y la riqueza de los hijos.
El Papa añadió también que existen “dos peligrosas patologías” que están haciendo mella en este patrimonio. La primera es el materialismo práctico, mezclado con el pensamiento relativista y nihilista. Se trata de una manifestación de los “residuos espirituales tóxicos” que el llamado “primer mundo” exporta a otros lugares, en una especie de nuevo colonialismo. Y el segundo es el fundamentalismo religioso, que aparece mezclado con intereses políticos y económicos.
Al día siguiente, en unas consideraciones no escritas que dirigió antes del inicio de las sesiones, Benedicto XVI quiso ayudar a los participantes a que no olvidaran que es el Espíritu Santo quien construye la Iglesia. “Todos nuestros análisis del mundo son insuficientes si no vamos hacia ese punto, si no consideramos el mundo a la luz de Dios, si no descubrimos que en la raíz de las injusticias, de la corrupción, hay un corazón torcido, un cerrarse a Dios”.
La primera semana de trabajo del sínodo africano ha mostrado que para buena parte de la prensa occidental África solo es tema de conversación cuando se trata de SIDA y preservativo, según la rigurosa perspectiva de una cierta mentalidad dominante occidental. Una muestra de ese silencio casi generalizado fue el escaso eco de la denuncia de Mons. François Xavier Maroy Rusengo, arzobispo de Bukavu (R.D. del Congo), quien anunció que se veía obligado a abandonar el sínodo para regresar a su tierra, donde una parroquia acababa de ser incendiada, varios sacerdotes maltratados y otros secuestrados. “La Iglesia ha quedado como el único apoyo, que se pretende reducir al silencio, de un pueblo aterrorizado, humillado, explotado, dominado.”