A pesar del revuelo mediático que provocaron sus declaraciones sobre el sida, Benedicto XVI ha seguido adelante con la idea clara de “despertar la esperanza en el corazón de los excluidos”. En su viaje a África, ha sabido combinar los mensajes exigentes con los gestos fraternos. La imagen del Papa besando a unos enfermos de sida refleja bien el compromiso de la Iglesia católica con este continente.
En su primera jornada en África, Benedicto XVI recordó a los obispos de Camerún la necesidad urgente de anunciar el Evangelio a todos. “Este mandato, que la Iglesia ha recibido de Cristo, sigue siendo una prioridad, porque todavía hay muchas personas aguardando el mensaje de esperanza y de amor que les permita ‘entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios’ (Rm 8,21)”.
Para llevar a cabo esta misión evangelizadora, el Papa urgió a los obispos a cultivar “una profunda comunión que una a los Pastores de la Iglesia entre sí”. También les invitó a velar por la fidelidad de los sacerdotes y las personas consagradas: “La autenticidad de su testimonio exige que no haya diferencia alguna entre lo que enseñan y lo que viven cotidianamente”.
Después de referirse a la situación de la familia y a la importancia de la liturgia, Benedicto XVI dio una clave para afrontar uno de los problemas que más preocupa a los obispos de Camerún: “El desarrollo de las sectas y movimientos esotéricos, así como la creciente influencia de una religiosidad supersticiosa y del relativismo, son una invitación apremiante a dar un renovado impulso a la formación de jóvenes y adultos, especialmente en el ámbito universitario e intelectual”.
También se refirió al empeño que deben poner los obispos para mejorar la situación de los más desfavorecidos de la sociedad africana. “La misión del obispo le lleva a ser el principal defensor de los derechos de los pobres, a favorecer y promover el ejercicio de la caridad, que es una manifestación del amor del Señor por los pequeños. De esta manera, se ayuda a los fieles a comprender concretamente que la Iglesia es una verdadera familia de Dios”.
También hizo una mención a que los cristianos tienen que denunciar “la corrupción y los abusos de poder”, lo que despertó particular atención en un país donde el presiente Paul Biya lleva en el poder desde 1982 y quiere volver a presentarse como candidato.
Religión y razón
En un momento en el que algunos países africanos sufren el despertar del fundamentalismo islámico, Benedicto XVI quiso reunirse con los representantes musulmanes de Camerún para destacar el papel positivo que la religión desempeña en el mundo. En este país de 18 millones de habitantes, el 20% de la población es musulmana; el 30% cristiana y el resto profesan religiones tradicionales africanas.
El Papa aludió al clima de diálogo que existe entre los miembros de las distintas confesiones. “Nuestro encuentro es un signo elocuente del deseo que compartimos con todos los hombres de buena voluntad, en Camerún, en toda África y en todo el mundo, de buscar ocasiones para intercambiar ideas sobre la contribución esencial que ofrece la religión a nuestra comprensión de la cultura y del mundo y a la convivencia pacífica de todos los miembros de la familia humana”.
Benedicto XVI quiso dejar claro que hoy una tarea particularmente urgente de la religión es la de “manifestar el gran potencial de la razón humana, que es en sí misma un don de Dios y que se eleva mediante la revelación y la fe”. En esta línea, el discurso de Benedicto XVI retomó lo que ya había abordado en la célebre conferencia de Ratisbona, aunque evitando cualquier elemento polémico.
“La fe en Dios, dijo el Papa, lejos de perjudicar nuestra capacidad de comprendernos a nosotros mismos y al mundo, la dilata; lejos de ponernos contra el mundo, nos compromete con él”.
Así entendida, la religión constituye un apoyo para la formación de un orden político estable y justo. “Una religión genuina amplía el horizonte de la comprensión humana y fundamenta toda cultura humana auténtica. Rechaza todas las formas de violencia y de totalitarismo: no sólo por principios de fe, sino también en virtud de la recta razón. En realidad, religión y razón se refuerzan mutuamente, pues por una parte la religión es purificada y estructurada por la razón y, por otra, todo el potencial de la razón es liberado mediante la revelación y la fe”.
El Papa concluyó su discurso alentando a los musulmanes a seguir trabajando junto a los cristianos para edificar una civilización del amor. “¡Que la entusiasta cooperación entre musulmanes, católicos y otros cristianos en Camerún sea para las demás naciones africanas un indicador luminoso del enorme potencial del compromiso interreligioso por la paz, la justicia y el bien común!”.
En defensa de la familia
Tras este encuentro, Benedicto XVI celebró una multitudinaria misa ante más de 40.000 personas en el estadio nacional de Yaundé. En la homilía, centrada en la figura de San José, el Papa ensalzó los valores familiares de África. “¡Habéis recibido de Dios muchas virtudes humanas, cuidad de vuestras almas! No os dejéis fascinar por falsas glorias e ideales falsos. ¡Tened fe!”
Aunque la familia africana sigue siendo sólida, en los últimos años se nota ya el influjo del materialismo y el individualismo del exterior. “Algunos valores de la vida tradicional se han trastocado. Las relaciones entre las generaciones se han modificado de tal forma que no favorecen como antes la transmisión de los conocimientos antiguos y de la sabiduría heredada de los antepasados”.
Ante esta situación, el Papa alentó a sus oyentes a reforzar los lazos familiares. “Queridos padres y madres, ¿tenéis confianza en que Dios os ha elegido para que seáis los padres y las madres de sus hijos adoptivos? ¿Sois conscientes de que Él cuenta con vosotros para que transmitáis a vuestros hijos los valores humanos y espirituales que habéis recibido?”
Asimismo, subrayó el carácter sagrado de la vida humana. “De acuerdo con la Sagrada Escritura y con vuestras sabias tradiciones, el nacimiento de un niño es siempre un regalo, una bendición de Dios. Hoy es preciso poner un énfasis mayor en esta verdad: cada ser humano, por muy pobre y pequeño que sea, está creado ‘a imagen y semejanza de Dios’”.
En este contexto, Benedicto XVI recordó a los niños abandonados, a los que sufren maltratos y abusos sexuales, y a los niños soldados. “Dios os ama y no os olvida, San José os protege”. Al pronunciar estas palabras, la multitud rompió en aplausos. La nota festiva de la jornada -era el santo del Papa- la pusieron los xilófonos y el coro.
Con los enfermos más pobres
Había mucha expectación ante la visita de Benedicto XVI al Hospital Nacional, fundado por el cardenal canadiense Paul Émile Lèger. Después de saludar personalmente a muchos enfermos, el Papa les dirigió unas palabras de consuelo. Al mismo tiempo, invitó a la Iglesia a aumentar su empeño en la lucha contra el sida, el paludismo y la tuberculosis.
Benedicto XVI comentó el relato del Evangelio que narra la curación de la suegra de Pedro en Cafarnaún. En ese pasaje, “vemos que Jesús pasa una jornada con los enfermos para aliviarles, y así nos enseña con gestos concretos, su ternura y su amor fraternal por quienes tienen el corazón roto y el cuerpo herido”.
También recordó la figura de Simón de Cirene, un africano a quien se dio la tarea de ayudar a Jesús a llevar la Cruz camino del Gólgota. Ese precedente hace que “en cierto modo, cada africano sea miembro de la familia de Simón de Cirene”, y debe mantener la tradición de ayudar.
Simón de Cirene “no podía saber que él tenía a su Salvador ante los ojos”, explica el Papa. “Fue obligado a ayudarle. Es difícil aceptar llevar la cruz de otro. Y sólo tras la resurrección él pudo comprender lo que había hecho”.
“Así es para cada uno de nosotros, hermanos y hermanas: en el corazón de la desesperación, de la rebelión, Cristo nos propone su presencia amable aunque nos cueste entender que él está cerca. Sólo la victoria final del Señor nos desvelará el sentido definitivo de nuestras pruebas”.
El Papa exhortó a los enfermos “a saber encontrar en los sufrimientos atroces a Cristo, hombre de dolores que fue abandonado por los suyos y entregado a una violencia ciega, pero que sostiene al enfermo y a todos con su mirada, su sonrisa, y nos da confianza”.
“Fijemos nuestra mirada en el Crucificado, con fe y valor, porque de él provienen la vida, el consuelo, las curaciones. Sepamos mirar a Aquel que quiere nuestro bien y sabe enjugar las lágrimas de nuestros ojos; sepamos abandonarnos en sus brazos como un niño en los brazos su madre”.
Finalmente el Papa se dirigió al personal sanitario del hospital, y les recordó que les compete a ellos “poner por obra todo aquello que sea legítimo para aliviar el dolor”, así como “proteger la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural”. Antes de despedirse, les deseó que ninguno se sintiera sólo jamás. “Toca a cada hombre, creado a imagen de Cristo, hacerse prójimo de quien está cerca de él”.