En Europa, la energía nuclear deja de ser tabú

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Aunque en los años ochenta, sobre todo a raíz del desastre de Chernóbil, se generalizó una cierta hostilidad a la energía nuclear -con alguna excepción, como Francia, que nunca ha renunciado a ella-, desde hace algún tiempo la situación está cambiando en Europa (ver Aceprensa, 15-01-2008). Los gobiernos están preocupados por lo que consideran una excesiva dependencia energética, que puede deja su industria a merced de terceros países, como demuestra el reciente conflicto del gas entre Ucrania y Rusia (ver Aceprensa, 9-02-2009) o las alzas en el precio del petróleo, factores a tener en cuenta en el contexto de la crisis económica actual.

La energía nuclear, además, constituye una alternativa interesante si se tienen en cuenta los compromisos asumidos en la lucha internacional contra el cambio climático. En el ámbito europeo, los países miembros de la UE acordaron reducir las emisiones de CO2 en un 30% antes de 2020. La intención era que la energía procedente de combustibles fósiles, muy contaminantes, fuera sustituida por energías renovables. Sin embargo, la energía solar, la eólica y la producida con biocombustibles todavía no bastan para reemplazar las centrales térmicas, mientras que la nuclear puede satisfacer prácticamente todas las necesidades de electricidad.

El caso italiano

Siguiendo el ejemplo del Reino Unido, Italia y Suecia han proyectado construir nuevas centrales nucleares en los próximos años. Italia renunció a la energía atómica hace 21 años, a raíz de un referéndum en el que la mayoría la rechazó. El año pasado, tras la reelección, Berlusconi y su gobierno advirtieron que uno de sus planes era volver a permitir energía nuclear, teniendo en cuenta que el país es el mayor importador de energía de Europa.

El gobierno italiano ha dado ya uno de sus primeros pasos firmando un convenio de colaboración con Francia. En efecto, las empresas francesas Areva y EDF, expertas en desarrollo nuclear, participarán en la creación de cuatro nuevas centrales. Se trata de plantas de última generación, con más potencia y con una mayor vida útil -60 años, frente a los 20 años de las actuales-. Junto con la italiana Enel, crearán una sociedad encargada de estudiar los proyectos tanto en sus aspectos técnicos como económicos. No es la primera vez, por otra parte, que Francia e Italia colaboran; de hecho, Enel participa con un 12,5% en el proyecto de creación de una planta nuclear en Francia.

Cambio repentino en Suecia

Más polémica ha sido la decisión del gobierno sueco. Formado en 2006 por los cuatro principales partidos de centro-derecha, el acuerdo de coalición firmado en el inicio de la legislatura excluía expresamente el tema de la energía atómica, precisamente debido a las controversias. Sin embargo, el primer ministro, Fredrik Reinfeldt, dio a conocer a principios de febrero su decisión de promover la energía nuclear. Además de modernizar y adquirir nuevos reactores para reemplazar a los ya existentes, también se ha decidido poner fin a la prohibición de construir nuevas centrales después de más de treinta años.

Suecia cuenta en la actualidad con cuatro centrales nucleares en funcionamiento. Al conocer los planes del gobierno, Fortum,un grupo energético nacional, presentó una solicitud para construir una nueva instalación nuclear.

En principio no se prevén dificultades para que el Parlamento sueco apruebe los planes del gobierno. Pero aun así, tanto en la izquierda como en la derecha existen grupos en contra. Algunos consideran que estas medidas son necesarias para la industria; en cambio, para los verdes, por ejemplo, la solución a la crisis energética no se encuentra en la creación de plantas nucleares sino en la promoción de energías renovables.

Sin embargo, el gobierno cuenta con el respaldo de la opinión pública. En una encuesta realizada por Novus Group se revela que el 70% estaba de acuerdo con las medidas del gobierno y el 57% afirmaba que era positivo reemplazar las viejas instalaciones por otras nuevas.

La situación en otros países

La vecina Finlandia ya optó antes por impulsar la energía nuclear. Actualmente se está construyendo la que será la central más grande del país en Olkiluoto, no sin cierta oposición por parte de grupos ecologistas.

Las naciones ex comunistas nunca han puesto muchos reparos a la energía nuclear. Polonia, Bulgaria, Eslovaquia, Rumanía y Lituania han puesto en marcha planes para construir centrales nucleares con el fin de zafarse de su dependencia energética con Rusia. Aunque puede hablarse de una tendencia general en Europa, países como Alemania y Bélgica, tradicionalmente opuestos a la energía nuclear, todavía no han decidido cambiar el rumbo de su política energética.

En España, el aumento de la producción de energía de origen nuclear se ve como un medio para reducir la dependencia energética exterior, que tiene un coste de 50.000 millones de euros anuales. Actualmente, las centrales nucleares proporcionan el 18% de la electricidad, y la propuesta del Foro Nuclear es subir esta proporción al 30% antes de 2030. Para eso, sería necesario mantener en operación las centrales actuales y construir entre 7 y 10 nuevas, según declaraciones de la presidenta del Foro María Teresa Domínguez.

Aunque personalidades como el ex presidente socialista Felipe González se han reconvertido a la energía nuclear, el gobierno de Zapatero, del mismo partido, sigue manifestándose en contra.

También en EE.UU. se ha vuelto a plantear la posibilidad de incentivar el desarrollo de esta fuente de energía. Obama ha señalado que no se pueden cumplir los objetivos de la lucha contra el cambio climático sin plantear una vuelta a la energía nuclear.

Dudas sin despejar

¿Realmente es la energía nuclear una solución viable para los problemas ecológicos y de dependencia energética? ¿Puede la energía nuclear sustituir a la producida por fuentes fósiles? A estas preguntas intentaba responder Daniel B. Botkin, experto en medio ambiente, en un artículo publicado el año pasado en el International Herald Tribune (21-10-2008).

En la actualidad, señala Botkin, el 87% de la energía total del mundo procede de los combustibles fósiles, y sólo el 4,8% de la nuclear. Según las estimaciones, la cantidad de uranio que es posible aprovechar -las llamadas reservas de explotación directa- es de 5,5 millones de toneladas. De acuerdo con los datos ofrecidos por el Organismo Internacional de la Energía Atómica, las centrales hoy en funcionamiento consumen unas 70.000 toneladas al año. Si se sigue con el modelo energético actual, las reservas de uranio durarían 80 años más.

Si se reemplazara toda la energía procedente de fuentes fósiles, que ocasionan los mayores problemas de contaminación atmosférica, por la nuclear, las reservas se agotarían en menos de cinco años. Cierto es que, además de las reservas de explotación directa, existen otras. Contando con ellas, el uranio disponible asciende a 35 millones de toneladas. Pero aun así, si toda la energía consumida procediera de las centrales nucleares, el uranio podría durar como máximo 29 años.

La conclusión de Botkin es que no es realista pensar que la energía nuclear es la panacea a los problemas energéticos. A su juicio, es necesario todavía saber más sobre la forma de obtener el uranio, mejorar tecnológicamente su aprovechamiento y sus posibilidades de reutilización. A estos problemas se añaden los relativos a la seguridad de las centrales y la gestión de los residuos, sin olvidar los riesgos del uso militar del material radiactivo.

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