El descubrimiento, hecho por el científico japonés Shinya Yamanaka, de que es posible “reprogramar” una célula somática para convertirla en pluripotente cambió el panorama de la investigación en células madre, haciendo prácticamente superfluos los esfuerzos aún infructuosos con las células embrionarias (ver artículos relacionados). Pero hasta que las nuevas células pluripotentes inducidas (iPS) tengan aplicación médica, un escollo importante era el uso de retrovirus para insertar los genes que causan la reprogramación. Ahora, según anuncia Nature, se ha encontrado un método para conseguir lo mismo sin virus.
Yamanaka descubrió cuatro genes que dan a las células la pluripotencialidad, o sea la capacidad -que tienen las células madre embrionarias- de diferenciarse en células de cualquier tejido. Insertados en células diferenciadas, por ejemplo de piel, las convierten en células madre pluripotentes. Las iPS ofrecen tanta plasticidad como las células madre embrionarias, pero no requieren destruir embriones ni clonar, ya que las células de partida se pueden tomar del mismo paciente. En este aspecto, presentan las mismas ventajas que las células madre adultas, con el añadido de su mayor versatilidad (las adultas son multipotentes: pueden dar lugar a varios tipos de tejidos, no todos).
Pero hasta ahora las iPS no eran bastante seguras. Primero, usar virus para insertar los genes resulta arriesgado, ya que su material genético puede contaminar el de las células programadoras y acabar causando anomalías impredecibles. Segundo, las iPS presentan, aunque al parecer en grado menor, la misma tendencia de las células madre embrionarias a generar tumores cuando se implantan en organismos adultos.
Estos problemas pueden estar en vías de solución gracias a los recientes experimentos de Keisuke Kaji (Universidad de Edimburgo) y Andreas Nagy (Samuel Lunenfeld Research Institute, en el Mount Sinai Hospital de Toronto), de los que informa Nature. En primer lugar, estos investigadores lograron insertar los genes necesarios para la reprogramación sin emplear virus, lo que hasta ahora nadie había logrado con células humanas, aunque sí en ratones. El vector empleado es un fragmento de ADN (llamado casete) con los cuatro genes descubiertos por Yamanaka más otro que induce la inserción. Así las células somáticas se convirtieron en iPS.
Después, los investigadores retiraron la casete para que los genes introducidos no quedaran en las iPS, pues la permanencia de estos es lo que las hace proclives a generar tumores. Pero este segundo paso solo lo lograron con células de ratones. Hasta que no se repita el éxito con las humanas, las iPS seguirán teniendo un factor de riesgo.
Además, hay que comprobar que las iPS obtenidas así mantienen indefinidamente su pluripotencialidad. Y falta aún averiguar cómo controlar la diferenciación de estas células para que den lugar al tejido que se necesite en cada caso. De modo que no se ha llegado al final, como dice el propio Kaji: “Es un paso hacia el uso práctico de células reprogramadas en medicina, que quizá hasta elimine la necesidad de recurrir a embriones humanos como fuente de células madre” (The Guardian, 2-03-2009).