“EE.UU. se implicará en la lucha contra el cambio climático”

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En el marco de una actividad convocada por la Fundación Rafael del Pino, Mario Molina, distinguido en 1995 con el Nobel de Química por sus estudios sobre el ozono en la atmósfera, ha dictado en Madrid una conferencia titulada “Hacia el futuro: energía, economía y medio ambiente en el siglo XXI”. Para el químico mexicano no hay duda: el cambio climático es evidente, y frente a esa evidencia el consenso de la comunidad científica parece cada vez mayor.

Queda por averiguar el grado en que el fenómeno se debe a la actividad humana; pero, según ha explicado, con más del 50% de la superficie terrestre marcado por la huella del hombre y con una población mundial superior a los 6.000 millones de habitantes, es necesario considerar en serio esa posibilidad.

Una tarea inaplazable

Molina se refirió durante su exposición a las conclusiones del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), para el que el aumento de la temperatura debe mantenerse en un límite máximo de dos grados, más allá del cual las consecuencias podrían ser imprevisibles. Frente a estas prevenciones, la emisión de gases de efecto invernadero lleva actualmente un camino que podría conducir hasta a los ocho o diez grados de incremento.

El Nobel mexicano, que ha citado el Informe Stern, “The Economics of Climate Change”, ha afirmado que el gasto necesario para modificar esta situación corresponde apenas al 1% del PIB global, una inversión rentable si se la compara con las pérdidas que podría acarrear el excesivo calentamiento. Aunque no deja de reconocer la posibilidad de que el cambio climático genere ciertas ventajas (como la habitabilidad de zonas en las que retroceda el permafrost), considera que los riesgos son al fin mucho mayores, y que las condiciones de vida en un mundo casi totalmente ocupado descartan una movilidad migratoria como la que produjeron en ciertos períodos históricos otras transformaciones climáticas.

Para Molina, las acciones deben abordar cuatro aspectos fundamentales:

— Un acuerdo global sobre los costes de emisión del CO2.

— El refuerzo de la investigación y del trabajo científico sobre el clima.

— La cooperación internacional.

— La conciencia de que “todos ganamos”.

Cambio de rumbo con Obama

El investigador, que junto a la nacionalidad mexicana tiene también la estadounidense, y que ha sido designado jefe del equipo de transición de Barack Obama para las políticas del cambio climático, cree que la nueva administración norteamericana tomará la bandera de los compromisos que EE.UU. no quiso asumir frente al Protocolo de Kioto, y que la cumbre de fines del año próximo en Copenhague supondrá nuevos rumbos. Incluso países menos ricos parecen estar poniendo en práctica políticas que revelan una toma de conciencia: así, por ejemplo, México, donde el gobierno de Felipe Calderón ha decidido crear unos “fondos verdes” al efecto.

El progreso en tecnologías y prácticas alternativas resulta desde luego fundamental. Aunque Molina no las describió en detalle, son bien conocidas: reducción en el uso de los combustibles fósiles, o al menos más avances en las novedosas técnicas de captura y soterramiento de las emisiones de dióxido de carbono; desarrollo de biocombustibles -aunque los derivados del maíz tienen más ventajas económicas que ambientales-; energía eólica; energía nuclear conjurando mediante medidas de seguridad el peligro de los residuos radiactivos; energía solar -ya que no la fotovoltaica, que resulta demasiado costosa, al menos la térmica-, etc.

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