Jean d’Ormesson es un gran poeta francés, miembro de la Academia desde hace mucho tiempo, aunque más conocido en algunos países por el tiempo en que dirigió el diario Le Figaro. Con ocasión del reciente viaje del Papa a París y Lourdes, Avvenire (16-09-2008) publicó una larga entrevista con Daniele Zappalà, en la que D’Ormesson analiza las razones de la excepcional acogida de Francia a Benedicto XVI, reflejada en el entusiasmo popular y en el respeto y admiración de los intelectuales.
A juicio de D’Ormesson, el viaje ha conmovido al país: “Ha avivado hasta una gran cota el fervor y el entusiasmo popular, sobre todo, en un clima que me ha parecido más sereno que en otras ocasiones, por lo que respecta a las relaciones tanto entre cristianos y otros creyentes, como entre cristianos y ateos”. A él, particularmente, le emocionó la multitud de intelectuales que acudieron a la lección pronunciada en el Colegio de los Bernardinos. Era “una conferencia un poco difícil, pero fue escuchada y comentada con mucha atención y seriedad, así como con una gran simpatía intelectual ante la fuerza y el rigor del razonamiento”.
“Todos sabían que Joseph Ratzinger es un gran teólogo, y pienso que sus discursos han llegado tanto a intelectuales católicos como a no creyentes. Es un hombre que goza de una grandísima potencia intelectual, lo que ha impresionado probablemente aún más a los jóvenes”.
Como suele suceder en este tipo de entrevista, no faltan las comparaciones con el estilo tan diverso de Benedicto XVI respecto de Juan Pablo II, “que era, por decirlo así, un Pontífice en el centro del escenario. Benedicto XVI, por usar otra imagen, es percibido más bien como un hombre en el centro de su propio estudio. Un teólogo quizá más empeñado en profundizar el humus del catolicismo que en ampliarlo. No tiene miedo a emplear cierto rigor, para confirmar la fe católica hasta su plenitud”. En esa línea se inscribe el comentario a propósito de la presencia del Papa en Lourdes, donde destacó su capacidad de ser guardián de la fe, como también antes en su mensaje a los obispos de Francia.
A la vez, D’Ormesson resalta la unión entre razón y fe. “Fides quaerens intellectum es una fórmula antigua, bien conocida en Francia. Al menos desde santo Tomás de Aquino, fe y razón no están alejadas. En Francia, esta tradición se vincula particularmente a Descartes. Los intelectuales serios son sensibles a este punto. Pero hay que profundizar siempre sobre su sentido, como hace el Papa, que sabe hablar a los intelectuales, pero llegando también a las masas. La inteligencia tiene un papel muy importante en el mensaje de Benedicto XVI”.
A propósito del inevitable tema de la laicidad abierta o positiva, defendida tanto por el Papa como por el Elíseo, comenta D’Ormesson las discrepancias públicas que se produjeron en el contexto del viaje. “No creo que mirasen a la dimensión religiosa. Se trataba de reacciones ligadas a cálculos más bien políticos. Los socialistas protestaron diciendo que la laicidad no necesita adjetivos. Y es curioso que también François Bayrou, hondamente católico, se haya adherido a esa observación. Pero era sobre todo una ocasión de lanzar un nuevo ataque contra Nicolas Sarkozy. Es decir, de enfoques de política interna”.
En Francia, como en tantos otros países occidentales, el proceso de secularización se refleja en crisis de vocaciones sacerdotales, como no ha dejado de recordar el Papa. “Los próximos meses y los próximos años nos dirán si el evidente entusiasmo popular de estos días se prolongarán en una nueva respuesta religiosa profunda”.