Jerusalén. Una telenovela turca emitida vía satélite está arrasando en todo el mundo árabe. En pantalla desde hace cuatro meses, Nur bate récords de audiencia en todo Oriente Medio, desde la Franja de Gaza hasta Arabia Saudí, y va rumbo a convertirse en todo un fenómeno social.
La teleserie emitida diariamente en árabe por la cadena MBC de Dubai a 22 países se asemeja por su argumento a muchas de las populares telenovelas latinoamericanas, cargadas de amores vividos y frustrados, familiares y colegas de trabajo conspiradores, y venganzas. Pero lo que más atracción despierta entre el público eminentemente femenino es que la protagonista es una exitosa diseñadora y su marido un hombre cariñoso que la apoya en sus ambiciones profesionales, dos roles nada comunes en el mundo árabe.
Pese a que la serie, llamada originalmente Gümüş (“Plateada”), fue un fracaso en Turquía, la versión doblada al árabe se emite en prime time y, ante su éxito, MBC ha puesto en marcha un canal temático que ofrece durante las 24 horas del día capítulos de la telenovela.
Dos cónyuges en pie de igualdad
La figura central en la serie es la joven Nur (Songül Öden), una humilde turca de provincias que comienza su ascenso a la alta sociedad cuando su tío rico la llama para pedirle que se case con su nieto, del que ha estado enamorada en secreto desde niña. Ilusionada, se muda a Estambul, pero descubre que Mohanad, papel interpretado por el ex jugador de baloncesto Kivan ç Tatlituğ, no la quiere y todavía añora a su anterior esposa, muerta un año antes en un dramático accidente.
Ambos se casan por presión familiar y Nur vive una auténtica pesadilla ante la indiferencia inicial de su marido, pero pronto consigue ablandar su corazón y ambos viven un idilio que otros tratan a partir de entonces de enturbiar.
Turquía es un país musulmán, por lo que muchos televidentes árabes pueden identificarse más fácilmente con los caracteres de Nur que con los de series occidentales. Por ejemplo, sus personajes viven el ayuno del ramadán y, al fin y al cabo, Nur y Mohanad son parientes lejanos que se casan por voluntad de la familia, una biografía que comparten muchos matrimonios en Oriente Medio.
Pero la visión ideal de la vida matrimonial difundida en la serie, en la que los dos cónyuges son socios igualitarios, contrasta ampliamente con las tradiciones de la región, donde las mujeres ocupan un papel muy secundario en el mundo profesional y la vida pública y donde, en la mayoría de los casos, ellos ganan el dinero y ellas se quedan en casa. “La telenovela muestra a musulmanes que viven de otra forma”, afirma Isla Yad, profesora de Estudios sobre la Mujer en la universidad palestina de Bir Zeit, en Cisjordania, para explicar la fascinación de las mujeres árabes en torno a la serie.
Éxito pese a prohibiciones
Pero esas ideas sobre la mujer y el matrimonio y la identificación de la serie con el islam no gustan a los líderes musulmanes más ortodoxos. En Arabia Saudí, uno de los países de la región en los que el islam más condiciona la vida social y pública, el Gran Muftí, Abdul Aziz al Sheij, ha emitido una fatua que prohíbe ver la telenovela, al considerar que atenta contra los valores musulmanes. También el Ministerio de Comercio en Riad ha prohibido la venta de camisetas con fotografías de los protagonistas por ser “perjudiciales para la moral”. Sin embargo, las prohibiciones no parecen afectar a la popularidad de la telenovela, que, según MBC, es seguida a diario por entre tres y cuatro millones de saudíes, de una población de 28 millones.
Arabia Saudí es uno de los pocos países de la región que tienen un sistema de medición de audiencias. En el reino de los Saud es religión estatal el wahabismo, una confesión especialmente dogmática del islam que subordina a las mujeres a la voluntad de los hombres, tanto en la familia como en otros ámbitos. No tienen permitido conducir, y para aceptar un trabajo o viajar necesitan la autorización de su “protector”, es decir, el marido u otro familiar masculino en el caso de las solteras. Por eso personajes como los de la serie constituyen un fuerte contraste con la vida cotidiana de muchísimas saudíes.
También en Gaza y Cisjordania las calles se vacían cuando llega un nuevo episodio. En tiendas en los barrios árabes de Jerusalén hay colgados carteles de Nur y Mohanad junto a los de Yaser Arafat y otros líderes palestinos, al tiempo que se ofrecen desde caramelos hasta bolsas de patatas fritas con imágenes de la serie. Incluso, la unidad de maternidad de la ciudad de Hebrón asegura que en los últimos meses se ha convertido en moda ponerles a los recién nacidos los nombres de Nur y Mohanad.
De todas maneras, también en los territorios palestinos Nur ha encontrado el rechazo del movimiento islamista Hamas. “La serie atenta contra nuestra religión, valores y tradiciones islámicas”, afirma Hamed Bitawim, diputado de la organización y predicador en una mezquita de Nablus. También el Gran Muftí de Bahrein, Isa Qasim, la ha prohibido.
Según Daily News Egypt, en países del Golfo Pérsico en los que las mujeres tienen sobre el papel más derechos que en Arabia Saudí, pero todavía están discriminadas, se han producido divorcios debido a la serie. También cada vez más mujeres egipcias exigen a sus maridos que las traten mejor. “¿Por qué no puede ser él también así conmigo?”, suspiran muchas al ver la serie, según el diario cairota, que describe la telenovela como “un rayo de luz para el público árabe”.
Contra la televisión vía satélite
El éxito de masas de Nur demuestra también la incapacidad de los regímenes árabes, acostumbrados a la censura y el control de sus medios oficiales, para limitar la actuación de las televisiones que emiten vía satélite a todo Oriente Medio. En febrero, Egipto y Arabia Saudí presentaron ante la Liga Árabe un borrador de resolución para facilitar que se retire la licencia de emisión en todos los países de la organización a emisoras que dañen los intereses de los líderes árabes, los valores tradicionales o los símbolos religiosos.
La medida iba dirigida sobre todo contra las emisoras “todonoticias” Al Yazira y Al Arabiya, fuertemente críticas con las cúpulas de varios países de Oriente Medio y que han traído al mundo árabe un nivel inimaginable hasta hace pocos años de libertad informativa. Sin embargo, la iniciativa presentada ante la Liga Árabe no pudo entrar en vigor ante la oposición de Qatar, sede de Al Yazira, y Líbano, desde donde emiten numerosas cadenas privadas.