Para Benedicto XVI, la función que los medios de comunicación desempeñan hoy en la sociedad no es un aspecto que interesa sólo a los especialistas, sino que es parte integrante de la visión que se ofrece del hombre y de la visión que el hombre tiene de sí mismo.
La comunicación, al igual que otros ámbitos como la familia, la vida o la justicia, toca dimensiones esenciales del ser humano y por consiguiente no es indiferente que se entienda y se aplique de un modo o de otro.
Estas ideas están contenidas en el mensaje del Papa para la Jornadas de las Comunicaciones Sociales, difundido el pasado 24 de enero. Aunque buena parte de la prensa que se hizo eco de este texto lo presentó como un ataque del Papa contra la violencia y la vulgaridad en los medios, en realidad el mensaje va más allá y presenta la novedad de fondo de colocar las cuestiones de comunicación social en una dimensión antropológica.
“El papel que los medios de comunicación han adquirido en la sociedad -afirma el Papa- debe ser considerado como parte integrante de la cuestión antropológica, que se plantea como un desafío crucial del tercer milenio. De manera similar a lo que sucede en el campo de la vida humana, del matrimonio y la familia, y en el ámbito de los grandes temas contemporáneos sobre la paz, la justicia y la tutela de la creación, también en el sector de la comunicación social están en juego dimensiones constitutivas del ser humano y su verdad”.
Como esa incidencia es más fácil entenderla por vía negativa, el Papa añade que “cuando la comunicación pierde las raíces éticas y elude el control social, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano, y corre el riesgo de incidir negativamente sobre su conciencia y sus opciones, condicionando así la libertad y la vida misma de las personas”.
El Papa no ofrece, en el breve espacio de dos folios y medio, un desarrollo sobre las “raíces éticas” ni lo que entiende por “control social”. Sí afirma, sin embargo, que la “más alta vocación de la comunicación social” es “la búsqueda y la presentación de la verdad sobre el hombre”, y que para esa finalidad es preciso utilizar “todos los lenguajes, cada vez más bellos y refinados, de los que los medios disponen”. Esa tarea compete en primer lugar a los profesionales, pero de algún modo atañe también a todos “porque en esta época de globalización todos somos usuarios y a la vez operadores de la comunicación social”.
Ofrecer la verdad sobre el hombre significa, por ejemplo, evitar que los medios se conviertan en megáfonos de dos sucedáneos especialmente difundidos en nuestra época, el materialismo económico y el relativismo ético. El Papa está convencido de que “el hombre tiene sed de verdad, busca la verdad”. Y añade que una muestra de ello es “la atención y el éxito que tienen tantos productos editoriales y programas de ficción de calidad en los que se reconocen y son adecuadamente representadas la verdad, la belleza y la grandeza de la persona, incluyendo su dimensión religiosa”.
Aludiendo al lema de la jornada para las comunicaciones sociales de este año, “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla”, el Papa se refiere al carácter ambiguo del progreso, que ofrece posibilidades inéditas para el bien, pero abre al mismo tiempo enormes posibilidades de mal que antes no existían. Los medios de comunicación “han contribuido de manera decisiva, por ejemplo, a la alfabetización y la socialización, como también al desarrollo de la democracia y al diálogo entre los pueblos. Ciertamente, los medios en su conjunto no solamente son medios para la difusión de las ideas, sino que pueden y deben ser también instrumentos al servicio de un mundo más justo y solidario”.
Junto a ello, la experiencia de cada día demuestra asimismo el riesgo de que los medios de comunicación “se transformen en sistemas dedicados a someter al hombre a lógicas dictadas por los intereses dominantes del momento”, como pueden ser fines ideológicos o comerciales (“mediante una publicidad obsesiva”). El Papa observa también que para ampliar la audiencia, los medios no dudan a veces en recurrir a la trasgresión, la vulgaridad y la violencia. Además, “con el pretexto de representar la realidad, se tiende de hecho a legitimar e imponer modelos distorsionados de vida personal, familiar o social”.
Ligada a esta última característica, se observa una tendencia cada vez más marcada: los casos en los que la comunicación no pretende sólo representar la realidad, sino “determinarla gracias al poder y la fuerza de sugestión que posee”. Se constata, por ejemplo, que con relación a algunos acontecimientos los medios de comunicación “no se utilizan para una adecuada función de informadores, sino para ‘crear’ los eventos mismos”. Es un cambio de función arriesgado y preocupante, porque “se trata de realidades que inciden profundamente en todas las dimensiones de la vida humana (moral, intelectual, religiosa, relacional, afectiva, cultural)”.
Al contrario de como ha sido presentado en su mayor parte por los mismos medios, el Papa no se limita en su mensaje a “condenar” algunos abusos, sino que ofrece elementos de reflexión. Tocará ahora a los profesionales del sector -y no sólo a ellos- desarrollarlos y traducirlos en categorías de debate y acción.