Pongamos que se llama Carmen. Pongamos que el cáncer que desde hace tiempo consume su organismo se aproxima a los últimos estadios. Aunque no quiere aceptar que se muere, los dolores y molestias se multiplican, y teme no soportar lo que se avecina. Los familiares que llevan el peso de su cuidado -pongamos que una hija y un hijo, Sandra y Fernando- están al borde del agotamiento, desanimados por la falta de apoyo de otros parientes. Se preguntan, además, si están ofreciendo el mejor cuidado a su madre.
Se deciden a acudir al Centro de cuidados paliativos Laguna, en el distrito de Latina de Madrid. Un equipo multidisciplinar de profesionales analiza el caso para dar la mejor respuesta posible al paciente y a su familia. Primero hay que averiguar si el ingreso en el centro es necesario, o si Carmen puede seguir en su hogar, atendida por los profesionales o, incluso, por sus parientes. Hay que hacerse cargo, además, de la situación familiar.
Sandra no lo sabe pero está al borde de la claudicación, ella es la que ha dedicado más tiempo a su madre; la falta de sueño y el cansancio psicológico están afectando su rendimiento laboral y familiar. Fernando no tiene problemas de agotamiento, pero no sabe cómo tratar a su madre ahora que se muere y tiene pavor a su propia reacción emocional. Después de la primera entrevista, la unidad de trabajo social de Laguna se entera de que hay otros dos hermanos que se han desentendido de la situación. Hay que ponerse en contacto con ellos y hacerles ver que su familia necesita que arrimen el hombro.
Definitivamente, Carmen ingresa en Laguna, aunque lo hace a regañadientes. Siempre ha querido morir en su casa, con los suyos. Tres semanas después, Carmen fallece. Es una mujer dura, poco dada a las expansiones sentimentales, pero con el paso de los días ha dejado ver -a su modo- que, puestos a enfrentarse a la muerte, y una muerte dolorosa como esa, Laguna ha sido seguramente un lugar privilegiado para hacerlo. Por la atención de los profesionales, por la comodidad de las instalaciones, por el apoyo psicológico y espiritual que recibe del centro y de sus hijos. Son estos los que más agradecen el servicio prestado por Laguna y así lo han comentado.
Respuesta a una necesidad
Para 2009 también contará Laguna con su propio centro de formación e investigación, en la otra ala. El Dr. Noguera habla con un tono sosegado, externamente desapasionado, y sin embargo se le engolosina la mirada cuando se refiere a ello. Sueña “con que este centro conceda acreditaciones oficiales para profesionales de los cuidados paliativos, cuando esta acreditación exista en nuestro país…”. También cursos “para cuidadores, personas que tengan un paciente a su cuidado en casa, para que aprendan a cuidarlo correctamente, y cursos para auxiliares de geriatría, para auxiliares clínicos, para enfermería…”, explica. Y mientras terminan las obras, no se quedan de brazos cruzados. Todas las semanas tienen una sesión bibliográfica y una sesión de docencia para los propios profesionales de Laguna, con el objeto de mejorar su trabajo.
Esa formación ayudará también a la investigación. Cuidar la recogida de datos permitirá desarrollar la historia clínica informatizada, que supondrá contar con buenas bases de datos. “Nuestras primeras investigaciones se van a centrar en cómo estamos haciendo las cosas”, dice el Dr. Noguera. De entrada, investigación clínica, pero “si en un futuro pudiésemos hacer investigación básica, también. Nuevos tratamientos, cuidados…”, señala.
En Laguna se rodea de cuidados al paciente terminal, pero no se pretende que muera “sin enterarse”. La dignidad del enfermo exige que pueda tomar las disposiciones para ese trance. Entre otras cosas, Laguna también ofrece atención espiritual y religiosa a quienes lo deseen. Es una necesidad perentoria ante la cercanía de la muerte, y según cuenta Fernández, muy bien recibida generalmente. Esta atención supone la visita del capellán -con la periodicidad que se desee- cuya labor es reforzada por la trabajadora social. Además, el centro cuenta con capilla.